UNO

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Los dedos de los pies de Winter se convirtieron en cubos de hielo. Eran tan fríos como el espacio, tan fríos como el lado oscuro de la luna, tan fríos como-

"... seguridad lo capturó entrando en los subniveles del AR Central med-clinic's a las 23:00 U.T.C...."

El taumaturgo Aimery Park habló con una serenidad, una cadencia medida, como una balada. Era fácil perder el hilo de lo que estaba diciendo, sencillo dejar a las palabras perderse. Winter curvo sus dedos de los pies dentro de la delgada suela de sus zapatos, temiendo que si hiciera más frío antes de que este juicio terminara, se romperían.

"... estaba intentando interferir con uno de los caparazones actualmente capturados..."

Rompiéndose. Uno por uno.

"... las registros indican que el niño caparazón es hijo del acusado, capturado el 29 de Julio del año pasado. El cual tiene 15 meses de edad al día hoy."

Winter escondió sus manos en la tela de su falda. Estaba temblando, otra vez. Ella siempre temblaba últimamente. Sus congelados dedos seguían presionados contra el suelo. Frunció el ceño tratando de concentrarse en la sala del trono antes de que se disolviera.

La sala del trono, en el centro e la torre del palacio, tenía la mejor vista de la ciudad. Desde su asiento, Winter podía ver el lago de Artemisia reflejando el blanco palacio y la ciudad extendiéndose hasta el borde del enorme domo que los protegía de los elementos de afuera- o de la falta de ellos. La sala del trono misma se extendía más allá de los muros de la torre, así que cuando alguien pasaba el límite del piso de mosaico, se encontraba a sí mismo de pie sobre cristal. Era como estar parado en el aire, a punto de caer a las profundidades del lago cráter.

A la derecha Winter podía ver cómo su madrastra clavaba sus uñas en el posa brazos de su trono, un imponente asiento tallado en piedra blanca. Normalmente su madrastra estaba en calma durante esos procedimientos y podía escuchar los juicios sin ningún signo de emoción. Winter estaba acostumbrada a ver las uñas de Levana acariciando la piedra pulida, no estrangulándola. Pero la tensión era alta desde que Levana y su séquito habían regresado de la tierra, y su madrastra se había mostrado más irritable de lo usual en los pasados meses.

Todo desde que esa fugitiva lunar- esa ciborg- había escapado de su prision terrestre. Desde que había iniciado una guerra entre la tierra y luna. Desde que el prometido de la reina había sido secuestrado, y la oportunidad de Levana de convertirse en emperatriz le había sido arrebatada.

El planeta azul colgaba en el horizonte, perfectamente cortado a la mitad. Luna estaba a poco más de la mitad de su larga noche, y la ciudad de Artemisia brillaba con pálidas luces azules de los postes con lámparas y las ventanas de cristal relucientes, su reflejo bailaba en la superficie del lago.

Winter extrañaba el sol y su calor. Sus días artificiales jamás serían lo mismo.

"¿Cómo se enteró él de los caparazones?" Preguntó la reina Levana. "¿Porque no creía que su hijo había sido asesinado al nacer?"

Sentados al rededor de la sala, en cuatro filas escalonadas, estaban las familias. La corte de la reina. Los nobles de Luna, se habían granjeado el favor de su majestad por sus generaciones de lealtad, sus extraordinarios talentos con el don lunar, o pura suerte al nacer como ciudadanos de la gran ciudad de Artemisia.

Y estaba ese hombre arrodillado al lado del taumaturgo Park. No tuvo suerte el nacer.

Sus manos estaban juntas, suplicando. Winter deseaba poder decirle que no importaba. Toda su suplica no serviría de nada. Pesaba que tal vez sería más llevadero el saber que no había nada que pudieras hacer para evadir la muerte. Aquellos que venían a la reina listos para aceptar su destino parecían sobrellevarlo mejor.

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