3. Leah, Erin, Dafne y Violet.

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Leah y Erin formaban parte del grupo de personas qué se tomaban el tiempo de molestar a Liz. De buena manera, claro está. Eran sus mejores amigas, ambas solían poseer una belleza fuera de este mundo con anchas caderas y piernas de hojalata grande. A diferencia de Liz, (quién tenía algunos kilos de más) ellas conservaban una figura destacada por la fragilidez. Asistían a rutinarias de gimnasio, comían lo qué se les ordenaba comer predeterminadamente y llevaban a cabo otras cosas qué les atribuían a la salud máxima y suprema (en cuestión de adolescencia feliz). Ambas tenían novios, de nombres Frank (Quién tenía el cabello exageradamente largo y poseía unos tolerables ojos color verde) e Ethan, quién era el mayor de grupo. Cinco años más y podría ser el padre de Leah. Pero eso no tenía importancia en el mundo de la adolescencia feliz. En el mundo de la adolescencia feliz sólo importaba eso, ser feliz. Siendo un adolescente complicado.

En este momento Leah, Erin y Liz se encuentran caminando por una vereda qué conduce a una terraza, situada y repartida en dos caminos qué se dirigen al centro comercial y a un pequeño lago terrenal qué era mantenido por los encargados de los terrenos cercanos. Liz amaba visitar ese lago, pero ambas amigas no estaban muy de acuerdo en pisar terrenos qué no les satisficieran en absolutamente nada.

— Vas a tocar fondo, Liz. —advirtió Erin mirando con una mirada de repugnancia el agua cristalina qué parecía llamarlas a acercarse.

— A veces me pongo a dudar sí realmente han elegido ser amigas mías o han encontrado algo y lo han explotado a máxima capacidad—respondió Liz.

Leah rodó los ojos, por su cabeza sólo pasaba la barba de dos días de Ethan.

— Probablemente, aunque estoy segura qué si así fuera no lo diríamos de esa manera tan complicada—cuestionó Leah acercándose refunfuñando en susurros.

Erin y Liz soltaron una carcajada. Erin saltó con una mano en la cintura al otro camino qué se dirigía al centro comercial, mentalmente Liz se hacía el recordatorio de llevar un celular con mucha batería. Sí quería dirigirse a un lugar distinto sin tener ningún tipo de comunicación, estaba cabrón.

— ¿Porqué no se quedan conmigo?—preguntó Liz con dejo de tristeza.

Erin y Leah pensaron en una buena excusa qué sirviera para dejar a Liz pensando y pudieran escapar por la vereda para dirigirse a donde realmente querían ir.

— Veré a Frank en el centro—avisó Erin.

— ¡Ah por dios!—se quejó Liz— ¡Lo vez casi todos los fines de semana!

Erin se mordió el labio enfadada, odiaba qué Liz le refunfuñara en cara cualquier cosa. Fuera cierta o mentira.

— Lo entenderás cuando te enamores, Lizbeth—conyugó.

Liz rodó los ojos.

— Sabes qué odio qué hagas eso.

— ¿Hacer qué?—inquirió Erin claramente molesta.

— Eso—exclamó Liz—Decir cuando hagas tal cosa entenderás porqué pensamos y por qué hacemos cosas qué no tienen sentido. Eso es claramente idiota, por qué déjame recordarte para tú información qué tengo la misma edad qué tú y puedo haber pasado por más cosas de las qué tú has pasado.

— ¡No te pongas a relatar ligamentos, Lizbeth! Odio cuando haces el intento de hacerte la inteligente en cualquier tema cuando la realidad es qué...

— ¿Soy una inexperta idiota qué deja qué la apuñalen por la espalda?—Erin tragó saliva—Probablemente, pero al menos sé lo qué es verdadero y lo qué no perdurara.

Increíblemente SarcásticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora