Capítulo: 6

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Al siguiente día me levanté temprano y me preparé.

A la misma hora de ayer estaba el chofer en mi casa.

Así pasaban las semanas.

Shawn, mi jefe, me miraba y solo eso, me daba órdenes como siempre.

Sabía cada cosa de él, gracias a Evenine.

Le preguntaba en el almuerzo cada cosa de él.

Me gustaba hablar de él. Quería saber porqué tenía esa actitud siempre.

Me había dicho que no tenía que pagar la casa ya que era de su propiedad. No había aceptado pero luego acepte ya que no tendría lo suficiente al principio.

Evenine me venía a visitar y hablábamos por horas. Me ayudaba a distraerme.

Cada vez estaba en más confianza en el trabajo y sentía que Shawn estaba feliz con mi desempeño.

Hasta ese día. Descubrí que su gran amigo estaba haciendo fraude. Me levanté de inmediato cuando estuve segura y imprimí cada papel y me dirigí a su oficina.

Él chico estaba allí. Dudaba mucho que hiciera su trabajo.

Toqué la puerta y me pidió que entrara.

—Señor Mendes necesito hablarle a solas.

—¿Y está qué se cree? Mira patito feo, qué tal si vuelves a tus números en vez de interrumpir está charla importante sobre las verdaderas mujeres.

Ese chico era tan imbécil.

Nunca le demostraba que sus palabras me afectaban.

Mire a Shawn y en su rostro no había ningún tipo de emoción.
Pensé que me defendería pero no lo hizo.

Él era serio en todo.

—Te puedes retirar Nick.

Nick salió bufando y mirándome con asco.

—¿Qué es lo que ocurre?

—Bueno, acabo de darme cuenta de qué le han hecho un gran fraude, le han robado. Antes de venir hacía usted sume y hice las matemáticas correctas y cada mes ha faltado mucho dinero en su cuenta. Puedo asegurarle que él, su amigo, Nick lo ha hecho porqué él es el encargado de esta cuenta en específica y en cada uno de los meses ha estado vinculado él.

Se levantó y me arrebató los papeles muy fuerte.

Los miró y los tiro a un lado molesto.

—¿Me estás diciendo qué mi mejor amigo me está robando?

Me gritó. Está era la única emoción que yo podía ver de él.

—Señor Mendes véalo bien por favor, puedo asegurarlo.

—Sal de mi oficina.

—Eso debió saberlo usted. Es evidente que los números no mienten.

—¡Dije que salieras de mi oficina!— gritó.

Este grito sí que me había asustado. Jamás lo había visto así de enojado.

No dije más y salí. Recogí mis cosas y volví a casa.

Never be aloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora