Cap35No voy a rendirme

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Después de dos partidas y muchas carcajadas, la mesa alta que había junto a la diana estaba saturada de vasos

-¿Otra?

Hice un gesto afirmativo y el suelo tembló de forma leve bajo mis pies. Me lo estaba pasando genial. No ya por el hecho de que hubiera alcanzado un estado alegre debido al alcohol, sino porque Marco era un chico amable y muy simpático, tal y como me había parecido desde el principio, y creo que se estaba esforzando para que me sintiera a gusto.

Alguien me tapó los ojos y reconocí de inmediato el perfume de Ayden. Me deshice de sus manos y me giré. Manuel, que pasaba por detrás de ella en dirección a los demás, me saludó con un gesto y siguió adelante. Había evitado mirar hacia la barra y Marco había actuado como una excelente distracción hasta ese momento, pero me permití echar un vistazo a riesgo de descubrir que Erik y Zoe habían pasado de los frotamientos a los jadeos.

Sin embargo, me encontré con que Erik tenía la espalda contra la barra y me observaba fijamente con los brazos cruzados. Ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa torcida, provocándome un estremecimiento. Me reprendí por no tener ningún tipo de control cuando se trataba de él.

De Zoe y Julian no había ni rastro. Mi hermana se interpuso en mi campo de visión. Por su expresión debía de estar deseando acribillarme a preguntas.

-¿Juegas? -inquirí, haciéndome la loca.

Su mirada fue de la mesa al rostro de Marco y luego regresó al mío.

-Tú y yo hablaremos luego -me amenazó. Le lancé una mirada elocuente y señalé a Manuel.

-Lo estoy deseando.

Soltó un suspiro y se deshizo del pequeño bolso que llevaba cruzado sobre el pecho para coger los dardos. Su incorporación atrajo a Manuel, que se acercó y me dio un beso en la mejilla.

-¿Jugamos por parejas? -sugirió Ayden, y sin esperar una respuesta se acercó a la máquina para cambiar el modo de juego.

-Somos cinco -señalé.

Manu alzó las manos al tiempo que negaba.

-A mí no me miren. No quiero dejar tuerto a nadie -alegó, y fue a sentarse al taburete.

Hizo hueco en la mesa para su cerveza y se entretuvo observando a Ayden. Su expresión soñadora dejaba claro que continuaban manteniendo su extraño tira y afloja. Me encogí de hombros y busqué a Marco para formar equipo con él, pero el muy traidor ya estaba junto a mi hermana. Me guiñó un ojo y yo le enseñé la lengua.

-Parece que somos pareja - comentó Erik. Su afirmación, poco acertada dadas las circunstancias, desató mi lengua.

-Tal vez prefieras jugar con Zoe -escupí con sorna, alentada por el aire resignado con el que había hablado.

Se rio como si no acabara de soltar el comentario con bastante mala intención y se situó justo delante de mí, tan cerca que tuve que alzar la cabeza para mirarlo a la cara.

-Prefiero jugar contigo -afirmó, y las palabras sonaron a provocación-. A no ser que tú quieras hacerlo con Marco -añadió, alzando una ceja.

No resultó difícil captar lo que estaba insinuando. Aluciné. Pero no pude evitar soltar una carcajada. -Sí, claro, en eso pensaba -le espeté, resentida-. Y puede que mañana quede con Julian para echar una partido de futbol y dejar que me cuele un par de goles.

Trató de agarrarme de los brazos y sabía que, si se lo permitía, acabaría estampada contra su pecho. Su aroma me envolvería y, si además lo completaba con una de sus sonrisas, empezaría a dudar hasta de mi nombre. Así que me solté y lo fulminé con la mirada.

Erik aprovechó mi desconcierto para enlazar los brazos en torno a mi cintura. Puse la mano sobre su pecho y lo empujé para separarlo, pero se mantuvo firme.

-Deja que me quede un rato más aquí, solo hasta que pase la tormenta... -tarareó en mi oído, mientras se movía al ritmo de la música y me arrastraba con él. Mi cuerpo reaccionó a su cercanía con voluntad propia. Mis caderas se alinearon con las suyas y la mano que mantenía sobre su pecho, se aferró por sí sola a su camiseta. Odiaba con todas mis fuerzas en lo que me convertía, pero adoraba ver que él también sufría las consecuencias de sus actos. Sus labios se entreabrieron y su respiración se aceleró.

-Maldito seas, agente Durm -farfullé para mí misma.

Escuché a Ayden reclamarme desde algún lugar a mi espalda, pero todo lo que yo veía era a Erik con los ojos repletos de deseo y desgranando frase por frase la letra de la canción en voz baja. Al llegar al estribillo elevó el tono.

-Y antes de que te des por vencida, piensa que es la única vida que podemos compartir...

-Erik -murmuré, absorta en su boca.

Pero él negó y sonrió.

-Simplemente juguemos a los dardos. Quiero que te lo pases bien esta noche -argumentó, y sonaba sincero-. No pienses en nada más, solo en ganar a ese par de pardillos. ¿Trato hecho?

-Necesitamos tener una charla - señalé, y él pareció encogerse.

Tenía demasiadas conversaciones pendientes: Ayden, Erik, Kevin...

¿Qué se suponía que iba a decirle a mi prometido?

-Está bien -aceptó-. Pero no ahora. No aquí.

Asentí y di un paso atrás. Esta vez me dejó ir.

Marco pasó por nuestro lado con una bandeja llena de bebidas y me lanzó una mirada de lo más elocuente.

-¿Jugamos? -dijo, alzando las cejas varias veces.

Solté una carcajada sin ganas. Alargué la mano y me hice con uno de los vasos. Me tragué el tequila de golpe. El líquido me abrasó la garganta y las lágrimas afloraron a mis ojos. No supe si fue debido a los grados de la bebida o a las emociones que pugnaban dentro de mí, pero decidí que no quería adivinarlo esa noche.

«Mañana», me dije.

Miré a Erik, que me observaba en silencio. El azul de sus ojos se asemejaba a un océano furioso, en plena tempestad, como si él también estuviera librando su propia batalla. ¡Dios, cómo me gustaba! Eso era lo que lo complicaba todo, que me sintiera tan cómoda con él, que me atrajera de esa forma irracional y que consiguiera, con una única mirada, despertar en mí el anhelo de sus labios.

-Bien.

-¿Bien? -replicó él. Deslizó la yema de los dedos por mi rostro, dibujando la línea de mi mandíbula, y asumí que, pasase lo que pasase a partir de entonces, había una parte de daño que ya estaba hecho.

Le sonreí y él me devolvió el gesto, pero la alegría no le llegó a los ojos.

Eché de menos las arruguitas que se le formaban en torno a estos cuando reía y sus atractivos hoyuelos.

-Vamos -le tomé del brazo y lo empujé en dirección a la diana, deseosa de borrar la amargura de su expresión -, antes de que se crean que pueden ganar esta ronda.

-No voy a rendirme -murmuró.

No quise darle importancia a su comentario, aunque era probable que Erik no se estuviera refiriendo a una simple partida de dardos.

A pesar de mi inquietud, cerré el número veinte con un triple y todos acudieron junto a la mesa para beber.

Ayden aprovechó la oportunidad para esparcir su parte de la sal en el cuello de Manuel y la lamió sin recato, este se ruborizó y se puso tan nervioso que el vaso resbaló de entre sus manos. Pero no contenta con eso, embutió la rodaja de limón entre sus labios y se inclinó sobre él para tomarla directamente de su boca.

Crucé una rápida mirada con Erik, que asentía con la cabeza y sonreía, por fin.

-¡Oh, por Dios! Son como los malditos osos amorosos -protestó Marco, poniendo los ojos en blanco.

Y si... Erik Durm Donde viven las historias. Descúbrelo ahora