2018.
El vestido era esponjado. Cual reina de Disney, impacientándose por qué el día acababa de llegar. Las damas con sus vestidos color magenta revoloteaban como mariposas, haciendo sonar sus tacones provocándoles ampollas. Que a fin de cuentas les haría mejor altura. Atendiendo todos los detalles, y ella por fin podía verse perfecta en el espejo frente a sus ojos.
Por otro lado, el novio en complicidad con el padrino se arreglaba la corbata con el sudor corriendo por su frente, el padrino le retiraba el sudor con un paño y le aseguraba que todo se encontraría bien. Su tono calmado era una de las habilidades que tenía para darle un toque de tranquilidad a las situaciones más dificultosas.
Sin verse uno al otro aseguraban la buena suerte, aunque esa creencia era más que nada de parte de la novia quién supersticiosamente esperaba que el novio se adelantara a la Iglesia para así salir del lugar donde demasiados nervios se encontraban juntos. Una flor coordinaba los accesorios, prendida a su oreja. Apartando el cabello de su rostro. Observa nerviosamente una última vez su reflejo en el espejo, y se dice a sí misma. Tú estás bien y lo estarás mañana también.
Cuando el novio sale del lugar, el padrino le da unas palmaditas en el hombro dedicándole una sonrisa que asegura bienestar. Realmente todo el mundo se estaba esforzando por mantenerlos calmados a ambos. Sin importar lo que costara o las cosas que tuvieran que decir para lograrlo.
Las puertas se abrieron dando paso a la niña de los pétalos, quién afortunadamente era la mismísima Keyla Tommo, vistiendo un atuendo con flores adornando el impertinente vestido. Sí alguien se dedicaba a mirar la boda desde un ángulo desconocido, podría decir que a la mujer que se casaba le encantaba el rosa y las flores.
Mientras la novia avanzaba con la música sonando de fondo, Liz tomaba su mano derecha y Leah tomaba la izquierda. Le transmitían seguridad a través de la conexión que estaban propagando. Ryan esperaba junto al altar con la impaciencia delatándose en sus ojos, brillando con fervor, deleitando su sentido del amor hacia ella observando lo esponjado de su vestido, el brillo de sus labios, la felicidad en los aires. James permanecía al lado de él, de lo contrario. El estaba más concentrado mirando a la dama principal que a la mismísima novia. Imaginando cuando llegara el momento para ellos.
Le quitaron el velo cuando iba a comenzar la ceremonia dejando a la vista un indispensable peinado pelirrojo y una sonrisa de lado a lado. Sonrisitas por aquí, sonrisitas por allá.
La boda transcurrió en un santiamén. O eso parecía, por qué realmente les tomaba tiempo estar ahí. Era paciencia lo que había que tener, Liz sólo había estado en una boda una vez y le había tocado estar al final de los asientos de la Iglesia. Esa vez era la dama de honor principal, y usaba un vestido magenta y su madre se estaba casando con alguien que la había querido en todas las situaciones posibles. Había encontrado a alguien después de tanto tiempo.
— ¿Dafne Sophia King, acepta a Ryan Albert Rose como su esposo?—preguntó el señor encargado de casarlos.
Y se hizo un silencio sepulcral. La respuesta ya estaba decidida obviamente.
— Acepto.
Ryan se aclaró la garganta, mirando por encima de todo el maquillaje a la mujer que quería.
— ¿Ryan Albert Rose acepta a Dafne Sophia King como su esposa?
El la miró una última vez antes de decir que aceptaba. El padre dio su consentimiento y Ryan le propinó un indispensable beso. Que los uniría.
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Increíblemente Sarcástico
JugendliteraturSí Liz Parkinson pudiera describir su vida en una palabra definitivamente sería: complicada. No por el hecho de qué su vida era una constante decepción, llena de asuntos aburridos, sin recibir ningún tipo de ayuda recíproca, con un número indefinido...