DIECINUEVE

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Le tomó a Kai una enorme cantidad de esfuerzo el pretender que no estaba enfermo de nervios. La nave se instaló con un golpe que lo hizo saltar. La presencia de Torin a su lado, por lo menos, era estabilizadora, podía oír los susurros ansiosos de los embajadores de la Comunidad mientras esperaban para desembarcar sala común de la nave. Él podía sentir cinco polizones ocultos a bordo de la nave a pesar de que no sabía dónde, así que no había posibilidad de que pudiera dar su ubicación con una mirada perdida.

Si alguien iba a levantar sospechas sería él. Solo él y Torin sabían sobre Cinder y sus aliados, y la expresión de Torin era tan imperturbable como siempre. La tripulación de la nave estaba demasiado ocupada con el procedimiento de llegada como para cuestionar la desaparición de la secretario de la defensa Americana, y ninguno de los pasajeros sabía que los habían abordado en primer lugar.

Mientras Kai no podía parar de pensar en esas personas -sus amigos- y en lo que estaba ayudándoles a hacer. Invadir Luna. Iniciar una rebelión. Terminar una guerra.

Tampoco podía dejar de contar las miles de cosas que podrían salir mal.

Necesitaba concentrarse. Esto solo funcionaria si Levana creía que Kai estaba determinado a finalizar su alianza matrimonial, de una vez por todas. Tenía que hacerle creer que había ganado.

La rampa comenzó a descender. Kai tomó una honda respiración y la sostuvo, tratando de aclarar su mente. Tratando de convencerse a sí mismo que quería que este matrimonio y alianza tuvieran éxito.

El puerto real de Artemisia estaba brillando desde el suelo de una manera que de inmediato le hizo sentir desconcertado. Las paredes en sí eran rocosas y negras pero iluminadas con miles de pequeñas luces como un cielo nocturno estrellado. El puerto contenía docenas de naves de varios tamaños, la mayoría lunares que brillaban de manera uniforme y blanca, pintadas con runas desconocidas y mostrando el sello real. Kai también reconoció emblemas de tierra entre las naves y tantos invitados de tierra ya habían comenzado a llegar. El verlas juntas lo llenaba de pavor.

Un movimiento atrajo su mirada y Kai miró a Levana misma deslizándose a lo largo de la amplia plataforma que rodeaba los muelles. Estaba rodeada de su séquito: el siempre presumido taumaturgo principal Aimery Park de pie a su derecha y una chica en un vestido azul pálido detrás de la reina, la cabeza baja y la cara obstruida por una abundancia de pelo negro rizado. Había cinco taumaturgos adicionales y al menos una docena más de guardias. Se le hizo una cantidad impresionante de seguridad, una exageración, en opinión de Kai.

¿Esperaba Levana que algo saliera mal? ¿O era este un espectáculo de intimidación?

Animándose a sí mismo, Kai descendió de la rampa para encontrarse con la reina. Su propio séquito, incluidos diez guardias, lo siguieron.

"Su majestad," dijo Kai, aceptando la mano tendida de Levana. Se inclinó para besarla.

"Siempre tan formal," dijo Levana con esa voz empalagosa que hacía a su piel crujir. "No podemos referirnos a nosotros mismo en tan graciosos términos por siempre. Podría tal vez a partir de ahora llamarte mi amado y tú podrías llamarme dulzura."

Kai aun sostenía su mano, el odio ampollaba su piel donde tocó la mano de ella. Después de un momento interminable, la soltó y se enderezó. "Su majestad," inició de nuevo, "es un honor ser recibidos en Luna. Mis ancestros estarían orgullosos de presenciar tal ocasión."

"El placer es todo mío." La mirada de Levana se escabulló entre los embajadores que se reunieron en la rampa de la nave. "Espero que encuentren nuestra hospitalidad agradable. Si necesitan algo, por favor háganselo saber a uno de los sirvientes y ellos verán que sean atendidos."

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