CAPITULO 15: UN MUNDO PEQUEÑO

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Sentía impotencia y por cada segundo que pasaban en silencio la furia bullía a niveles que podrían alarmar.

¿Cómo era posible?

Tratar personas con salud inestable, dar malas noticias a familiares, pronunciar infinidad de veces palabras de desaliento para romper esperanzas con tal de regresar a la realidad a familiares esperando una mejora que no ocurriría. Aunque le dolía hacer cada una de esas acciones, ese dolor se quedaba figurativamente en su espalda para ser cargado con él hasta el final de sus días, un dolor que aceptaba como pago ante lo que su profesión que exigía.
Es dolor. Ese mismo dolor no se comparaba con lo que Guren le estaba provocando en ese momento.

Llegaba él de la nada y mandaba al carajo el auto control que tantos años llevaba perfeccionando con solo mostrar su apuesto rostro acompañado de su actitud desconocida mientras recargaba su cuerpo contra su auto.

Shinya se acercó al vehículo donde Guren lo esperaba.

Con las manos escondidas en su pantalón azul, apretando a escondidas el celular que acababa de recibir un mensaje, caminó rítmicamente y a paso firme. Sin dejarse intimidar por los nervios que lo carcomían.

«Voy a golpearlo. Voy a deformarle su bonito rostro»  Fue en lo primero que pensó.

Aunque también deseaba abrazarlo; estrujarlo tan fuerte para que no volviera a irse.

Despeinado, como solía llevarlo cuando era un adolescente; su cabello ligeramente largo le cubría parte de su frente. Sus ojos violetas eran más rasgados que antes, seguía teniendo ese brillo peligroso en ellos pero también los acompañaba el cansancio de los años.

Shinya se sintió mal al ver la jodida figura atractiva de su primer amor, sobre todo porque él debía verse fatal. No había dormido en toda la noche, su uniforme tenía manchas de sangre seca de algunos pacientes, estaba despeinado y... quería llorar como un bebé.

Al estar a un metro de distancia se detuvo; fueron sus ojos azules lo que delataron los sentimientos que se torcieron violentamente al aguarse de nuevo. Se vio en la necesidad de desviar la vista y parpadear rápidamente para ahuyentar las lágrimas.

Se sentía molesto, indignado, feliz, nostálgico y esperanzado al mismo tiempo. Iba a explotar.

«1036800 horas.»

Guren recargó el peso de su cuerpo en una de sus piernas mientras recorría la imagen del hombre que tenía frente a él.

«120 meses»

Shinya abrió su boca y volvió a cerrarla. No sabía que decir.

«13200 días»

Guren soltó un largo suspiro.

«Diez años.»

Tanto tiempo tratando con eso. Con sentimientos atascados. Sentimientos tan profundos que no podían ser arrancados; sentimientos por los cuales llegaba a comprender muy bien a Mikaela, los cuales se peleaban por ser expuestos todos a la vez.

―Cuanto tiempo―La voz grave de Guren se alzo antes que la propia.

Shinya no sabía si su radar de emociones del azabache seguía funcionando como antes o si llevaba caducado por el tiempo que pasaron lejos; pero si logró distinguir la tensión en los hombros de Guren a pesar de que su rostro fingía despreocupación, como si le tuviera sin cuidado el encuentro.

Sus labios se presionaron y torció una mueca.

De pronto, su cabeza empezó a retumbar terriblemente. Ese sentimiento de adolescente enamorado y deprimido regresó para golpearlo como si se tratase de una fuerte bofetada.
Las ganas de lanzarse hacia él para abrazarlo aumentaron. Ahora, después de encontrarlo, le parecía un dolor insoportable pensar en la posibilidad no verlo de nuevo, en que se fuera como antes a pesar de que llevaba medio minuto viéndolo. No podía soportarlo, no de nuevo. No podía pasar por ese dolor otra vez.

► Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora