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En tres maletas se encontraban todas mis pertenencias. Las más útiles. La despedida con mis amigos fue genial. Esta mañana regresamos todos a casa. Amy se despidió de mí y dijo que volvería a despedirse, al igual que Dylan. Alex no quiso decir adiós aún, porque las despedidas son difíciles para él y prefiere hacerlo después.

Dylan se subió a aquella camioneta y, según dijo, fue a devolverla. Entre a casa a alistar mis cosas, aunque no me iría hasta la tarde.

Mi madre había estado preparado un almuerzo para darme una pequeña despedida. Había invitado a toda la familia que vivía cerca. Eso se resumía en dos tíos maternos, una prima y mi padre.

El tío Oliver y la tía Emily, que en realidad es mi tía política, no suelen visitar mucho a mamá. Comenzaron a discutir porque a ellos no les parecía que mamá se divorciara. Pero con el tiempo, comprendieron que no había nada que ellos pudiera impedir, y, además, que mamá tendría sus motivos para hacerlo.

Mi prima Beth tampoco suele hablar mucho conmigo. Tampoco es que me haga mucha falta. De niñas solíamos jugar a las muñecas seguido. Pero con los años, las muñecas empezaron a ser aburridas. Ella comenzó a aprender a usar maquillaje y a leer revistas faranduleras; yo leía libros y más libros mientras descubría las maravillas del café. Supongo que nunca fuimos cercanas realmente.

Ese almuerzo fue uno de los más aburridos que pudieron existir. Mamá y el tío Oliver fueron los únicos que hablaron en todo el rato. Hicieron bromas de su infancia, la tía Emily permaneció muy callada y Beth se dedicó a comer en silencio todo el rato. Tenía la esperanza de qué mi padre llegara. Mamá dijo que lo había invitado, pero que él no dio ninguna afirmación sobre si iría. Aunque, considerándolo, sería mejor que no viniera. Se crearía una gran tensión entre él, mamá y Bob. De igual manera, no creo que venga. Ya estaría aquí.

A las tres de la tarde ya todos se habían ido. Había planeado irme a las 1:30. Son cuatro horas de viaje, y no quería conducir de noche. Pero luego mamá me avisó lo del almuerzo y, en contra de mi gusto, tuve que atrasar la salida hasta las 3:30.

Mis maletas ya estaban listas y, luego de media hora de despedidas sentimentales con la familia, metí todo en el maletero del auto y me disponía a salir. Mamá, Kate y Maggie decidieron permanecer adentro, ya que temían que si me miraban partir en el auto, se derrumbarían. Bob fue el único que se quedó en la puerta, mientras yo estaba sentada en el asiento del auto. Estaba pensando si me había olvidado de algo, ya que sería malo tener que entrar a traer algo.

Pensé en Alex, que era el único que no se había despedido. Había dicho que no quería hacer una despedida estilo Casa Blanca, con lo de la noche anterior con Dylan y Amy bastaba. Amy y Dylan había asegurado que no volverían a pasar por sentimentalismos. Eso me aliviaba un poco, porque no me apetecía ni un poco comenzar a llorar. Volteé a ver hacia la casa y bob ya no estaba.

Estaba a punto de arrancar el auto, cuando me tuve el susto de mi vida al oír que alguien tocaba la ventanilla del auto. Era Alex. Llevaba una de sus hermosas sonrisas, su cabello un poco despeinado y aquella sudadera que me dio la noche del concierto de jazz. Lo extrañaría tanto.

- Hola, Bluetooth - dijo el con una melancólica sonrisa. Ya me había bajado del coche.

Le sonreí con una sonrisa más melancólica de lo que planeaba. Él se quedó callado. Supongo que para él la despedida era igual de difícil. Entonces me besó, y yo lo besé. Y acaricié su cabello, aunque eso sea muy trillado. Y el puso sus manos en mi cintura, aunque eso suenen muy trillado. Y agradecí que Bob haya entrado. Porque me incomodaría que él estuviera viendo todo esto. Sentía el olor de Alex, el cual era de una colonia de la cual nunca sabré el nombre. Ese aroma que quedará en mi mente para siempre.

Se quitó la sudadera y me la ofreció.

- Para que no pases frío. - dijo mientras yo tomaba la prenda corinta entre mis manos. - Y para que no me olvides, claro.

- No te preocupes. - dije e, inevitablemente, me abalancé a abrazarlo. - Gracias.

No agradecía por la sudadera. O al menos no sólo por eso. Agradecía por cada momento que estuvo a mi lado, cada broma, cada sonrisa que me ofreció. Él lo sabía.

- No hay de qué, Blue. - dijo con la voz un poco quebrada. No quería saber como sonaría la mía. - Nunca te olvidaré.

- Nunca.

Antes De Morir (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora