Cap18 El corazón destrozado de mi hermana

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-¿Qué hay entre Manuel y tú?

Ayden apuró su cerveza antes de contestar. Fingí que no me daba cuenta de que estaba haciendo tiempo. Lo normal era que respondiera incluso antes de que yo hubiera terminado de hablar. Era de respuestas rápidas, nada de meditar lo que iba a decir, en eso nos parecíamos.

-Nada.

-Es guapo -insistí, desviando la mirada hacia la barbacoa.

Manuel y Erik se afanaban preparando el fuego. No estaban empleando bolsas de carbón. El anfitrión había insistido en usar leña.

Manu lucía un aspecto mucho más desenfadado que el día anterior, vaqueros y una sudadera de la que se había deshecho en cuanto las llamas comenzaron a cobrar fuerza. Incluso llevaba el pelo revuelto. Tuve que admitir que le daba un aire pícaro mucho más atractivo.

-Y parece que le gustas- proseguí.

Mi hermana se deslizó de la mesa de piedra en la que nos habíamos sentado y tomó asiento en una de las sillas. No me miró, y solo le faltó suspirar y ponerse a dibujar corazoncitos en el aire. Allí había tema seguro.

-Somos amigos, buenos amigos.

-Amigos -repetí.

Me hubiera apostado a Cooper a que entre aquellos dos existía algún tipo de atracción, y que se mostrara reacia a confesarlo no hacía más que aumentar mi curiosidad al respecto.

-Sí, ya sabes, dos personas que se llevan bien y disfrutan estando juntas - replicó. Se frotó las palmas de las manos contra los pantalones y me costó no echarme a reír.

-¿Y sabe que estás enamorada de él? -le espeté de sopetón.

Me respondió con un empujón que no tuvo nada de juguetón y casi acaba con mis huesos en el suelo por segunda vez en el día. ¡Ay! Si las miradas matasen...

-Quieres hablar más bajo -me reprendió, tan nerviosa que la botella se le escapó de las manos y fue a parar a sus pies.

Solté una risita al comprobar que el aludido se giraba y nos sonreía. A Ayden se le pusieron rojas hasta las orejas. Sí, sí que había tema.

-No hay nada entre nosotros - susurró mi hermana, pero en sus ojos había un anhelo que no había visto nunca. Por lo general, afrontaba este tipo de situaciones con decisión, era de las que si le gustaba algo, iba por ello. Lo de marear la perdiz lo dejaba para mí.

Así que ¿por qué tantas dudas? Sus problemas parecían más fáciles de resolver que los míos. Me alegraba tener otro asunto en el que concentrarme, aunque ella no estuviera feliz.

-Ayden, nos conocemos... ¿Cuál es el problema?

Suspiró y regresó a su sitio sobre la mesa. Enlazó su brazo con el mío, como hacía siempre que estaba disgustada por algo y buscaba consuelo.

-Tuvimos algo -aceptó por fin, sin dar más detalles.

-¿No funcionó?

Manuel seguía mirándonos de tanto en tanto, como si quisiera asegurarse de que seguíamos allí. Erik tampoco perdía la oportunidad para concentrar su atención en nosotras. Parecíamos niños de colegio, cuchicheando y buscando los ojos del otro.

-Tú lo has dicho, no funcionó - respondió Ayden con resignación-. Él no funcionó.

Alzó las cejas en un gesto sugerente que me dio a entender que no se refería a la relación en sí.

-¡Oh! ¿Él no...?

No pude añadir nada más. Zoe atravesó el jardín contoneándose y se cruzó con Manu, que vino directo a donde estábamos. Estaba claro que no podía mantenerse durante mucho tiempo lejos de ella.

Y si... Erik Durm Donde viven las historias. Descúbrelo ahora