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Guren esperaba en la enfermería a un lado de un Shinya con un papel metido en la nariz, ambos aguardaban a que saliera Kureto. El mencionado no tardo mucho, cuando cruzó la puerta llevaba un trozo de tela pegado en la mandíbula.

―¿Cómo es que siempre terminamos así? ―Preguntó el albino cruzándose de brazos y recargando su cabeza hacia atrás.

Guren resopló, su capacidad de visión, había disminuido a la mitad cuando los nudillos de Kureto habían impactado contra su ojo. Su parpado se cerraba solo y lagrimeaba por igual.

―Vas, Guren―Indicó el que acababa de salir para después sentarse junto a su hermanastro. Una vez que el ojivioleta los dejó solos, Kureto volvió a tomar la palabra.―Fue tu culpa, la lanzaste muy rápido. Ni siquiera alcancé a desviársela a Guren

―Lo hiciste... ―Shinya sonrió―...pero la desviaste a tu cara, tonto.

―Eres una molestia.

―Yo no quería jugar― Contraatacó y el silencio envolvió el lugar. Shinya no tenía nada que hacer ahí, el balón solo había impactado en su nariz causando un sangrado, por ello el tapón de papel. Estaba siendo demasiado obvio con los sentimientos que comenzaban a revolotear dentro de su cuerpo y lo confundían a niveles de migraña.

«Como sea, me largo» Suspiró y se puso de pie para encaminarse hacia la biblioteca; la siguiente hora estaba marcada como obligatoria en el horario escolar para promover la lectura y ese tipo de cosas. Los sesenta minutos, los alumnos solían usarlos para adelantar tareas o mensajearse con papelitos a escondidas de los cuidadores de la biblioteca.
Al llegar, Shinya se fue directamente hacia las revistas; a diferencia de cualquier otro lugar, las revistas de la biblioteca eran sobre temas culturales. Eran las preferidas de Shinya, sobre todo la de los lugares del mundo.

Se quedó tan ocupado, que no se dio cuenta de cuánto tiempo transcurrió después de abandonar la enfermería, pero cuando alzó la vista se topó con su hermanastro buscando algo que leer en las estanterías, y Guren que acababa de pasar las puertas. Su ojo no estaba inflamado como antes, pero era rodeado por un círculo morado que le hacían ver bastante gracioso.

«¿Cómo es que le queda bien?»

El susodicho tiró su mochila al suelo sin ningún cuidado, dejó un libro pequeño de pasta dura sobre la mesa y se sentó frente a Shinya.
Éste sonrió.

―Me gusta la cara ceñuda que siempre tienes.

―Cállate, Shinya. ― Murmuró Guren sin prestarle mucha atención mientras hojeaba las hojas del libro.

―Si vamos a salir tienes que ser menos hostil conmigo ¿sabes? ― Guñen frunció su ceño aún más y un color carmín ligero cubrió sus pómulos, solo en ese momento apartó la poca atención que le daba al libro para mirar de lleno al chico risueño frente a él.

―¿Quién habló de salir?

La revista bajó a la mesa al igual que el antebrazo del ojiazul, y apoyó su cabeza sobre el dorso de su mano libre. Ya no llevaba el tapón en la nariz, por suerte, pues el chico creía que no le sentaba muy bien.

―¿No te gustaría salir con tu mejor amigo? ― Le preguntó elevando sus pómulos. Era extraño lo que el chico azabache le hacía sentir; cuando estaba solo se confundía con preguntas que solo lo atormentaban, se ahogaba en su propio vaso de agua y perdía la seguridad que lo caracterizaba. Pero cuando ambos se veían, el Shinya de siempre aparecía, como si la parte de su cerebro que se encargaba de pensar y razonar se apagara.

―No eres mi mejor amigo.

―Solo nos hablas a mi y a Kureto, ¿debo suponer que él lo es? Porque no soy bueno con los celos, me desgastan mucho― Cubrió su boca para tapar el bostezo que se le escapó. Su postura relajada y divertida no cambiaba, pero en el caso de Guren... el chico estaba más rojo que en cualquier ocasión anterior, y parecía irritado.

► Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora