Hasta la última gota (Editado)

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Días después...

Tania

Me encontraba estirada sobre mi cama, pensando en las ventajas y desventajas de ir a la Universidad, cuando mi madre entró en mi habitación con una caja entre sus manos sin ni siquiera avisar.

- Cariño... - Me llamó con los ojos tristes – Hay algo de lo que tenemos que hablar...

Se sentó a mi lado con la caja plateada sobre su regazo. No sabía que pensar, me temía lo peor.

- Tus abuelos han querido organizar... el funeral de tu padre... - Tragó saliva y soltó las últimas palabras como si se despojara de unas pesadas cadenas que llevaba a rastras desde que había entrado en la habitación – Es este domingo...

Fijó sus ojos miel sobre los míos ante la espera de mi reacción.

No dije nada. No podía decir nada.

Aparte suavemente la mirada, y miré por la ventana. A pesar de que veía perfectamente el cielo lleno de nubes, era como si no viera nada, lo que veía no lo estaba viendo realmente. Tan solo habían pasado dos semanas desde que...

Tragué saliva.

No estaba preparada para eso. No para ver un ataúd e intentar mantener su recuerdo fresco en mi mente como si me mintiera a mí misma pensando que en aquel ataúd su espíritu no hubiera muerto aún.

Mucho menos quería ver su rostro maquillado por aquellos maquilladores funerarios que valían un dineral, solo para que los parientes pudieran mirar por última vez un rostro que ya no vivía.

Tan sumisa en mis pensamientos estaba que ni siquiera percaté la ausencia de mi madre, que hacía unos minutos había decidido dejarme sola con la misteriosa caja plateada, que reposaba sobre la cama.

Acaricié la rugosa textura plateada con los dedos antes de abrirla.

Estaba segura que en mis pupilas se podría reflejar la oscura y deprimente tela negra que se encontraba en el interior de la caja.

Apreté los parpados con fuerza y cogí con odio el vestido. Sin poder evitarlo, al sostenerlo delante de mí, mis manos se cerraron con fuerza arrugando así la tela.

Noté como mis ojos se empezaron a humedecer y me abracé con dolor a la tela levantándome de la cama y andando hasta el centro de la habitación.

Cerré los ojos cuando la primera lágrima se deslizó por mi mejilla y con ira arrojé el vestido contra el armario. Me llevé las manos a la cabeza frustrada y me senté en el suelo.

No lograba comprenderlo.

< ¿Por qué razón alguien tan esencial tenía que morir? Y si fuera así. ¿Por qué yo no morí con él? ¿Quién decide quién muere? ¿Por qué yo tengo que quedarme aquí, sola, con este insufrible dolor? Es cruel...>

Él merecía vivir mucho más que yo, él era bueno, no merecía morir.

Sollocé y sollocé hasta que mis ojos no podían derrochar más agua, la había derrochado toda.

Sorbí por la nariz y me levanté. Cogí el vestido del suelo y salí de mi habitación. Recorrí el pasillo y bajé las escaleras, hasta llegar a la cocina donde mi madre escribía algo sentada en un taburete y apoyada en el mármol. Lancé el vestido contra la nevera y mi madre dio un pequeño salto, ante el ruido silencioso de la tela chocando contra la nevera. Sus ojos preocupados se ensancharon al fijarse en los míos que debían estar rojos.

- No pienso ir – Dije saliendo sin esperar respuesta.

Subí corriendo las escaleras al oír que me seguía y me encerré en mi habitación. Oí como mi madre, con tono preocupado, le decía a mi hermano que viniera a hablar conmigo.

-Tania... - Me llamó mi hermano intentando abrir la puerta – Tania, sé que está ahí. Vamos... ábreme y lo hablamos.

Apoyé mi espalda contra la puerta para que no pudiera entrar y terminé cayendo al suelo.

Ir al funeral sería asimilar su muerte y yo no estaba preparada para ello, no quería asumirla quería que él volviera.

Me abracé las rodillas y con la espalda en la puerta terminé por derramar hasta la última gota de mi interior.


☁DETRÁS DE LA TORMENTA☁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora