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(MEI)

Un par de horas después, cruzábamos la puerta de un restaurante al que Víctor me había llevado. Me había puesto una falda de tubo negra, una blusa azul de manga larga y una americana a juego con la falda. También me había puesto tacones, por "sugerencia" de Emma, quien, después de contarle por teléfono lo del concurso y de ella haberme felicitado, me había aconsejado-obligado a ponerme esos zapatos para la cita. Qué raro sonaba decir "cita", aún no me había acostumbrado a ello.

Nos sentamos en una mesa que ponía "reservado". Me extrañé.

-¿Has reservado la mesa?-asintió-. No te he visto llamar.

-Eso es porque ya tenía reservado desde ayer-me dijo.

-¿Y eso?-pregunté entre confundida y emocionada.

-Ya lo tenía planeado-respondió mientras me invitaba a sentarme como todo un caballero.

Jamás habría podido imaginar a Víctor como una persona planificadora o tremendamente educada, más que nada por su carácter. Se lo dije.

-Eso es porque quiero impresionarte-me contestó mientras se sentaba en frente de mí.

"Si ya me tienes impresionada" quise decirle, pero no lo hice porque sabía que hasta que él no lo comprobase por sí mismo no se quedaría a gusto.

Pedimos la comida, nos la trajeron y la comimos envueltos en una conversación de temas variados y sin importancia. Varias veces, mientras leía la carta o comía, sentía la mirada chocolate clavada intensamente. En esos momentos, levantaba la vista, comprobando que, sin lugar a dudas, me observaba como embelesado y, a la vez, analítico, como si examinara cada uno de mis rasgos y, después, se diese cuenta de que era lo más maravilloso que sus ojos pudiesen haber visto jamás. Esos momentos no me incomodaban en absoluto, es más, me hacían sentir especial y única; lo que no quitaba que me ruborizase. En cuanto esto ocurría, Víctor sonreía y, de seguido, soltaba una pequeña carcajada.

-¿Por qué te ríes de mí?-le pregunté una de aquellas veces intentando sonar dura, sin embargo me delató la mueca que hice al intentar parar la sonrisa que me salía solo con escuchar el sonido de su voz.

-No me río de ti, me río contigo-me respondió.

-No, te estás riendo tú solo-intenté apretar los labios en un último intento de aguantar la sonrisa.

-No, tú también te estás riendo-entonces se volvió a reír y todos mis esfuerzos se fueron al traste.

-Está bien, me has pillado-dije entre carcajada y carcajada-, pero es que me pongo roja con cualquier cosa y tú no ayudas mirándome de esa manera tan penetrante.

-Lo siento, la próxima vez saldré con una chica más fea para no quedarme como un idiota mirándola por lo hermosa que es y que no se da cuenta de ello-dijo levantando las manos a modo de defensa.

Entonces, se me presentó ese instante en el que no supe qué decir, jamás me habían dicho cosas así y él las decía con una soltura a la que yo no estaba acostumbrada y, me parece, que él tampoco las había dicho así a nadie hasta que llegué yo; me sentí aún más única y especial. Esos segundos de debate interno sobre cómo responderle llegaron hasta el momento en el que volví a analizar la frase que me había dicho.

-¿Has dicho que la próxima vez –recalqué esas dos palabras- saldrás con una chica más fea?-enarqué una ceja.

-Te acabo de llamar hermosa y ¿tú lo único en lo que te fijas es en que he dicho esa tontería para hacerte un mejor cumplido?-se quedó mirándome tan fijamente que pensé que se había enfadado-. Dios, es que ni aun diciéndote lo preciosa que eres, te lo crees. Joder, si es que me encantas-sonrió y, a continuación se levantó para darme un beso por encima de la mesa.

ThreeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora