Epílogo Epistolar

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Tomás se encuentra en la biblioteca en la oficina de catalogación cuando recibe la visita inesperada del Inspector Ajzael.

-¿Se puede? -pregunta el inspector que ha asomado la cabeza por la puerta del despacho.

-Claro, adelante -dice Tomás, tomando un bastón de madera para así levantarse del escritorio y mostrándole una silla-. Dígame, ¿A qué debo su visita? O aun queda algo por decir en tan trágico asunto.

Siete meses, hace siete meses que Hugo y el Inspector encontraron los restos mortales de Alejandro en avanzado estado de descomposición. Como lo había pensado el inspector Ajzael las evidencias y exámenes forenses revelaron la identidad de Alejandro en el cadáver encontrado en la casucha de madera. Tomás y Ajzael están frente a frente después de tanto tiempo. Solo que esta vez su visita no es para acusarlo, ni mucho menos interrogarlo es mas bien una deuda pendiente que necesita saldar por el bien de su conciencia.

-Entonces Inspector, lo escucho
-dice Tomás pero es interrumpido por Ajzael.

-Ex inspector o mejor dicho inspector retirado. -aclara cortés al bibliotecario-. Luego de la verificación de la identidad de Alejandro, me retire de manera definitiva de mis funciones. Ya no más casos. Es todo para mí.

-Bien por usted. Pero, imagino que este no es el motivo de su visita. -manifiesta el bibliotecario curioso de saber.

-Como ya hemos informado con anterioridad el caso esta oficialmente cerrado. Sin embargo he venido a entregarle algo que creo que debería tener. -Expone el retirado sabueso entregándole una carta a Tomás.

Luego de eso se levanta. Le da la mano y se despide de Tomás que se ha quedado con el papel en la mano sin comprender que significa. Sin embargo al desplegar la hoja amarillenta, comprende de inmediato al reconocer la letra, además que la carta esta dirigida a él.

Estimado amigo
Tomás:
He pensado mucho si escribirte o no... ¿Acaso algún días llegará a tus manos? ¿La leerás? O simplemente es un medio para deshacer la atrocidad que he cometido contra ti y mi amada Rosalie. Si, me atrevo a confesar mí amada Rosalie porque así lo sufrí por mucho tiempo. Desde mi muerto corazón y con todo el arrepentimiento del mundo o por lo menos eso trata de obligar mi maltrecha lógica, te pido perdón. Darme cuenta de mi peor error no me exime de culpa, solo quiero que sepas el infierno interior que viví día a día viendo al amor de mi vida sin que notara mi existencia. Su irresistible sonrisa no era exclusiva sino que se la dedicaba a todos por igual. La odie y la ame con la misma intensidad en las sombras de mi corroída mente y solo ahora lo comprendo. Ya es tarde.
Amigo, creo que esa palabra representa ahora una ofensa para ti. Pero si, eres mi amigo. Aunque no lo creas estoy a un paso de recibir el castigo que merezco. No pasa un solo instante sin ver mis manos cubiertas de la sangre de Rosalie. Su odio me persigue. La veo pidiendo castigo y aun así mi deseo por ella no desaparece que locura estoy divagando entre letras por algo que ya no será porque los destruir con tanto placer que ni en el infierno encontraré perdón y no lo busco. Sé que aun sigues en coma porque he estado llamando para saber de ti. No se si despertarás, Dios quiera que así sea. Sin embargo alguien encontrará esta confesión final y te librarás de toda culpa. Ojala hubiese sido como tú. Si hace un tiempo descubrí que al igual que yo estabas enamorado de Rosalie, hasta en eso éramos parecidos. Pero bueno creo que muy en el fondo soy un ser despreciable que más que amarla quería verla destruida como una muñeca rota; antes que verla en brazo de otro que no fuera yo ni contigo amigo. Tal vez fue egoísmo. Solo espero que puedas perdonarme. Solo espero que puedas despertar. Solo espero que sigas adelante. Porque para mi ha llegado el fin. Es hora de pagar por haber destruido la flor más hermosa de la vida.

Desgraciadamente.
Alejandro.

Tomás ha terminado de leer la carta, en su rostro no hay muestras de ningún sentimiento. Es como si aquellas palabras han caído en un recipiente vacío. Se dirige al archivo que está detrás de su escritorio, saca una vela y un encendedor plateado. Ya sentado con un aspecto frio casi sombrío, lentamente va quemando aquella carta, un ultimo vestigio de cordura de un hombre que destruyo lo que decía amar. Sin embargo, él no parece aquel bibliotecario complaciente de siempre. Ha cambiado. Rápidamente las cenizas quedan esparcidas. Las recoge con ayuda de un pañito y su mano. Abriendo la ventana sopla el resto. Por un breve momento contempla el atardecer. Recuerda la jovial sonrisa de Rosalie y sonríe. Se pasa las manos por el cabello que se mueve con la brisa de la tarde. Para finalmente manifestar:

-Hasta siempre mi querida Rosalie.

Regresa a su escritorio con la convicción de haber concluido un capítulo en su vida del cuál hará todo lo posible por olvidar o por lo menos tratará de hacerlo. Recoge las llaves para retirarse. Dando por terminada la jornada laboral e irse a su casa. Al cerrar la puerta en la oscuridad de la oficina, en un rincón se puede ver una enorme caja de madera.

La Caja Misteriosa en la Biblioteca (En Modo Corrección).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora