TRES

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Winter estaba despierta horas antes de que la luz se viera en el cielo artificial del domo, apenas durmió esa noche.
No iría a ver cómo Jacin recibía sus latigazos, sabiendo que si él la veía se guardaría a sí mismo de gritar su dolor. Ella no le haría eso. Lo dejaría gritar. Él seguía siendo más fuerte que cualquiera de ellos.

Ella obedientemente mordisqueó los embutidos y quesos traídos para su desayuno. Permitió que sus sirvientes la bañaran y vistieran en su vestido de seda rosa.

Pasó una sesión entera con el maestro Gertman, un taumaturgo de tercer nivel y su eterno tutor, pretendiendo tratar de usar su don y disculpándose cuando le era muy difícil, cuando estaba tan débil. A él no parecía importarle. De todos modos él se pasaba las sesiones mirándola boquiabierto y Winter no estaba segura de poder decir que lo hubiera deslumbrado alguna vez.

El día artificial llego y se fue; una de las criadas le había traído una taza de leche caliente y canela y preparo su cama, por último la dejaron sola.

Su corazón martillaba con anticipación.

Ella se metió en un par de pantalones de lino ligero y un top suelto, a continuación, se puso la bata de noche para que pareciera que llevaba sus ropas de cama debajo. Lo llevaba pensando todo el día, el plan tomaba forma en su mente, como pequeñas piezas de rompecabezas uniéndose. Había sofocado sus alucinaciones intencionalmente.

Alboroto su cabello para que pareciera que acababa de despertar de un profundo sueño, apago las luces y subió a la cama.

Tomó una onda respiración y se preparó.
Contó hasta tres.
Y gritó.
Gritó como si un asesino estuviera clavando un cuchillo en su estómago.
Gritó como si miles de pájaros estuvieran picoteando su carne.
Gritó como si el palacio estuviera incendiándose a su alrededor.

El guardia apostado en su puerta irrumpió a dentro, armado. Winter continuó gritando. Tropezando hacia atrás sobre las almohadas, ella presionó su espalda contra la cabecera y arañó el pelo.

"¡Princesa! ¿Qué es? ¿Qué sucede?" Sus ojos recorrían la oscura habitación buscando a algún intruso, alguna amenaza.
Agitando un brazo detrás de ella, Winter rascó el fondo de la pared, arrancando una pizca.
Se volvía sencillo creer que estaba horrorizada. Que había fantasmas o asesinos a su alrededor.

"¡Princesa!" Un segundo guardia entró a la habitación. Encendió la luz y Winter se alejó de ellos. "¿Qué pasa?"

"No lo sé" el primer guardia había atravesado la habitación y estaba revisando detrás de las cortinas.

"¡Monstruo!" Gritó Winter, ahogándose entre sollozos. "¡Desperté y él estaba sobre mi cama, uno..., uno de los guardias de la reina!"

Los guardias se miraron entre sí y el silencioso mensaje era obvio, incluso para Winter.

"No es nada. Solo está loca."

"Su alteza-" empezó a decir el segundo guardia, uno tercero apareció en la puerta.

Dios. Había solo tres guardias normalmente estacionados en este corredor, entre su habitación y la escalera principal.

"¡Se fue por allá!" Señaló con su brazo hacia su closet. "Por favor. Por favor no lo dejen ir. ¡Por favor encuéntrenlo!"

"¿Qué pasó?," preguntó el recién llegado.

"Ella cree haber visto a uno de los soldados mejorados," dijo el segundo guardia.

"Él estaba aquí," gritó, las palabras se quebraban en su garganta. "¿Por qué no están protegiéndome? ¿Por qué sé que allí? Vayan a buscarlo."

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