8. Café triple P.

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PinkPaperParson era el café preferido de Liz. Después de la escuela. Los días lunes y viernes se reunían ahí. De vez en cuando se volvía complicado por las personas relacionadas (parejas) qué asistían. Se preocupaban más de estar juntos y arrebatarse mutuamente esperanzas de amor que por hablar como personas comúnmente civilizadas. Cuando Liz acompañaba a Leah o a Erin junto a Ethan o Frank, terminaba sentada junto a un asiento y una buena Coca-Cola. O un batido de fresa. Dependía del humor diario. Tenía una lista para dividir su humor de bebidas.

    Humor Bueno: Batido de fresa con chispas de chocolate y espuma.

    Humor Malo: Ron con Coca-Cola.

    Humor a término medio: Una simple y triste Coca-Cola.

    Así eran las bebidas y así era como tenían que ser. Está vez era martes. Liz había invitado a un chico por primera vez desde qué había conocido aquel nuevo café. O bueno. Era el primer café-cita-o chico qué se dignaba a salir con ella desde él. Liz solo temía encontrarse con él chico que una vez le quiso y se había enfadado tremendamente con todo mundo cuando las cosas habían terminado mal. Solo esperaba haber traído el dinero suficiente para pagar lo que siempre ordenaba, al doble. Porque le había contado a James la delicia de una comida que ni siquiera había comprado. Solo había observado con apetito el menú. Liz no podía darse el lujo de comer esas cosas, estaba en el peso medio. El sobrepeso nuevamente era su mayor temor. Solo ansiaba algún día pesar lo suficientemente poco como para encontrarse bien consigo misma y comer todo lo que quisiera. Todas las delicias de las que se había privado hasta estar en línea. Tanto su cuerpo como su salud mental y física.

    Retomando...

    Cuando Liz llegó al PinkPaperParson o 'Triple P', James aún no se encontraba ahí. Ella ordenó un batido de fresa. Salir con alguien interesante le provocaba felicidad. Pero esperar no era su fuerte. Su inconsciente creaba una imagen terrible de un futuro inciertamente realista, donde todo el mundo la abandonaba fuera segura su propia asistencia o una simple ilusión. Pero increíblemente difícil de creer, en menos de cinco minutos la persona llegó. Y Liz tenía cara larga, y se encontraba a punto de llamar a la camarera para pedirle Ron con Coca-Cola.

    — Hey—saludó aquel muchacho con una sonrisa dibujando el contorno de las arrugas de su mejilla—No has ordenado sin mí, ¿O sí?

    Liz rió con nerviosismo.

    — No, creí que no vendrías.

    James soltó una risotada, vaya humor lleva esté chico—pensó Liz.

    — No faltaría, sí llegara a hacerlo sería por una razón extremadamente importante. Como una guerra nuclear o un dinosaurio rondando por las calles—confirió, provocando una pequeña sonrisa en la cara de Liz. Mutuamente hablando las sonrisas no podían faltar.

    Liz se tomó unos segundos para responder, después de pedirle a la camarera Yuri la comida que Liz siempre había querido comer, pero nunca había ordenado. James le miró como si fuera lo más bonito que hubiera visto en mucho tiempo. Ella no vio de esa manera las miradas de su amigo. No, Liz no creía capaz a nadie de verla de una bonita forma.

    — Seguramente te estarás preguntando porque te he citado aquí hoy—comenzó.

    — No me lo pregunto porque estoy seguro de que no necesitas de una razón específica para querer salir conmigo a tú lugar favorito—inquirió James.

    — No muchas personas saben de este lugar, pero esa no es la razón de que estés aquí—explicó—Quiero que me ayudes a algo—.

    — ¿Yo?—se limitó a reír—No sé hacer muchas cosas, solo máscaras con pegatinas y ponerles mantas a los hoyos de los árboles.

Increíblemente SarcásticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora