LA CULPA NO ES BUENA.

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Suspire rindiéndome ante biología. No podía concentrarme.
Harry estaba en mi mente más de lo que quería admitir, no lo había visto en dos días, no había ido a la escuela. De repente, escuché unos golpes en la puerta, me volví sobre la silla y ví a mi padre entrar, con una camisa y una corbata colgando de su cuello.

— ¿Por qué tan formal? — pregunté. El preguntó al mismo tiempo que yo. — ¿Por qué tan seria?

Nos sonreímos el uno al otro.

— No sé la maldita definición de una célula. — susurré.

Se encogió de hombros. — A mí no me preguntes, sabes que no se me dan bien esas cosas.

— Ya.

— Sé lo que te puede levantar el ánimo. — sonrió.

— No. — negué, ya sabía lo que quería decir.

— No sabes ni lo que iba a decir.

— Nicole. ¿me haces algo de cenar? — imité su voz.

— Tu padre está hambriento.

— Siempre tienes hambre, papá. — reí. — De todas formas, no puedo, soy muy mala en la cocina.

— Tengo una solución a nuestros problemas. — dijo con voz entrecortada. — La familia Styles nos invitó a cenar.

Fruncí el ceño. — Creo que puedo hacer la cena.

— No, no seas tonta, ya acepte. Date prisa y prepárate, tienes diez minutos. — rió mientras salía de la habitación.

— ¡Papá! — grité tras él, ¿diez minutos?

¿Cómose suponía que iba a estar lista en diez minutos?

Suspiré, levantándome y abriendo el armario y procedí a prepararme. Lo bueno del tiempo limitado era que apenas tenía tiempo para pensar acerca de lo que podía suceder cuando llegara a casa de Harry. Quince minutos más tarde, estaba lista. Bajé las escaleras donde mi padre estaba de pie frente a la puerta.

— Vamos. — me cogió la mano, sacándome de la casa, cerró la puerta y comenzamos a caminar.

Unos minutos después, estábamos llamando al timbre de su casa. La puerta se abrió para revelar a Anne, la madre de Harry, sonrió mientras ella nos sonreía, era una mujer bonita y agradable, tenía una personalidad muy dulce.

— Thomas, Nicole, entren. — abrió más la puerta y nos permitió la entrada.

— Hola Anne, ¿dónde está Des? — preguntó mi padre.

— En la cocina. — contestó. Mi padre suspiró y corrió hacia la cocina.

— Ni se te ocurra, Des. — gritó.

Ambas nos reímos.

— Hombres. — suspiró ella.

— Gracias por invitarnos. — contesté.
Sonrió. — No me des las gracias. Somos casi como una familia, eres como otra hija para mí.

Sonreí. — Y tú eres como otra madre para mí. — se rió, acariciando mi mejilla.

— Gracias, querida, ahora vamos antes de que terminen con la comida.

La seguí por el pasillo hasta la cocina, cuando abrió la puerta pudimos ver cómo Des y mi padre se estaban peleando, y Ruth estaba de pie mirándolos con una sonrisa divertida en su cara.

— Hola Ruth. — sonreí. – Hola Des. — agregué.

— ¡Hola Nicole! — gritó.

— Ya vale chicos. — dijo Anne. — Siéntense. — ordenó severamente.

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