Cap43 Año nuevo nueva vida

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8 meses después

Sidney Australia


-¡Feliz año nuevo! -Mi acompañante me abrazó y sus labios rozaron mi sien durante unos instantes.

-Feliz año nuevo, Robin.

Le devolví el abrazo y permanecimos aferrados el uno al otro durante un rato. Me di cuenta de lo cómoda que me hacía sentir y de lo mucho que había echado de menos ese tipo de demostraciones de cariño. No pude evitar pensar en Ayden y en mis padres, que probablemente brindarían dentro unas horas en la terraza de la casa familiar, como era tradición. Lo normal hubiera sido que, de existir una ausencia, fuera mi hermana la que faltara a la cita. Pero esta vez era yo la que había emprendido mi propia aventura y me encontraba a medio mundo de ellos.

-¿Les echas de menos? A tu familia, quiero decir...

Alcé la cabeza y sonreí. Robin era muy perceptivo y no era la primera vez que me sorprendía adivinando mi estado de ánimo. Aunque seguramente él también extrañara a su madre y a los hermanos que sabía que tenía.

Asentí, pero dejé que la sonrisa se extendiera por mi rostro para evitar empañar la felicidad del momento.

Volvió a besarme en la sien, y de ahí fue descendiendo, depositando pequeños besos en mi pómulo y mi mejilla.

Al darme cuenta de lo que se proponía, reconozco que cerré los ojos y disfruté tan solo unas milésimas de segundo de la sensación. Robin era un chico atractivo y, no solo eso, sino que proyectaba un aura de confianza que hacía que no pudieras evitar desear reclamar su atención. Hubiera podido dejarme llevar por la magia de aquella singular noche, por el entorno, el aire festivo, y esa necesidad de cariño que ni sabía que tenía. No obstante, no hubo una duda ni un «Y si» que me asaltara.

Solo había una persona en la que pensaba cada noche, justo antes de quedarme dormida, y que me obligaba a olvidar por la mañana al despertar, aunque no hubiera sido consciente de ello hasta ese momento.

Fue curioso comprender, en brazos de otro, que Erik era el único hogar al que ansiaba regresar, ese «Y si» que jamás desaparecería hasta que pudiera volver a mirarme en sus ojos y confesarle que él era el único riesgo que me aterraba correr, pero que aun así estaba dispuesta a intentarlo. Sentía un miedo atroz a su rechazo, a que todo lo sucedido entre nosotros hubiera quedado en el olvido para él después de los meses transcurridos, pero la nueva Hanna estaba dispuesta a afrontar ese miedo y a no rendirse sin antes haberlo intentado.

Empujé a Robin con ambas manos, suavemente pero de forma firme. En el cielo proseguían las explosiones y fue allí a donde él dirigió su mirada.

-Vuelvo a casa -murmuré, mientras admiraba el brillo multicolor que se reflejaba en sus pupilas.

Él tomó del suelo las dos copas con las que habíamos brindado a medianoche y me ofreció la mía.

-Por el regreso al hogar - proclamó, ofreciéndome una sonrisa triste.

No pude hacer otra cosa que secundar su brindis con la certeza de que la primera decisión de este nuevo año era, de alguna forma, la decisión más valiente que había tomado hasta ese momento.


Berlin Alemania

2 semanas después

Encontrarme de nuevo en mi apartamento resultó en cierta medida extraño. Antes de marcharme había recogido y guardado las cosas que mi ex tenía allí, si bien no eran los huecos en las estanterías o la ausencia de un segundo cepillo en el baño lo que me hicieron fruncir el ceño. Puede que lo que echara en falta fuera a Ayden tirada en el sillón soltando alguna de sus comentarios , o tal vez solo se tratase del olor a cerrado.

Opté por no prestarle más atención al asunto y me planteé si debía deshacer las maletas primero o ponerme a limpiar. También debía llenar la nevera y...

«¡Por Dios! ¡Vete a buscar a Erik ya!», me ordenó una voz.

Estallé en carcajadas al darme cuenta de que, esa nueva voz mandona, era por fin la mía.

Una ducha, un cambio de ropa, dos, tres... Dos horas después tuve que obligarme a parar.Fuera la fina lluvia de por la mañana se había convertido en un aguacero en toda regla. Tomé del armario un abrigo y puse rumbo a la casa de Erik. Tardé otra hora en llegar, y no fue debido al tráfico. Tampoco era que me hubiera perdido. Estaba retrasando de una forma totalmente consciente mi encuentro con él. La realidad era que me moría de miedo.

Sin embargo, el deseo de contemplar de nuevo aquellos ojos verdes y su encantadora sonrisa pulsaban con tanta fuerza en mi interior que, de una manera inevitable, acabé frente a su puerta.

Levanté una mano y la coloqué sobre la madera, con cuidado de no hacer el más mínimo ruido. A mi mente acudieron los recuerdos de la noche en la que me había invitado a cenar, esa noche en la que habíamos sucumbido por fin a la pasión que despertábamos el uno en el otro. La dulzura de sus besos, su manera de hacerme el amor, la paciencia que había demostrado a la mañana siguiente cuando yo me había sentido horrorizada por lo sucedido...

¿Cómo demonios había dejado escapar a un hombre como él?

Golpeé la puerta con el puño cerrado, un poco más fuerte de lo que hubiera querido, y esperé contando los segundos.

Escuché pasos del otro lado de la puerta, el pestillo descorriéndose...

Mis músculos se tensaron de forma involuntaria y mi sonrisa se ensanchó.

La puerta se abrió y durante cinco segundos permanecí con esa mueca tipo Joker congelada en el rostro, hasta que asimilé la imagen que mis ojos enviaban a mi cerebro. De repente, fue como si me alcanzara un rayo y una descarga furiosa me atravesara el pecho, destrozando todo a su paso, quemando y abrasando mis esperanzas.

-Hola, Hanna.

El saludo de Zoe fue acompañado de una expresión sorprendida. Por mí parte, no creía que ella estuviera más desconcertada por mi presencia que yo por la suya. Fui a contestar, pero las palabras se me quedaron atascadas a mitad de garganta.

Ni siquiera podía mirarla a los ojos, mi vista estaba fija en la protuberancia de su abdomen, ese bulto sospechoso de tratarse de un embarazo de aproximadamente seis o siete meses.

¡Embarazada! ¡Estaba embarazada!


Eché cuentas solo por ocupar mi mente en algo

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Eché cuentas solo por ocupar mi mente en algo. No había demasiado que calcular.

-Erik no está en casa -señaló, y escuchar su nombre en sus labios desgarró un poco más la brecha que se había abierto en mi interior.

Se acarició la barriga con la mano y suspiró. Estuve a punto de vomitar. No porque el acto en sí fuera desagradable, sino porque desató mi imaginación. Vi a Erik repitiendo ese mismo gesto,entrelazando sus dedos con los de Zoe murmurando palabras de cariño con los labios muy cerca de su ombligo...

-Estás embarazada -indiqué, con cierto retraso. Algo que por otro lado era evidente-. Vas a tener un bebé - añadí, por si no hubiera quedado claro.

Hubiera podido sentirme estúpida por la irrelevancia de mis comentarios, pero el shock en el que me encontraba no me permitía ni eso. Lo único en lo que podía pensar era que Erik estaba más lejos de mi alcance que nunca. Y era ese nunca el que me estaba destrozando. No habría un nosotros, porque ya existía un ellos.

-Tengo que irme -farfullé a duras penas, apartando la mirada por fin de ella.

Eché a correr escaleras abajo

Y si... Erik Durm Donde viven las historias. Descúbrelo ahora