La llegada.

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Tengo el empleo más importante del mundo, por lo menos así lo creo. Trabajar en la Biblioteca pública del pueblo me da la oportunidad de ser el garante del patrimonio de la humanidad como lo es el conocimiento impreso. A su vez esto me brinda muchas satisfacciones; tanto a nivel personal como profesional. Estar rodeado de las grandes obras de literatura del mundo es un privilegio que muchos no aprecian en su magnitud. De los 44 años que tengo, he dedicado 18 años sin faltas alguna al trabajo. Desempeñando a cabalidad mi función de bibliotecario. Entro al servicio en el turno de las 10 de la mañana y casi siempre me voy después de la medianoche. Cierto, parece algo exagerado ¿no?. Pero cuando se disfruta de algo como yo lo hago, no puede llamarle trabajo sino un deleite entre páginas.

Aunque no tengo relación directa con las personas que acuden a la biblioteca, siempre estoy presto a ayudar a cualquier usuario en lo que necesiten de la colección bibliográfica, pues manejo la parte de catalogación y eso me lleva tiempo dedicado exclusivamente a los libros y no a atender a los usuarios.

El caso es que mi vida transcurría apaciblemente sin ningún tipo de sobresalto que alterara mi rutina —soy obsesivo con eso y no soporto los imprevistos y cambios de último momento— en mi hogar es igual. Vivo sin ningún tipo de lujo, pues el salario de bibliotecario es casi un noviciado lo que le me priva de algunas ostentaciones, pero bueno por lo menos alcanza para sobrevivir además de hacer lo que me gusta: disfrutar de la lectura.

El pueblo donde resido al igual que sus residentes no tiene nada del otro mundo, se encuentra a dos horas de carretera de la ciudad más cercana, pero eso no me importa, tampoco es que salgo mucho.

De los habitantes puedo decir que los conozco a casi todo según sus preferencias literarias, por ejemplo, el señor Gutiérrez, propietario de la tienda de víveres, cada vez que puede acude a consultar libros sobre gastronomía o Grandes historias de las conquistas en el mundo, el Sr. Joaquín, el cartero  tiene predilección por la colección de ciencia ficción en especial las obras de Julio Vernes y Asimov, las enfermeras del centro de salud "El Bienaventurado", les encanta la colección de literatura romántica sobre todo la autora Jean Austen y así entre otros habitante que son gente pacífica y rutinaria. Algo más que debo agradecer.

Cierto día de abril llegó  a la biblioteca una nueva colección de libros que me esperaba para su catalogación y desde entonces mi apacible vida, mi mundo perfecto dio un vuelco inesperado de 360° grados. He aquí mi historia.

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—Buenos días a Rosalie, ¿Cómo estás?

—Buenos días Tomás, bien gracias a Dios, lista para una nueva jornada de trabajo —respondió ella con una bella sonrisa.

La dulce Rosalie era la encargada de la recepción, cargo que desempeñaba muy bien, pues su carácter alegre siempre dejaba una buena impresión en los usuarios que a diario asistían a la biblioteca.

Antes de entrar al recinto, fui notificado sobre la llegada de la nueva colección. Lo que agradecí en forma sincera para así continuar mi ruta al despacho.

De camino me crucé  con Alejandro que era en aquel momento el encargado de la sala de consulta general.

—Buenos días, Alejandro, me acaba informar Rosalie qué nos llegó una nueva colección.

—Buenos días Tomás, si es cierto. Yo mismo la llevé al depósito para que se haga la revisión. Por cierto, no hay ningún remitente. Lo que se me hizo algo extraño.

—Extraño realmente ¿Quién la recibió? —dije tratando de no parecer impaciente y añadí—. Debieron haber firmado una nota de entrega. Es lo correcto.

La Caja Misteriosa en la Biblioteca (En Modo Corrección).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora