Guren esperó en su auto hasta que Shinya terminó la cirugía de Yoichi.
El turno quedó en manos del especialista en horario nocturno, cada uno de los pacientes pasaron al cuidado del personal de salud del turno siguiente. El único que seguía en el hospital fuera de horario era Shinya.
El castaño seguía inconsciente cuando el ojiazul salió del hospital. No podía asegurar un cien por ciento que se recuperaría pues en casos así, después de la reparación y el apoyo que se le daba al cuerpo, el mismo sistema y su fisiología eran los que decidían si continuaban funcionando o no. No podía asegurar nada, pero Shinya confiaba en un buen pronóstico para Yoichi.
Pasaría la primera y segunda noche en la sala de cuidados intensivos, siendo monitoreado cada media hora junto con los otros pacientes que ocupaban camas en la misma sala. Si todo salía bien, dejarían que su familia pasara a verlo cuando lo cambiaran a una camilla en otro salón.Guren no se dignó a abrir la puerta del auto cuando divisó la silueta de Shinya a pocos metros de distancia, mucho menos se tomó la molestia de bajarse del vehículo. En cambio, soltó un bostezo y recargo su cabeza contra el vidrio de la ventana.
Shinya se dejó caer sobre el asiento del copiloto una vez que entró al auto y se colocó el cinturón de seguridad. Afuera ya no llovía, pero por el suelo húmedo y por el aroma a tierra mojada parecía haberlo hecho recientemente.
―Bien...―el peligris suspiró profundamente.
―Parece que no podremos ir a cenar― mencionó Guren con la voz ligeramente enronquecida. El tono de voz le sonó familiar a Shinya.
―No te preocupes, estoy bien.
―No me refiero precisamente a eso. Solo apunto que a las cuatro de la mañana no hay muchos lugares para ir a cenar.
―¿Es tan tarde ya? ―Shinya se irguió en su lugar y revisó en su reloj de muñeca. Comprobó las palabras de Guren ante los dígitos que marcaban las 4:39 de la mañana.
Eso explicaba la razón del pantalón de pijama que Guren llevaba puesto, la voz enronquecida y los ojos cansados que miraban por el parabrisas la calle ausente de carros.
Eran las cuatro de la mañana, Shinya no podía decir que se sentía lleno de energía y activo, pero tampoco se sentía del todo agotado y eso no le impidió sentir calidez en su pecho.
Solo Guren era capaz de ir por alguien a las cuatro de la mañana, dejando de lado una noche de sueño, solo porque se habían prometido una salida.Tal parecía que el pelinegro no había cambiado en nada. Sus acciones seguían diciendo más que sus palabras.
―Entonces... ¿A dónde iremos? ― preguntó Shinya ladeándose un poco en su asiento para poder contemplar de mejor forma al Guren cansado que tenía de piloto.
―¿Quieres venir a mi casa? ― el pelinegro bostezó. ―Yuu me avisó que la pasaría afuera.
―No voy a acostarme contigo ― soltó el de ojos azules.
―¿Qué? ― Guren se atragantó con su propia saliva al ser tomado tan... desprevenido.
―Si sigues siendo el mismo pervertido que se imaginaba situaciones conmigo cuando estábamos en la escuela juntos... ―los obres amatista y los zafiro colisionaron al conectarse por medio de una mirada ―...estoy seguro de que no dejaste pasar el hecho de que me veo mucho mejor que antes.
La carcajada de Guren resonó en el interior del auto, una tan sencilla y sin pizca de cansancio. Eso significaba que Shinya tenía la razón con sus palabras.
―Tu tampoco has dejado pasar mi apariencia. No es nada disimulada la manera en que tus ojos... hacen lo mismo, así que no hables de ello.
―Admirar y desear acostarse con alguien son cosas diferentes― se defendió Shinya sin agregar nada respecto a la dirección en la que el auto comenzaba a avanzar.
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► Un Nuevo Comienzo
FanfictionYuichiro no podía ver el mundo. Mikaela decidió convertirse en su luz.