Capítulo VII

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"—Buen día, Rosalie.

—Buenos días Tomás, te ves muy risueño hoy ¿acaso es tu cumpleaños?

La verdad, no era mi cumpleaños, pero sí, ella tenía razón me sentía en este día muy feliz. El simple hecho de llegar a mi trabajo y ser recibido por Rosalie era suficiente motivo para empezar el día no sólo con uno sino con los dos pies bien plantados. Le respondí que no le era  y seguí por el pasillo hacia mi oficina. Pero antes me encontré con el Sr. Jonathan que me esperaba para que realizará la catalogación de una nueva colección sobre documentos inéditos del Libertador Simón Bolívar. Con gusto le dije que lo haría, pero que debería esperar pues tenía varios trabajos pendiente. Por consiguiente, era mi obligación concluir mi trabajo.

Luego me extendió la invitación a una taza de café, nunca lo olvida a lo que acepté con gusto. Todo se veía tan impecable. La biblioteca estaba colmada de usuarios. Lo que era grandioso para mi, se podría decir que me producía casi un orgasmo de conocimiento en plenitud del paisaje bibliográfico. Estaba tan eufórico que me parecía poco creíble. Pero algo me sacó de mi éxtasis.

—¡Amigo! Tienes una cara de felicidad que pareces como si estuviera viendo un niño a punto de moler a palo la piñata en su cumpleaños.

Quién me habló era mi buen amigo y compañero Alejandro, no sé pero sentí que llevabs tiempo sin verlo. Era como una extraña sensación. Además que empeño en creer que era mi cumpleaños cuando no era así.

—Nada que ver amigo, sólo que... —Le digo, mientra estrechó su mano y agrego—. Sacame de una duda que no sé como explicar ¿No te parece increíble el lleno de este día? Es como si hubiera una Convención literaria con algún escritor famoso y de la cual no he sido informado.

—Bueno amigo, es un día común y corriente. Lo que si te diré es que debemos volver a nuestras obligaciones, ya está bueno de tanta plática —expresó Alejandro sin darle importancia al asunto y dirigiéndose al área de historia.

Es cierto, pensé para mis adentros, tengo muchas cosas que hacer, muchas responsabilidades, tantas que he caído en cuenta que no recuerdo cuáles.

Seguí mi camino. Me dirigí a mi oficina. Todo estaba en total oscuridad al entrar. Encendí la luz y observé cada detalle de mi sitio de trabajo, el viejo escritorio llevaba en este lugar mucho tiempo, los reconocimientos que adornaban las pared, el archivo que sólo yo puedo abrir porque tiene maña y todo lo demás. Todo lo que veía me era familiar, sin embargo algo no estaba en su lugar o faltaba. Tuve la sensación de sentirme un extraño en mi propia oficina. Era algo que no podía explicar. Las divagaciones comenzaron a revelar inconsistencias en este supuesto día normal. Rosalie, el Sr. Jonathan y Alejandro e inclusive la afluencia de usuarios me parecen fuera de lugar...

De repente la cabeza me dio vuelta, me dolía sin razón. Empecé a escuchar voces murmurando cerca de mi oído. Aquellas oscuras voces repetían una y otra vez que todo estaba bien. Repetían mi nombre, me hablaban...

—Tomás, no pienses tanto. Sigue con tu vida, aburrida, estática y llena de libros. No lo pienses más y déjate ir.

De nuevo las voces se dejaron oír en mi cabeza.

—No busque más. No dañes tu oportunidad de una vida tranquila. No sigas buscando lo que ya no es posible. —aquellos murmullos seguían como agujas clavadas en mi cabeza, invadían mi espacio racional. quise dejarme llevar, quería  sentir la paz que me ofrecían entre las páginas de mundos maravillosos, espléndidos dónde todo sería perfecto, pero algo me impedía aceptar aquella utopía de mi vida.

La Caja Misteriosa en la Biblioteca (En Modo Corrección).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora