CAPITULO 19: HOGAR

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Yuu estaba sonrojado hasta las orejas. Veía sus dedos entrelazarse, apretarse, moverse y golpetearse sobre la mesa del comedor. Mikaela se demoraba a propósito al hacer el té y Yuu temía por su regreso a pesar de que se encontraban a un par de metros de distancia, a pesar de que podía mirar su espalda con tan solo alzar la mirada.

En el momento la palabra "vergüenza" desapareció de su vocabulario, pero ahora... No podía bajar el calor de sus mejillas al recordar lo reciente. Y no poder bajar el calor le provocaba más vergüenza, vergüenza de que Mikaela lo viera con el rostro de un tomate viviente.

No se arrepentía, no podría arrepentirse nunca de lo ocurrido, nunca en su vida. Pero su cerebro se bloqueaba al recordarlo. Como si una nube de vapor (provocada por el calor de su rostro) se levantara y solo creciera más y más, impidiéndole ver hacia el otro lado:



Pasó al menos un minuto en el que alcanzaron a probar casi la totalidad de sus bocas.

Al inicio el beso se trató de reconciliación; de consolarse a sí mismos, fue lo que realmente los llenó ante los sentimientos encontrados. Pero el beso se alargó, se alargó y continuó alargándose.

Yuu comprendió que se habían desviado completamente y si antes sus latidos habían estado tranquilos, ahora estaban enloquecidos en una plena taquicardia.

Lo entendió cuando su lengua tocó la de Mikaela, entonces su consciencia se quedó en un estado de fuerte impresión.

"Esta es la lengua de Mika" pensaba sin poder evitarlo, comenzando a sentirse nervioso y reflejándolo cuando sus dedos temblaron entre los mechones rubios que acariciaba. "Es la saliva de Mika" Y sus manos bajaron hasta el pecho del rubio para arrugar la tela de su uniforme, sin saber si debía apartarse o aferrarse a él.

"Estoy besando a Mika"

Pero cuando sus labios avisaban con cansarse, los de Mikaela se movían con mayor energía. Cuando los del rubio se cansaban y lo demostraban ante movimientos casi perezosos y lentos, Yuu lo apuraba y lo presionaba a continuar.

El tiempo se estiró a su antojo hasta que se vieron obligados a apartarse por la falta de aire en sus pulmones a pesar de que ambos habían respirado por sus narices para no interrumpir el movimiento de sus bocas.

Cuando el contacto terminó, el pelinegro se escondió al instante en el cuello de Mikaela y desde ese entonces, los colores visitaron su rostro y permanecieron hasta el momento.

"Yuu-chan..." Fue lo primero que dijo Mikaela después de casi un minuto, con su respiración entrecortada. Yuu no le respondió.

"¿Quieres té?" Y ante ello, el pelinegro movió ligeramente su cabeza para asentir.





Hasta entonces, Mikaela continuaba de pie frente a la estufa, esperando que el agua con la infusión de hojas de menta hirviera.

No era posible pensar. Su cerebro decidió cerrar en el momento en que Yuu tomó su rostro y lo besó. Estaba inhibido, trabado como una computadora con virus.

Pero su corazón... Su corazón sentía. Su corazón latía y enloquecía. Soltaba sentimientos por todas partes, sensaciones nuevas y una explosión de calor. Trabajaba como nunca antes.

Entonces Mika se cuestionó seriamente sobre el verdadero trabajo de ese órgano. ¿Realmente solo servía para expulsar la sangre y oxigenar el cuerpo? Porque se sentía diferente. Sentía algo muy distinto.

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