Cap22 La teoria de los primeros besos

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No bajé a cenar. Encerrada en la habitación y en mí misma, me había convencido de que aquella escapada se había terminado para mí. El lunes, con el comienzo de una nueva semana y con Cooper siendo reparado en el taller, todo lo sucedido quedaría atrás.

Me esforcé por pensar de una manera racional, al margen del enfado por las palabras de Kevin. De nada valía ignorar el futuro, porque este siempre terminaría por alcanzarme. La realidad estaba ahí, a la vuelta de la esquina, acechando pacientemente para abalanzarse sobre mí en cuanto me descuidara. Tenía un compromiso, tres años de mi vida que no podía borrar de un plumazo. La atracción que Erik despertaba en mí era solo el resultado de los nervios por la boda, como esos tíos a los que les tiembla el pulso de camino al altar, los mismos que no saben si serán capaces de dar el sí, quiero hasta que lo hacen.

Ahondé en ese pensamiento, en los días que habíamos pasado juntos, en todo lo que compartíamos. Yo seguía queriéndole. Kevin siempre había sido lo primero en mi vida, aunque nuestra relación en muchas ocasiones no marchara tan bien como desearía. ¿Y si lo estaba estropeando todo? ¿Y si lanzaba por la borda una sólida relación por una simple aventura? ¿Y si? ¿Y si? ¿Y si? Gruñí de un modo muy poco femenino y estampé la cara contra la almohada. Un dolor sordo se extendió por mis sienes y sentí la cabeza a punto de estallar, pero la vergüenza me impidió ir en busca de un analgésico.

Me contenté con cambiarme de ropa y meterme en la cama.

Apenas llevaba diez minutos entre las sábanas cuando alguien llamó a la puerta. -¿Hanna? ¿Puedo pasar? - preguntó Erik desde el otro lado.

No sabía si Ayden lo habría enviado con la intención de que sucediera algo entre nosotros o se habría ofrecido a subir allí para comprobar que no estaba golpeándome contra las paredes. De cualquier modo, aturdida como me encontraba por la avalancha de sentimientos de mi interior, lo dejé pasar. -¿Todo bien? -me interrogó desde la entrada, más serio que de costumbre.

Me recosté contra el cabecero y aparté la vista de sus ojos, que parecían escarbar en los míos en busca de una respuesta más sincera de la que mis labios podrían darle.

-Solo estoy cansada -mentí.

Intenté sonreír, pero nunca había tenido buenas dotes interpretativas.

Él, por el contrario, sí consiguió esbozar una sonrisa convincente, una que iluminó las sombras de la habitación e incluso algunas de las que poblaban mi interior. Alguien debería patentar la expresión de su rostro en esos instantes, apostaría a que tenía dotes curativas.

Si decir nada, sin ninguna otra pregunta, vino hasta el lateral de la cama y permaneció en pie observándome. Me pregunté qué era lo que veía, por qué actuaba de aquella forma conmigo. Al fin y al cabo, no me debía nada y apenas nos conocíamos, por mucho que yo me sintiera como si hubiéramos sido amigos desde siempre. O algo más que amigos.

Puede que simplemente conectáramos, que fuera verdad eso que contaban de que había personas que estaban destinadas a conocerse, a estar juntas... O bien puede que fuera lo que yo quería creerlo así.

-¿Quieres que te hable ahora de la importancia de los primeros besos? - se ofreció.

Enarqué las cejas, sin saber qué podía esconderse detrás de la pregunta.

Había sacado el tema a raíz de nuestra conversación sobre Ayden. ¿Era eso de lo que quería hablarme?

-Adelante -accedí, cautelosa.

Me hizo un gesto para que le cediera parte del colchón y se tumbó a mi lado, con su costado reposando contra el mío. Cruzó los pies a la altura de los tobillos y también los brazos frente al pecho. No supe si se ponía cómodo o se estaba protegiendo de algo.

Y si... Erik Durm Donde viven las historias. Descúbrelo ahora