Era la primera vez que veían películas después de tantos años y existía una enorme diferencia entre los tiempos de infantes y el que los envolvía ahora.
Esa tarde Yuu había terminado de traer sus cosas, de desempacarlas y al abrirse el apetito, Mikaela decidió ayudar preparando onigiris los cuales compartió con el pelinegro en su nueva habitación.
Las cajas de cartón estaban vacías y se encontraban apiladas de forma desordenada detrás de la puerta, por lo demás parecía aceptable para ser la primera tarde de hospedaje. Las faldas de la cama fueron cambiadas por unas de color gris, no se mostraba el preferido color rosado de Krul en ningún lado. Yuu era mucho más sencillo; en su escritorio tenía una pila de cuadernos y un bolígrafo; Krul lo había llenado con marcadores, colores, libros, más libros, notitas neón, carpetas... tanto que el espacio del escritorio le fue insuficiente durante un gran tiempo.Yuu descansaba sobre su cama, recargando su espalda contra la pared mientras veía la situación de su nueva habitación. Mikaela se sentó a su lado y le ofreció un onigiri que al instante fue aceptado y mordido.
—¿Es todo? — preguntó el rubio, refiriéndose a los objetos personales. Detrás de Yuu hubo algo, un pequeño destello de reconocimiento que ganó la atención del más alto.
—Si, creí que me tomaría más tiempo— respondió Yuu con aire distraído.
—¿Yuu-chan? — Mika se movió, dejando el plato vacío sobre el regazo del pelinegro y se inclinó sobre el cuerpo del pelinegro para alcanzar el peluche que acababa de ver —¿Esto es...?
Las mejillas de Yuichiro cobraron un color rosado al encontrarse con el corderito de peluche. Con el paso del tiempo su relleno se aplasto, algunos hilos se salieron de su lugar, no tenía ningún listón al cuello puesto que se había desgastado. Era... un peluche que estaba en sus últimas pero que no se rendía.
—Ah, eso— quiso desviar su mirada, tratar de evitar la atención de Mikaela pero al observarlo de reojo, no se esperó encontrarse con una sonrisa por parte del rubio.
Mika no tuvo muy presente el paradero de aquel obsequio que entregó a Yuu cuando fueron al parque de diversiones. Hasta entonces tampoco pensó en ese momento, ni en lo mucho que todo cambiaba.
—No vayas a pensar que...— Yuu se inclinó un poco y colocó una de sus manos sobre el peluche, deseando tapar la visión del más alto. Quería detener la vergüenza antes de que volviera su rostro un vegetal enrojecido —...que duermo con él. Lo tengo porque fue un regalo tuyo, lo he cuidado...— las cejas oscuras del ojiverde se fruncieron. "Cuidar" no era la mejor palabra para describir a un peluche mallugado —...lo mejor que he podido.
Mika rio. Y Yuu se quedó sin aliento.
No es que Mikaela tuviera la risa más bonita de todas (Que Yuu pensaba que era cierto). El significado era lo más importante, hacer sonreír y reír a Mikaela. Provocarle un cosquilleo en el estómago que lo hiciera feliz.
Eso era todo: Hacer feliz a Mikaela.
—Tranquilo—comenzó Mikaela, tomando el peluche entre sus manos para poder contemplarlo de cerca —Yo nunca pensaría que Yuu-chan sigue siendo un niño y duerme con peluches.
El tono de burla y sarcasmo encendió a Yuu. Como parte de su venganza, al acabarse su onigiri tomó lo restante de Mika para comerlo.
—¡No molestes, Mika! ¡No duermo con él! — enfurruñado, el pelinegro masculló con la boca llena —Además, tú todavía tienes el libro.
—¿El libro? — la risa del rubio se detuvo y una ceja clara se levantó —¿Cómo sabes eso, Yuu-chan?
—No lo sabía, le he dado en el blanco al decirlo al azar— se excusó al instante el pelinegro. Una blanca mentirilla. Una que no convenció del todo a Mikaela.
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► Un Nuevo Comienzo
FanfictionYuichiro no podía ver el mundo. Mikaela decidió convertirse en su luz.