Cap44Movilización policial (Final)

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Me envolví en una toalla y fui hasta el salón, cuando resonaron varios golpes en la puerta principal. Giré sobre mí misma y abrí sin pararme a pensar. Ni que decir tiene que no esperaba encontrarme con un policía inmóvil en el descansillo. La sola visión de aquel uniforme, de las esposas y la pistola colgando del cinturón, convirtió mis piernas en algo muy similar a la gelatina. Ni siquiera cuando mi mente registró que no se trataba de Erik, dejé de temblar.

-¿La señorita Hanna? - preguntó el agente, muy serio, y me echó un vistazo de arriba abajo.

Aferré el borde de la toalla y asentí, consciente de que estaba semidesnuda.

-Necesito que me acompañe, por favor. Si me hubiera dicho que me quitara la ropa, la poca que llevaba, no me hubiera sorprendido más. Asomé la cabeza al pasillo y miré a ambos lados, esperando que aquello fuero algún tipo de broma o cámara oculta.

La cuestión era que, por la expresión del agente y sus bien pasados cuarenta años, no tenía mucha pinta de stripper.

-¿Señorita?

Regresé al mundo real y me quedé observándolo, sin saber muy bien qué esperar.

-Tiene que venir conmigo - insistió, y esbozó una media sonrisa mientras señalaba la puerta del ascensor.

Bajé la cabeza para echar un vistazo a mis pies descalzos y volví a alzarla.- Estoy casi desnuda -señalé, como si no fuera obvio.

-Esperaré a que se vista.

Juraría que estaba reprimiendo una carcajada cuando cerré la puerta y fui a ponerme algo de ropa. No debía de estar en mi mejor momento,

-¿Se encuentra bien, señorita?

Inspiré hondo antes de abrir los ojos.

- Hanna, por favor. No me llame señorita -le indiqué con un hilo de voz -. ¿Dónde ha dicho que vamos? ¿Ha pasado algo? -añadí, aceptando que iba en serio.

-Hemos recuperado su vehículo, un Mini Cooper con matrícula...

Hizo una pausa y se sacó del bolsillo una libreta para consultarla. No había terminado de confirmarme la matrícula y mi cara ya había pasado por todos los tonos posibles, incluido el matiz verdusco que debía lucir cuando levantó la vista del papel.

-... revisar los daños y prestar...

-¿Daños? -lo interrumpí.

«Ayden», pensé de inmediato, imaginando que podría haber tomado prestadas las llaves de Cooper

-No ha habido heridos -aseguró -. Ningún herido.

Decir que me sentí aliviada hubiera sido un eufemismo. Amaba a Cooper, pero al demonio con él si Ayden estaba bien. Me apoyé en la pared, buscando recuperar la compostura.

-Tranquilícese. Le explicaremos lo sucedido en comisaría.No nos llevará mucho -afirmó el agente al llegar a la planta baja.

A esas alturas ya casi había olvidado que lo tenía a mi lado. Mi mente trabajaba a marchas forzadas buscando otros asuntos en los que concentrarme para no tener que pensar en el principal motivo de mi angustia.

Casi lo había conseguido, hasta que salí a la calle y me di de bruces con una concentración de policías debidamente uniformados y perfectamente alineados.

El portal del edificio se encontraba flanqueado por dos hileras de agentes, todos en posición firme, con las manos a la espalda y expresión hierática. Ni uno solo había desviado la vista para mirarme.

Pero aquella reunión de las fuerzas del orden no se limitaba solo a eso sino que había varios vehículos policiales y tres furgonetas de las que suelen usar los antidisturbios. Tenía que haberme metido sin querer en una manifestación o bien mi edificio había sido tomado por terroristas, porque aquello era demasiado.

Y si... Erik Durm Donde viven las historias. Descúbrelo ahora