15. Tormento y Butterwin.

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Días después. Liz salió de viaje con Dafne y Violet. Era un 'Viaje de chicas' sin chicos, sin novios, sin ningún contrariado o complejo del sexo opuesto rondando por ahí. Incluso habían apostado a que no hablarían de un chico o se darían un 'leve' golpe en la cabeza. Resultaba divertido que Violet fuera a la que más se le obstaculizaba mantenerse callada en sus asuntos, tomando en cuenta que ella era la que se había unido por último al terreno amoroso de la vida en sí. Violet había comprado un nuevo disco, específicamente para el camino de viaje. Se repitió tantas veces que Liz se colocó los audífonos a mitad del recorrido, para tener el propio control sobre sus vicisitudes. Dafne, quién se erguía en el asiento del copiloto de la parte delantera murmuraba los ritmos de las canciones del disco. Era impresionante cómo podía vivir de una manera tan feliz sin ver los arboles que circulaban por el camino. Inclusive parecía que vivir así se les tornaba más difícil tanto a Violet como a Liz.

    La costumbre de Liz en los viajes de carretera era dormirse en los primeros minutos; durante casi todo el camino. Pero ese día se encontraba implícitamente distraída, llevada por el paisaje como si sus sentimientos dependieran de ello.

    Pensaba en sí misma, sí ella lo dijera en voz alta sonaría hipócrita e insensible. Pero así era, le gustaba analizar su vida y se esa manera fijarse en las cosas buenas en lugar de las cosas malas. Pero le resultaba imposible no introducir en su análisis los asuntos que le destrozaban la felicidad. Era involuntario.

    Pensó en Leah, en Erin. Pensó en las miles de veces que había permitido que le dijeran cosas que le dejaban mal. Que hacían que ella se sintiera peor de lo que ya estaba. Le decían lo que Violet dijo que las personas le dirían, lo que tendría que soportar para sobrevivir.

    Pensó en John y Jenny y se preguntó con incoherencia sí ya se habrían peleado el día de hoy. O sí se habrían hablado por lo menos.

    También pensó en Timothy, el dichoso, dichoso Timothy. Miraba los arboles por la ventanilla, verde esperanza y sentimentalismo. Se preguntó interesantes cuestiones. ¿Qué se encontraría haciendo?

    Mientras se preguntaba eso, Timothy preparaba un sándwich. Le resultaba interesante pensar en un nombre para bautizar los alimentos que se le pasaban por la cabeza. No es como si fuera increíblemente ingenioso, le gustaba la comida. Que el mismo preparaba. No se sentía seguro si comía algo que otras personas hubieran preparado a menos que fuera su mamá, su hermano o en un restaurante, ya que ahí no había otra opción. Se comería el sándwich con un nombre tan extraño que no era capaz de pronunciar dos veces seguidas y luego se iría a dormir. Las jornadas de alguien de tal edad resultaban agotadoras.

    De lo contrario, Liz aún no conocía suficientes cosas sobre él como para imaginarse que estaría haciendo en ese preciso momento, o asegurar que se encontrara en su propio hogar, en su propia habitación; haciendo quién sabe qué.

    — Hey, Liz—le llamó Violet del asiento delantero. — Mira las nubes.

    Liz obedeció. Se giró a ver por la ventana de Violet, las nubes se sucumbían en un trastornado paisaje de formas de diferentes texturas coloridas, formando desde figurines hasta estrellas de fantasía. Para culminar, unas pequeñas nubes de tormenta se acumulaban justo arriba de ellos, en el automóvil. Y se movían rápidamente, como si estuvieran persiguiéndolas en una persecución sin culminar.

    — ¿Por qué se habrán acumulado así?—le preguntó Liz.

    Violet se encogió de hombros. Dafne roncaba levemente, fue cuando Liz le advirtió a Violet que guardara silencio. Hacía mucho tiempo que Dafne no podía dormir en los recorridos de viajes de carretera, debido a la manera en que sus padres le llevaban a viajar. No era algo bonito de recordar.

Increíblemente SarcásticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora