Alguien distinto (Editado)

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Estaba cansada de correr así que me senté en el césped del exterior. Contemplé unas flores granates que llamaron mi atención, mientras recordaba lo sucedido hacía apenas cinco minutos.

Aquel chico me había parecía muy majo y agradable, o al menos antes de entender para que se había acercado a mí. Debía ser un nuevo miembro del grupo de Derek y los suyos. Conociéndolos, ponerme en ridículo sería el pase vip para admitirlo en el grupo.

Lo único que no me cuadraba en aquello fue la mirada de Derek. Él parecía... preocupado... o quizás solo era un truco.

< ¿DEREK? ¡Tania en que estás pensando! >

- Por fin te encuentro - Dijo una voz masculina a mis espaldas. Parecía sofocado.

- Que pena que lo hayas echo... - Dije intentando esquivar su mirada.

Me froté los ojos para secarme las escasas lágrimas que poblaban mis ojos.

- Lo siento, si he dicho algo que te haya dolido... no era mi intención... - Trató de disculparse, pero mi mirada seguía fija en las flores.

No dije nada y él se sentó en el césped, a mi lado, soltando un suspiro agotador. Miró hacia adelante y empezó a hablar de nuevo.

- Verás... No me gusta ver triste a la gente de mi alrededor, quizás sea un defecto, pero acabo de llegar a la universidad y al verte... supe que tenía que ayudarte – Dejó de mirar hacia delante para girar su rostro hacia mí y mirarme – Solo intentaba...

Lo miré a los ojos y pude ver sinceridad en ellos, en sus ojos marrones, o al menos antes de oír la irritante risa de Vicky.

Miré hacia donde provenía la risa y pude ver en la puerta de la cafetería como Vicky y otro chico rubio se reía mientras nos miraban. Mis ojos se humedecieron de nuevo y mis fosas nasales se ensancharon al expulsar el aire de mi interior.

- ¡Joder! ¡Déjame, no necesito que nadie se compadezca de mí! – Intenté no llorar de nuevo, pero no pude evitarlo – Ya tienes lo que buscabas, puedes largarte. ¡Seguro que ahora estás admitido en su asqueroso grupo! - Miré hacia otro lado ante su sorpresa.

- ¿Espera, que grupo? ¿A qué te refieres? – Puso la mano sobre mi hombro y me aparté ante su tacto.

- ¡He dicho que te vayas! – Me llevé las manos al rostro.

- Espera... ¿Piensas que vengo a reírme de ti, como ellos? – Indicó con su mano el grupo, que iba aumentando, de estudiantes que reían o curioseaban en la salida de la cafetería.

Se acabó. ¿Él no quería marcharse? ¿No era capaz de tener un poco de tacto y dejarme sola en ese momento? Pues ya me había ridiculizado demasiado.

- Bien. Gracias. ¿No eres capaz de dejarme sola? – Dije apoyando mis manos en el césped para levantarme – Pues me voy yo.

Me levanté pero su mano me oprimió la muñeca y me senté de nuevo ante la sorpresa. Nuestras miradas se encontraron por última vez, por alguna razón no pude decir nada, simplemente me eché a llorar y mis mejillas se hundieron en un mar de lágrimas.

Cerré por un instante los ojos y los abrí de par en par al sentir como aquel joven me abrazaba.

- Deberías saber que jamás podría hacer algo tan horrible como reírme de una pérdida tan importante en cualquier vida – Me susurró en la oreja.

En un sollozo me derrumbé y correspondí su abrazo, ignorando por completo las risas detrás de mi espalda que a medida que pasaban los segundos se iban acallando. Dejé descansar mi mejilla sobre su hombro y cerré los ojos.

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