2010. Antes.
Comenzaba a anochecer, el sol se metía a través de las montañas, las estrellas hacían aparición y la luna llena se abría paso entre las nubes. Liz las observaba a menudo conforme aparecían, sabía la hora exacta en qué su estrella favorita aparecía en el cielo. La estrella qué más brillaba, la qué siempre estaba junto a la luna. Nunca se abandonaban una con la otra, y desaparecían al mismo tiempo qué aparecían.
Para Liz eso era un amor verdadero. La cosa qué desaparece y aparece al mismo tiempo y en la misma sincronía qué tú.
Antes de Timothy, Liz era una persona con baja autoestima. Y a pesar de qué después de él comenzó a tener una subida de autoestima increíblemente súbita los tiempos del año anterior a cuando Liz y Timothy se conocieron concluía en un mar de problemáticas atestando el recorrido mundial de Liz cómo sí de un huracán se tratara.
Liz era feliz, limitadamente. Tenía amigos, llamados libros. Tenía una vida, música, comida, soledad, aparentemente en el primer año de secundario Liz no tenía una vida demasiado particular, era distinta, sí. Pero no aburrida, conservaba esa chispa qué las personas suelen buscar con normalidad. Esa chispa qué te hace sonreír cuando ella sonríe, esa chispa qué hace a una persona común y corriente... única.
En fin, retomando... Liz era distinta, pero era comúnmente agradable. Y tenía un pretendiente, sí es qué así podía llamársele. Él nombre de esté capullo, de cabello suave y voz grave, era James Blue. Usaba anteojos, bueno. Seguramente aún usa anteojos. Tenía varios pares de anteojos, uno color azul y otro color negro. Ambos cuadrangulares y grandes, resaltando los grandes ojos cafés qué James poseía. Liz hablaba de él con un sinfín de recuerdos y memorias qué había vivido junto a él. Se conocieron en un verano tomando un curso de artes dramáticas, y convivieron cómo nunca. Liz acompañaba a James a los cursos de guitarra, realmente lo acompañaba a todos los lugares posibles en el lugar donde les tocaba convivir. James era un idiota, de vez en cuando. Así se llamaba a sí mismo, pero era muy alegre lo cual les atraía a Liz y a toda mujer qué deseara tener a alguien qué le alegrara la vida.
James era... único, sí Liz pudiera describirlo en una palabra probablemente sería únicamente complicado, (Aunque eso han sido dos palabras, Liz siempre optaba por usar dos verbos combinados y crear algo qué le gustaba llamar un súper verbo). Era algo único qué le llenaba la vida de alegría. Todo constaba en una charla de palabras, y creencias tanto de ella como de James. Quién cada día qué la veía le dedicaba sonrisas, y razones para continuar con una amistad duradera. Una amistad qué con él tiempo (ambos deseaban), se convirtiera en algo más. En algo qué los uniera de otra manera, en algo qué... Qué les diera la oportunidad de continuar juntos más tiempo del qué están destinados a pasar todas las personas.
Un día, James y Liz se encontraban en el instituto de artes.
Hacía un año qué no se veían, desde qué el curso de verano había terminado. (Su amistad había sobrevivido a base de citas en el cinema o tristes mensajes qué les alegraban la mañana o la tarde tanto a él como a ella. James usaba su par de anteojos color negro, Liz llevaba ropa mala de calle debido a qué no esperaba encontrarse a nadie importante, tenía el cabello recogido y su gesto de tristeza permanente en el rostro.
Entonces se encontraron, James se había acercado a Liz. Y le había cargado como un saco de patatas. Liz refunfuñó en el hombro de su amigo.
— Serás idiota, pude haberte lastimado con mi sobrepeso—inquirió.
James soltó una risotada.
— Querida, ni en un millón de años podrías pesar más de lo qué yo podría soportar con tal de tenerte en mis brazos—aclamó James dedicándole una sonrisa leve con los labios fruncidos a su amiga de cabello castaño con tonos rubios delicados.
— Odio las cursilerías.
— Pero a mí me encanta decirlas y se qué en el fondo a ti te gusta escucharlas.
Liz rodó los ojos, James le guiñó el ojo señalando con una mano la entrada del instituto de artes. Donde ambos se abrieron paso para emprender un camino hacía la tienda de comestibles. Donde James se ofreció a comprarle un chocolate a su amiga.
— Él chocolate es la medicina del alma.
Liz entrecerró los ojos.
— ¿Quién ha citado eso?
— Yo. —alagó James alzando una ceja seductora.
— A veces tus intentos de ser seductor me hacen pensar en porqué somos amigos.
James volvió a reír. Se apartó el suave cabello del rostro girando la cabeza de lado a lado.
— Entonces déjame comprarte un bombón—dijo James de repente.
— Pero sí acabas de comprarme un chocolate—ironizó Liz.
— Quiero comprarte un bombón porqué eso es lo qué eres.
Liz rodó los ojos, tendría que haber visto escondido uno de los comentarios típicos de su amigo de apellido Blue.
— ¿Una golosina barata qué mucha gente come sin necesidad de pensar en las calorías qué contiene?
James se mordió el labio nuevamente.
— ¿Siempre tienes qué ser así de irónica?
— No sé porqué preguntas sí ya sabes la respuesta—respondió inteligentemente. Y era verdad, James la conocía mejor qué nadie. O bueno, al menos conocía a la persona qué era antes. La alegre, la divertida y la qué no tenía problemas. Así eran las cosas y así eran cómo tenían qué ser.
Entonces caminaron por el camino de regreso a la entrada del instituto, y Liz se dio cuenta qué el automóvil de su tía Bonnie había llegado por lo qué se escondió detrás de uno de los postes y alzó los brazos para qué James le abrazara con fuerza.
Fue la última vez qué se vieron.
Al menos en esa semana, cabe aclarar.
*
Este va para, Ann. Ya tu sabe porqué ;) AccioCoffee
Los quiere, ari.
pd. los examenes van a matarme, por eso les vine con esto un lunes.
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Increíblemente Sarcástico
Teen FictionSí Liz Parkinson pudiera describir su vida en una palabra definitivamente sería: complicada. No por el hecho de qué su vida era una constante decepción, llena de asuntos aburridos, sin recibir ningún tipo de ayuda recíproca, con un número indefinido...