La señora Blue se sobresaltó al encontrarse a la pequeña inquilina y a la aliada de su hijo en la habitación de esté mismo. Perséfone se había sonrojado, Liz sólo trataba de no reír con tremenda impresión. Al final ambas estallaron en carcajadas.
— ¡Kate, Creímos que eras Jim!—estalló Perséfone parpadeando repetidas veces a una velocidad constante.
— Lamento la mala intrusión, quería el cesto de ropa sucia—se disculpó Kate señalándolo, Perséfone continuó riendo en susurros a la vez que tomaba el cesto con cierta fuerza que no parecía poseer, Liz observaba la escena divertida. ¿Qué clase de madre dejaba que dos chicas entraran al cuarto de su hijo sin que esté mismo estuviera?
En cuanto Kate se fue, Liz aprovechó para dejar el papel donde se encontraba segundos antes, dio un último vistazo a los objetos que se encontraban en esa habitación y se encaminó hacia la puerta. A unos milímetros de ella, Perséfone le detuvo.
— ¿A dónde vas, Liz?—le preguntó la niña.
Liz le dedicó una sonrisa, aunque en el fondo supiera que esa actitud era sólo una de las facetas de esta joven.
— Debo volver a casa, comienza a anochecer y estar aquí está mal. Jim no querría que estuviéramos aquí y será mejor que me aleje de los problemas si no queremos otro susto de parte de alguien que realmente le siente mal todo este asunto—se excusó ella.
Perséfone asintió, se dirigió caminando apresuradamente hacia el estante de CD's, tomó uno al azar. Aunque se encontraban por el alfabeto la niña parecía saber exactamente el orden de cada uno y que simbolizaban para su dueño. Se lo extendió en la mano a la castaña, quién atónita miraba la bella portada de aquel disco. Era como una mezcla de flores con tonalidades cafés y azul palpitante. Revueltas en sí, simbolizando algo extraño que valía la pena descubrir.
— No insistas, llévatelo—exigió Perséfone con un tono en orden.—Sí se da cuenta échame la culpa a mí.
Sin dudarlo, Liz lo tomó en sus manos. Sintió un extraño escalofrío; el CD estaba tan viejo que sólo se veía el diseño de la portada, no el nombre del grupo.
(...)
Al día siguiente era día de ir al Rount. Liz se vistió con una falda esponjosa color granate y una blusa que lograba cubrirle el ombligo. Se recogió el cabello en una gran coleta y lo enredo en sí circularmente varias veces. Se colocó los audífonos e hizo sonar un demo de la nueva canción del grupo de su primo, Flowersook. La canción tenía algo que ver con café. Eso basto para convencerla de escucharlo e intentar dar su aprobación. Ahora Violet se había encargado de servir algo que le gustara tremendamente a su amiga, algo que fuera increíblemente imposible de no ansiar probar. Sabía que Liz no había desayunado, su deber era ayudarla en lo que se llegara a necesitar. Era pizza, combinada con jamón y peperoni. Liz se sirvió dos pedazos, aún sabiendo que se comería solo uno.
Pertinazmente, Timothy ya se encontraba ahí, sentado, enfocado por una única vez en sus zapatos. Tenía la mirada perdida, los labios fruncidos y movía los pies tercamente. Como si estuviera esperando algo, contando el tiempo que le quedaba.
Liz aspiró su aroma a unos cuantos metros, intentó mantener una sonrisa y se le acercó. Sin pedirle permiso, tomó asiento al otro lado de la banca.
— Hey, Tim—saludó ella, perspicaz levantó victoriosa el gran pedazo de pizza, retiró el exceso de grasa con una servilleta y dio un mordisco. Se sintió viva y llena en cuestión de segundos, era increíble el hambre que se sentía segundos antes de probar la propia comida.
ESTÁS LEYENDO
Increíblemente Sarcástico
Novela JuvenilSí Liz Parkinson pudiera describir su vida en una palabra definitivamente sería: complicada. No por el hecho de qué su vida era una constante decepción, llena de asuntos aburridos, sin recibir ningún tipo de ayuda recíproca, con un número indefinido...