30. Dejaré que el mundo arda

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Me desperté encadenada en una jaula espaciosa pero opresiva. La fría sensación del metal en mis muñecas y tobillos me hizo estremecerme. Miré a mi alrededor con la mente nublada, tratando de entender dónde estaba y cómo había llegado allí. La última imagen en mi mente era la de salir temprano de casa, con el único propósito de evitar a Akise. Luego, me había reunido con el padre de Gabriel en su iglesia, un lugar que siempre había sentido seguro. Pero ahora, la familiaridad se había desvanecido, sustituida por un miedo creciente y confusión.

La jaula estaba en una habitación amplia y oscura, iluminada solo por unas pocas luces tenues que proyectaban sombras inquietantes en las paredes de piedra. El aire era húmedo y pesado, cargado con un olor metálico y un rastro de moho. Me sentía completamente sola, mi corazón latiendo desbocado mientras intentaba procesar la situación. Mis pensamientos eran un torbellino de preguntas sin respuesta.

De repente, el sonido de una puerta lejana abriéndose resonó en la habitación, haciendo eco en el silencio sofocante. Me incorporé, con el miedo y la adrenalina corriendo por mis venas. La incertidumbre me atenazaba, pero sabía que debía mostrarme fuerte.

—¿Quién anda ahí? —pregunté con voz temblorosa, intentando que sonara más firme de lo que me sentía realmente.

De la penumbra emergió una figura familiar.

—Hola, Willow —dijo Gabriel con su voz resonando con una calma inquietante.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿Gabriel? ¿Esto es idea tuya? ¿Qué está pasando? —pregunté, tratando de controlar el pánico que se arremolinaba en mi interior.

—Te encuentras en nuestra nueva iglesia —respondió, sus palabras impregnadas de una serenidad perturbadora.

—¿Nueva iglesia? —repetí mientras mi mente luchaba por comprender.

Gabriel asintió lentamente.

—Así es. Hoy tendremos nuestra primera reunión con nuestros hermanos. Hoy se te presentará oficialmente.

Sentí un nudo en la garganta, una mezcla de confusión y terror.

—Gabriel, esto no es gracioso. Si es porque te golpeé, yo...

—No, no es gracioso —interrumpió, su tono se volvió más oscuro, casi solemne—. Es algo serio. Willow, tú estás aquí para ser nuestra virgen, la elegida de nuestra religión.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Las palabras de Gabriel cayeron sobre mí como una losa, llenándome de una mezcla de incredulidad y miedo. El aire en la habitación se volvió más denso, casi irrespirable, mientras trataba de asimilar lo que acababa de escuchar.

—¿Elegida? —murmuré, más para mí misma que para él, mientras la realidad de mi situación se hundía lentamente en mi conciencia.

—Estás cumpliendo la profecía al pie de la letra. Eres la hija no deseada de un ángel, puedes ver el futuro y eres virgen —dijo Gabriel con sus palabras cargadas de una certeza que me dejó helada.

—¿Ver el futuro? —repetí mientras mi mente trataba de entender lo que estaba escuchando.

Me quedé pensando por un momento, y como si un mazo me golpeara en la cabeza, comprendí todo. Los sueños que había estado teniendo... eran visiones del futuro. Yo tenía el mismo don que mi madre. La realización me abrumó, y un torrente de emociones me invadió: miedo, incredulidad, y una oscura premonición.

Si todo era así, eso significaba que...

El aire a mi alrededor parecía volverse aún más pesado, cada respiración más difícil que la anterior. Las piezas del rompecabezas encajaban de una manera aterradora, y el pánico comenzó a asentarse en mi pecho. Recordé la pesadilla que tuve donde estaba rodeada se hombres que abusaban de mi.

Luna de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora