―CAPITULO 8: PESADILLA.

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¿Podía bastar con una mirada? ¿Podía una simple conexión cargar con tantos sentimientos?

Ambos sabían que el momento iba a ocurrir y por mucho que Shinya trató de tomar la noticia lo mejor que pudo, su corazón se desgarró cruelmente cuando la subdirectora de la preparatoria entró a su salón interrumpiendo la clase para llamar a Guren.

"―El alumno Hyakuya, profesora.

―Oh, ¿se va a retirar?

―Si, lo llaman sus padres."

Fue suficiente para desatar el pánico dentro del chico. Desesperado, no pudo hacer más que apretar con fuerza el bolígrafo con el que antes escribía. No estaba preparado, no estaba listo para decir adiós.

Mordió su labio y bajó la vista cuando sus obres comenzaron a aguarse impidiéndole ver con claridad al Guren aturdido que comenzaba a guardar sus cuadernos y útiles dentro de su mochila, siendo el centro de atención de todo el aula.

Shinya alzó su brazo bruscamente y buscó la voz que había perdido.

―Profesora, ¿puedo salir al baño?

―No tardes, Shinya.― Asintió la profesora. ―Ahora, como estábamos viendo...― Y la mujer siguió pasando la información sobre el pizarrón, llevándose también las miradas de sus compañeros del aula.

El peligris se levantó y a pasos apresurados, salió del salón para cumplir su palabra de ir al baño. A penas cruzó la puerta, buscó intrusos dentro de los cubículos echando una mirada rápida sobre la ranura de la parte de debajo de las puertas y no fue hasta que comprobó que estaba solo, dejó que las lágrimas salieran unas tras otras.

«Que lo entienda... que lo entienda, por favor... por favor, entiéndelo Guren» Rogó en silencio apretando su pecho sobre su uniforme. Se esforzaba lo mejor que podía para no perder el control y regresar corriendo al salón para interceptar a Guren, su instinto le decía que estaba bien, que hacía lo correcto. Pero en esos casos, la desesperación y el miedo consumía todo como fuego que se extendía y desgarraba todo su interior, quemaba el sentimiento cálido, rompía y destrozaba dejándolo con cenizas de una esperanza que se encogía muy rápidamente.

Su cuerpo fue empujado hacia adelante cuando la puerta del baño le golpeó la espalda con fuerza y tras las lagrimas, apareció el dueño de su corazón lastimado.

―Idiota, no llores― Pero nadie le dijo a Guren que entre más fuerte lo abrazara, más estaría buscando no soltarlo. Sus sentimientos, sus lastimados sentimientos que no entendían razones buscaban llegar a los de Guren sin poder conseguirlo.

«No te vayas»

Se extendía como una neblina que cubría su razón, que le impedía pensar con claridad, que cegaba su lado positivo.

«No me dejes»

Pero Shinya no era egoísta, no podía pedirle cumplir cualquiera de sus deseos, no podía compartirle lo mucho que le alegraba haber compartido los besos anteriores, no podía decirle lo mucho que apreciaba cada gesto de preocupación que le dedicaba, se negaba a confesar que se había preguntado si regañaría a sus futuros hijos de la misma manera en la que regañaba a su hermano. Y Shinya se permitió detestarse mientras se dejaba quebrar un poco dentro de los brazos de Guren.

Lloró, lloró como en años nunca lo hizo. Lloró como cuando su padre le dijo que mamá no vendría a verlo, porque había preferido dar su vida por la vida de Shinya; lloró como cuando le dijeron que su padre no despertaría más de esa cama en el hospital, lloró como nunca antes porque le volvían a quitar a una persona importante y no podía hacer nada al respecto.

► Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora