orgía.

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— Pero... Tú sabes que lo amo. — le dije con sinceridad.

— ¿Y estás dispuesta a seguir aguantando su posesividad? — preguntó, mirándome directamente a los ojos.

Me quedé en silencio. Volví a mirar por la ventana y suspiré.

— ¡Súbele el volumen a la música! — pidió Ruth.

¿Más volumen? Seguramente se me estallarían los tímpanos.
Entramos a lo que estaba segura era una finca. Logan aparcó el coche, y apagó la música, dejándome escuchar la música que provenía de adentro del lugar. Ruth, Drew, Simón y Logan se bajaron del coche. Yo me quedé sentada. Odiándome a mi misma por haberle seguido la cuerda a Ruth.

— ¿Vienes? — una voz me sorprendió. Alcé la mirada y me di cuenta de que era Drew.

— Prefiero quedarme aquí. — espeté.

— ¿Toda la tarde? — frunció una ceja. — Tal vez hasta sea toda una noche.

— ¿Qué? — solté con amargura.

— Sí. ¿Ruth no te lo dijo?

—¿Decirme qué? ¿Acerca de la fiesta? — pregunté, mirándole a los ojos.

— No, sobre el tipo de fiesta al que hemos venido.

Me asusté. — ¿Qué tipo de fiesta es?

— Es una orgía. — se encogió de hombros.

— ¿Qué? — mi voz salió como un grito, mientras sentía a mi corazón queriéndose salir de su lugar.

— Sí, hemos venido a una orgía. — dijo divertido. — Así que, es mejor que vayas quitándote la ropa.

— ¿Estás de broma? — mi voz salió de milagro.

— No preciosa. Hemos venido a una orgía. — parecíaque se divertía al ver mi reacción.

    — Pero yo no quiero. — negué, desesperada. — Ruth... Ruth no me dijo nada sobre esto.

— Ruth está loca.

— Drew, por favor, ayúdame. — le rogué.

— ¿Cómo? — frunció una ceja.

— ¿Entrarás a esa orgía? — pregunté con los pelos de punta.

— A eso he venido. — se encogió de hombros.

— Pero... — me quedé paralizada.

— Vamos... Nicole. — estaba emocionado, lo podía notar en su voz. — Tienes que vivir la vida, Eres joven y hermosa. Que te valga el mundo, solo diviértete, has locuras, esas que nunca pensaste que harías. Relájate y disfruta de tu juventud.

— Y según tú... Una orgía me hará disfrutar la vida. — espeté, todavía nerviosa.

— Es una locura, Lo sé. — rió. —Pero se siente jodidamente bien hacer estas locuras y sentir la adrenalina que recorre tu cuerpo al hacer esas cosas que son prohibidas. Inténtalo.

— No, Drew. — negué, angustiada. — No soy capaz de esto.

— Entonces... ¿Piensas quedarte aquí?

— No. Quiero irme. — pedí.

— ¿Para donde vas a coger? Estamos lejos de tu casa. — informó.

— Tomaré un coche y volveré a casa.

— Vale. — asintió. — Espero que el dinero esté a tu alcance.

Bajé la mirada a mi bolso, y busqué mi billetera. Revisé adentro y no encontré un solo centavo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

— Drew, necesito que me ayudes. — alcé la mirada para encontrarme con sus ojos miel.

— Nicole... — se llevó una mano a la cabeza, y se pasó los dedos por su cabello castaño claro. — Mira. Me encantaría ayudarte... ¿Si? Pero no sé como podría hacerlo.

— Préstame dinero para volver a casa. Cuando quieras puedo pagártelo, es más, Con intereses si eso quieres. — tragué saliva.

Me miró por un momento. Parecía estar en una guerra consigo mismo. — No tengo dinero ahora. — dijo al fin.

— Joder. — exclamé, ya mucho mas angustiada que antes.

— Pero quiero ayudarte. — mencionó.

— ¿De verdad? — pregunté.

— Sí. — asintió. Ahora se veía serio.

— Drew, Nicole... — escuché a Ruth. — ¿No van a venir? — preguntó cuando estuvo cerca.

— ¿Por qué no me dijiste que esto era una orgía? — salí del coche para reclamarle.

— Porque no me lo preguntaste. — contestó tranquilamente.

— Te pregunte para donde veníamos.

— Sí, Pero no me preguntaste si veníamos para una orgia. — se encogió de hombros.

La desconocía.

— Ruth... ¿Qué es lo que te pasa? Mira lo que haces. Sabes perfectamente que yo no soy así. — me acerqué a ella, quería darle una bofetada, al menos. — No soy la clase de chicas a las que les gustan las orgías.

— Nunca me dijiste que no te gustaban. — contestó.

Negué, decepcionada.

— Hubiera preferido quedarme con Harry. — declaré.

— Bueno. — asintió, pero se veía molesta.

— Drew, ¿Vendrás? — preguntó Ruth, ahora mirando a Drew.

— En un momento. — contestó él.

Ruth me miró. — Vale. — se volteó y se alejó.

Me llevé las manos a la cabeza, y comencé a caminar en círculos, desesperada ante la situación. Jamás me había sentido de esta manera. Impedida, sin salida.

— Te pido que te calmes. — oí a Drew.

Paré de caminar y le miré a los ojos. — Ya entrarás a la orgía y yo me quedaré aquí. — hablé angustiada. Mis ojos estaban aguados.

— Ah. — se acercó a mí, vacilante. — Te llevaré de vuelta a casa. — suspiró.

— ¿Cómo?

— Tomaré prestado el coche de Logan. — miró hacia el mismo coche en el que habíamos llegado.

— ¿Hablas en serio? — pregunté esperanzada.

— Sí. Me parece injusto lo que ha hecho Ruth. Así qué, Tranquilízate porque estarás en casa dentro de poco.

  No me pude contener. Lo abracé con fuerza, sin pensar en nada más. — Gracias. — el alma volvió a mi cuerpo.

— No pasa nada. — dijo.

Me alejé de él, y lo miré a los ojos. — Lo siento... Yo... Me dejé llevar por la emoción.

Se rió. — No importa. — negó, mantenía una sonrisa. — ¿Vamos?

— Sí. — caminé rápido hacia el coche, y me senté en el asiento del copiloto.

Drew le dio la vuelta al coche y se montó en el asiento del conductor.

— Bien. — reversó, salió a la carretera, y aceleró.

— ¿Puedo preguntarte algo? — hablé, mientras bajaba el vidrio de la ventana.

— Por supuesto.

— ¿En cuantas orgías... — tosí.

— ¿En cuantas orgías he estado? — me miró rápidamente. — Cuatro. — volvió a mirar hacia la calle.

— ¿De verdad? — pregunté impresionada.

— Sí. — se encogió de hombros. — En realidad soy un tipo muy liberado con respecto a eso. Como te dije ahora, pienso que hay que vivir la vida.

Me quedé en silencio. No compartía su idea sobre la vida.

— ¿Puedo preguntarte algo? —ahora dijo él.

— Claro. — respondí, mientras miraba el paisaje.

— ¿Todavía andas con el hermano de Ruth?

Fruncí los labios. — No. — contesté finalmente.

— Oh... ¿Problemas?

— Sí eso. — cerré los ojos.

— Son problemáticos los hermanos Styles, ¿Eh?

— Bastante. — dije sincera.

Drew aparcó el coche afuera de mi casa, luego de una hora de viaje. Suspiré aliviada, y le miré totalmente agradecida.

— Gracias. — le dije.

Sonrió. — No tienes por que agradecer. — se bajó del coche, dio la vuelta y abrió mi puerta. — Te acompaño. — me dio la mano y me ayudó a bajar.

Caminamos rumbo a casa, y nos detuvimos en cuanto llegamos a la puerta. Me volteé y le miré a los ojos.

— ¿Volverás a la orgía? — susurré incomoda.

— No. — contestó. — Ya no tengo ganas.

— Vale... A mi parecer es lo mejor.
 

Rió bajito. — ¿Me das tu número? — preguntó. 


Fruncí el ceño. — Es...

Paré de hablar en cuanto vi a Harry. Caminaba hacia nosotros. ¿Cómo salió tan rápido del hospital? Sus puños estaban apretados y su expresión no era para nada agradable. 


— Harry. — su nombre salió de mi boca.

— ¿Mmm? — Drew se volteó para mirar.

Harry ya estaba cerca.

—¿Quién eres? — gritó acelerado. — ¿Y quien te ha dado permiso de hablar con mi novia?

— Harry — exclamé. — Por favor, no estamos haciendo nada malo.

— Ah, ¿No? — Harry llegó a nuestro lugar, y sorprendió a Drew con un puñetazo en el rostro. Este desprevenido cayó al suelo.

— ¡Drew! — quise ayudarle, pero Harry me sujetó del brazo.

— ¿Este es el tipo con el que vagabundeaste toda la puta tarde? — estaba hirviendo de la ira.

— No, Harry. — negué. — El me ayudó, antes debes de darle las gracias. — solté totalmente impresionada ante la actitud de Harry.

Harry miró a Drew quien se levantó del suelo. De su labio inferior salía sangre.

— ¿Te has atrevido a pegarme? — Drew se le tiró encima a Harry, y los dos cayeron al suelo.

Cogió la cara de Harry con una de sus manos, y con la otra comenzó a pegarle rudamente. — No te metas conmigo. — advirtió Drew, aun pegándole.

— ¡Estás muerto!— gritó Harry, atrapando su cuello con sus manos.

— No, No, No, No. — tomé a Drew de los brazos, intentando alejarlo de Harry. Por dios, se le iban a abrir los puntos que le habían hecho en el hospital. — Ya, por favor. — grité angustiada.

En ese momento vi el coche de la policía voltear por mi calle.

— No. — me quejé nerviosa. Ellos no paraban, se iba a matar. — ¡Paren! — grité.

Un policía se bajó del coche y caminó hacia nosotros. —Quietos. — gritó con autoridad.

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