CAPÍTULO 16: AROMA A PRIMAVERA

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El zorro calló y miró largo tiempo al principito.

―¡Por favor... domestícame! ―dijo.

―Bien lo quisiera ―respondió el principito―, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

―Solo se conocen las cosas que se domestican ―dijo el zorro―. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos.Si quieres un amigo ¡domestícame!

―¿Qué hay que hacer? ― dijo el principito.

―Hay que ser muy paciente. ―respondió el zorro―. Te sentarás al principio un poco lejos de mi, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero cada día, podrás sentarte un poco más cerca...

Al día siguiente volvió el principito.

―Hubiese sido mejor venir a la misma hora ―dijo el zorro―. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

―¿Qué es un rito? ― dijo el principito.

―Es también algo demasiado olvidado ―dijo el zorro―.Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.





Merecía ser feliz. Quería una felicidad que conllevara a una tranquilidad y estabilidad interior; una paz espiritual. Una alegría madura. No un maldito huracán de emociones de adolescente.

La esperada llamada llegó a las 5:34 am.

Y una mierda con Guren.

—¿Mhm? — Respondió un Shinya adormilado, escondiendo su rostro entre sus almohadas.

—Vaya, te convertiste en un perezoso sin mí— La voz grave de Guren provocó que los nervios de su cuerpo se alertaran. Su cerebro se despabiló del sueño en un instante y aunque sus neuronas aún no llegaban a la sinapsis, trató de llevar la conversación lo mejor que pudo.

—¿Qué quieres, Guren? —Bostezó, rodando sobre su cama sin atreverse a abrir sus ojos. No quería despertar.

—Al fin respondes. Estuve llamándote toda la tarde de ayer y dejándote mensajes. Creí que estabas ignorándome— Shinya dormitó; la voz de Guren en su oído sonaba muy bien cuando todavía no salía de la cama.

—Shh...— Así como fue su despertador al inicio de la llamada, fue también el causante de su relajación. Se escuchaba realmente muy bien. —Duerme un rato más.

—Me gustaría, Shin, pero el semestre del mocoso no va a pagarse solo. —Se escuchó un sonido, eco de una taza al ser puesta sobre una mesa.

—¿Estás bebiendo café? —Shinya consideró que debían felicitarlo por estar manteniendo una conversación cuando aún estaba medio despierto.

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