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―¡WOOH! ¡FUE LO MEJOR QUE HE SENTIDO EN LA VIDA! ― Gritó Yuichiro apretando con fuerza su peluche contra el pecho y apretó sus piernas sobre el cuello de Goshi. Goshi tenía el mismo ánimo que el chico, ambos no dejaban de hablar en voz muy muy alta lo muy divertido que había sido, lo que se había sentido, los gritos geniales, y sobre todo que querían volver a subirse.

―Entonces, mientras ustedes suben de nuevo nosotros iremos allá, ¿hecho? ― Repitió Shinya señalando una supuesta mansión que estaba a un extremo del parque de diversiones. Ahora era Mitsuba quien estaba cada vez a menos cercanía de Mikaela, el rubio ya notaba esa poca distancia pero no mencionó nada, si le decía eso sería raro no preguntarle a Mitsuba el por qué estaba temblando.

«¿Por qué no solo dice que tiene miedo y ya?» A Mikaela tampoco le entusiasmaba mucho la idea de entrar a la mansión del terror, pero cuando Shinya lo sugirió mientras que Yuu y Goshi subían una vez más a la montaña rusa, no pudo negarse cuando Mistuba también dijo que sí. Seguramente el orgullo de la niña era lo que impedía que se negara.

―Hecho ¡Vamos Goshi! ― Le apuró el azabache.

―Bien― El albino se giró para encarar a los dos niños rubios, se agachó ligeramente y colocó sus manos sobre sus rodillas. ―¿Seguros que quieren ir?

―¡Si! ¡Claro que si, no somos cobardes! ¿Verdad Mika? ―Mitsuba levantó su codo para darle en las costillas a su amigo. El rubio se quejó entre dientes y sobó esa parte de su cuerpo.

―Eh... La verdad es que yo si tengo miedo, ¿Por qué no vamos a jugar a las carreras de caballos, Mistu? Podemos ganarnos algo― Shinya captó a la perfección la situación, bastó una simple mirada del ojiazul pequeño para entenderlo. No es que quisiera ir a solas con Guren, él realmente deseaba divertirse con los niños en todas las atracciones del parque, le entusiasmaba la idea de que ninguno había ido a un parque de diversiones antes y quería mostrarles todo. Ese gesto que Mika hizo, Guren no entendió.

―¡Ja! ¿No que muy valiente, mocoso?

―Vayan ustedes, yo me quedaré en los caballos― Dijo Mikaela fingiendo animar a Mitsuba para que fuera con Guren y Shinya; incluso fingió sentirse nervioso al dirigir una mirada a la mansión del terror. Guren pareció más animado.

―Eh...― Las palabras del Hyakuya mayor afectaron a la niña como si fueran dirigidas a ella y no a Mika. Quería probarle que era valiente y que podía ir sin asustarse. Pero... ―Yo me quedaré cuidando a Mika― Decidió. 

El ánimo de Shinya dejó de brillar. Su instinto y responsabilidad le obligaban a quedarse con los niños, Guren podía ir a la casa embrujada por su cuenta, se negaba a dejarlos solos ahí. Eran dos niños de doce años, ¿Cuántas cosas malas podían pasar si andaban por su cuenta? Podrían robárselos, podrían perderse, podrían llevárselos, podrían aprovecharse de ellos al verlos pequeños.

―Va, entonces no se muevan de aquí hasta que estemos de regreso. ― Shinya fue tironeado del cuello de su playera y dio trompicones hacia la dirección en la que Guren jalaba de él.

―Guren, no podemos dejarlos. ¿Y si les pasa algo? ―Pero el ojiazul ya caminaba junto a él, sin embargo cada dos segundos volteaba hacia atrás, su preocupación no lo dejaría en paz hasta que volvieran a estar con ellos de eso estaba seguro.

―Pueden cuidarse solos, esos dos son más sensatos y maduros que Goshi y Yuu. Son ellos los que me preocupan, si te soy sincero― Sus palabras surtieron el efecto que necesitaba; el albino dejó de voltear cada dos segundos y pasó a hacerlo cada siete segundos.

Con un suspiro, se dio por vencido. 

Guren tenía razón.

Shinya sentía una extraña conexión paternal con Mikaela. Si pudiera elegir a sus hermanos, consideraría seriamente al rubio para que formara parte de su familia. Le caía bastante bien.

► Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora