Capítulo II

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A pesar de la sugerencia de Joaquín de no tocar la colección. La nueva información de Alejandro había ocasionado una inmensa curiosidad y no pudimos evitar buscar una manera de abrir la caja —si es que de verdad contenía libros— esta vez con la ayuda de mi compañero. Ahora que lo pienso, él  estaba más deseoso que yo por descubrir el misterio que traía esta caja que de manera desconocida había llegado a nuestra biblioteca.

Ya eran las siete de la noche y no habíamos logrado nada en concreto, nada de los nada. Estaba frustrado y cansado. Fue cuando Alejandro decidió sacar una fotografía con su móvil para proceder a transferir la imagen en la computadora y así poder buscar en la internet algo que se relacionara con la que teníamos aquí.

La búsqueda fue  infructuosa. Alejandro no logró conseguir ninguna colección en caja de madera y la que pudo conseguir se encontraban ya bajo resguardo de las grandes bibliotecas del mundo lo que significaba que ninguna se asemejaba con las características de la nuestra.

Seguí tratando de buscar un modo de abrirla. Me sentía impotente al igual que mi compañero. Llegó un momento que comencé a sentir un poco de temor. La lógica me decía que la dejará tal cual como estaba, pero mi instinto investigador me alimentaba las ganas de descubrir el misterio que se encontraba encerrado. Pronto se volvió en algo que evitaba a toda costa y que me molestaba de mí mismo : una obsesión.

Ya eran pasadas las ocho y media de la noche, aún seguíamos confinados en el despacho de catalogación. Por un momento, Alejandro y yo salimos al corredor para tratar de despejar la mente. En eso notamos que los chicos del personal nocturno de la biblioteca habían llegado. Nos saludaron. Nosotros seguimos nuestro camino hasta el salón de descanso. Nos apetecía con urgencia un par de tazas de café, en particular, confiaba que esto me ayudaría a despejar mis ideas. En cambio, Alejandro lo notaba más ansioso, en aquel momento lo pasé por alto, imaginé que, al igual que yo estaba preocupado. De todas formas ambos en silencio necesitábamos del café para continuar con la faena. Aunque desde hacía tiempo ya éramos unos adictos a la cafeína.

Luego salimos. Tuve la extraña sensación de que algo malo iba a suceder. Fue cuando empecé a notar que me sentía diferente. Que esto me había afectado anímicamente, pues antes de entrar de nuevo en mi despacho tuve un mareo como si el piso se movió bajo mis pies.  Miré a mi amigo y me sonrió. Entonces pensé que sólo yo lo había sentido.

Ya en la oficina miré con recelo aquella enigmática caja. De nuevo me invadió una sensación de debilidad como si estuviera haciendo un esfuerzo muy grande cuando en realidad no era así. Así que pensé de manera lógica que tal vez era agotamiento mental y nada más... O eso quise creer ¡Ojalá sea solo eso!

Al voltear a mirar a mi compañero, traté de indagar sobre mi inquietud.

—¿Sabés, Alejandro? ... Creo que esta caja nos está afectando o por lo menos a mí. Al entrar me sentí mareado y luego al estar cerca de la caja volví a sentir algo extraño. No sé como explicarlo.  Dime algo, ¿no te has sentido diferente?

—No lo he notado —dijo sin  mirarme a la cara—, tal vez son ideas tuyas, aunque he sentido escalofríos cuando estoy cerca, pero lo he atribuido al estrés de no saber que sucede con la maldita caja.

Luego añadió con una de sus contagiantes risas.

—¡Vamos amigo! Eso te pasa por estar inmerso en todos estos libros. Te juro que a veces creo que eres un personaje literario. ¿Quieres mi consejo? Vive más en la realidad... sino tarde o temprano no podrás distinguirlas.

Con aquellas palabras de Alejandro pude razonar mejor y asumir que tenía razón, que era simple estrés por la misteriosa caja que nos estaba afectando. Pensé que era mejor no pensar mucho en ello ni hacer caso al lo que sentimos.

La Caja Misteriosa en la Biblioteca (En Modo Corrección).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora