Leer la nota al final, es importante.
El día que Liz asistió a la escuela fue razonablemente tranquilo. Asistía realmente con regularidad, aunque no le importaba sacar un buen promedio mantenía una nota. Tal parecía que los profesores tenían compasión y lastima por los jóvenes desentendidos. Se preocupaban tanto que les asignaban trabajos extras, les subían puntos que no se merecían o les dirigían miradas de insatisfacción. Las personas que realmente se preocupaban por ello se alegraban inmensamente el día de la llegada de las calificaciones. Las que no, solo esperaban no tener una fiesta en el calendario de ese fin de semana. Cuando llegó la hora de cambiar de clase al salón de historia, Liz tomó asiento en la fila de en medio. Más delante de las personas que no les interesaba la clase y un poco más atrás de los que estaban demasiado interesados.
Sacó una libreta para anotar las actividades del día de hoy que se encontraban en el tablero frente a sus pupilas. En eso la señorita que se llevaba a los alumnos a dirección tocó la puerta y pidió hablar con ella.
En cuanto salió afuera le tomó con ligereza del brazo. Liz extrañada frunció el ceño, no tuvo miedo de ningún producto de violencia. Había cámaras y rastros en su brazo. Eso pasaba por su mente después de ver demasiadas veces la película Nunca Más. Por más cardiaca que fuera.
— ¿Elizabeth?—preguntó la señorita.
Rodó los ojos con cansancio.
— Es Lizbeth. ¿Qué sucede? ¿He hecho algo malo que merezca mi ausencia en clase?
La señorita negó con la cabeza.
— No, sólo. Apresúrate, alguien quiere hablar contigo en la oficina de la psicóloga.
Liz asintió a su vez caminando por los pasillos apresuradamente. Más porqué la señorita le apresuraba, ella no tenía ninguna prisa. Podría faltar a la siguiente clase, que era Matemáticas.
Al llegar a cubículo. Miró entrañablemente al amigo de su primo Evan, Mark. El guitarrista de Flowesook.
— Tú primo se va de gira. De viaje. —Soltó repentinamente. No se dio tiempo de sonreírle ni nada parecido.
Liz asintió frunciendo los labios sin saber que tenía que ver en el tema. Metió las manos en sus bolsillos como un gesto forzado.
— Me ha obligado a decirte que sí tienes una considerable cantidad de dinero en mano. Podrías acompañarnos a mí y a los demás.
Liz se levantó de la silla como caballo de troya saliendo a carrera.
— Estás bromeando.
— Evan estará en New York. —Apuntó Mark.
Liz negó con la cabeza. Aún no se lo creía.
— Estás bromeando.
— Créeme me gustaría que así fuera. Lo que menos me importa es una niñata en el mismo hotel. Pero lo digo enserio.
— No deberías decirle niñata a alguien que tiene más madurez mental que tú.
— No deberías contestarle a alguien que podría sacarte del hotel a patadas—contraatacó Mark guiñándole un ojo.
Liz continuó carcajeándose, negando con la cabeza. Demasiado cambio en sus emociones.
— Tengo que hablar con Evan de esto.
Y salió hecha un lío, demasiados pensamientos. Demasiadas dudas.
(...)
Al llegar a casa dejo caer su bicicleta en el patio delantero, sin por lo menos inmovilizarla. Ya lo haría más tarde. Azotó la puerta, no-intencionalmente. Sacó su teléfono, no había podido llamar a Evan en la escuela. Monitoreaban el control de celulares.
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Increíblemente Sarcástico
Roman pour AdolescentsSí Liz Parkinson pudiera describir su vida en una palabra definitivamente sería: complicada. No por el hecho de qué su vida era una constante decepción, llena de asuntos aburridos, sin recibir ningún tipo de ayuda recíproca, con un número indefinido...