SIETE

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Jacin despertó con un sobresalto. Estaba húmedo, pegajoso y olía a azufre. Su garganta quemaba, no de forma   dolorosa, como si hubiera sido maltratada y se aseguraba de que Jacin lo supiera. Su instinto le dijo que no estaba en peligro inmediato, pero la falta de claridad en sus pensamientos lo estaba llevando al borde. Cuando abrió los ojos lo cegaron las luces de las lámparas, como si galopearan sus retinas. Hizo una mueca y los volvió a cerrar.

Los recuerdos empezaron a inundarlo, todos a la vez. El juicio, los latigazos, las tormentosas 40 horas que pasó atado en el estrado. La sonrisa traviesa que Winter solo compartía con él. Siendo cargado hacia los med-clinic y el doctor preparando su cuerpo para la inmersión.

Seguía estando en esa clínica, en el tanque de animación suspendida.

"No te muevas," dijo una voz. "Aún estamos desconectando los umbilicales."

Umbilicales. La palabra sonaba demasiado sangrienta y orgánica comparada con con el artilugio que le habían atascado.

Sintió un tirón en el brazo y un grupo de agujas saliendo de sus venas, luego le desconectaron los electrodos del pecho y la cabeza. Los cables se enredaban en su cabello. Probó abrir los ojos de nuevo. Vio la sombra de un doctor por encima de él.

"¿Puedes sentarte?"

Jacin probó sus dedos curvandolos en la sustancia gelatinosa en la que estaba acostado. Se agarro de los lados del tanque y jaló hacia arriba. Nunca había estado en uno de esos antes -nunca había estado lo suficientemente dañado como para necesitarlo- dejando de lado la confusión por su primera vez en un tanque de animación suspendida, se sintió sorpresivamente lucido.

Miro abajo, hacia su cuerpo, los restos del la sustancia de gel azul aún se aferraban a su ombligo, el vello de sus piernas y la toalla que cubría su regazo.

Tocó una de las cicatrices que atravesaban por su abdomen, se veía como si hubiese sanado hace años. Nada mal.

El doctor le dio una tacita con un líquido anaranjado. Jacin miró la bata de laboratorio del doctor, su nombre aparecía sobre su pecho, sus manos eran suaves, estaban acostumbradas a usar portavisores y jeringas, no armas y cuchillos. Hubo una pizca de envidia, el recordatorio de que esto era lo más parecido a la vida que él habría elegido, si se le hubiera permitido elegir. Si Levana no hubiera hecho la elección por él cuando lo seleccionó para su guardia real.

Aunque nunca lo había dicho en voz alta, Jacin supo desde el principio que Winter podría ser lastimada si él se salía de la línea.

Su sueño de ser doctor había dejado de importarle hace mucho tiempo.

Bebió el líquido de un trago, tragándose sus pensamientos junto con el. Soñar era para las personas que no tenían nada mejor que hacer.

La medicina sabia amarga, pero el ardor de su garganta empezó a retroceder.

Cuando le regresó la tacita al doctor, noto una figura de pie cerca del pasillo, siendo ignorado por los doctores y enfermeras al reside de los demás tanques, checando diagnósticos y haciendo anotaciones en sus portavisores.

El taumaturgo Aimery Park. Viéndose más engreído que nunca en su lujoso y brillante abrigo blanco. El nuevo perro de caza favorito de la reina.

"Señor Jacin Clay. Se ve refrescado."

Jacin no sabía si su voz funcionaria después de estar inmerso en el tanque, y no quería que se primeras palabras al taumaturgo fueran un patético graznido. Se aclaró la garganta, y se sentía casi normal.

"Estoy aquí para llevarlo a una audiencia con Su Majestad. Puede que haya perdido su posición de honor al servicio de la comitiva real, pero seguimos intentando encontrar un uso para usted. ¿Confió en que puede regresar al servicio activo?"

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