CAPÍTULO 1

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Nueva York.
2047.

Las calles se encontraban realmente vacías, a penas unos cuantos automóviles pasaban, entre ellos las decenas de patrullas nocturnas, el silencio y el miedo se percibían en el viento como una fragancia que presagiaba solamente la muerte. En las casas y edificios a penas se percibía actividad, mientras que en un apartamento, un joven solitario entraba en pánico.

—¡Atención ciudadano, la búsqueda es este mes, si sospechas o conoces el paradero de algún Alterado repórtalo inmediatamente a las autoridades! ¡Y recuerda, nada que ocultar nada que temer! —exclamó la grabación en la televisión.

—¡Púdrete!— gritó Jack, al mensaje que a cada corte comercial aparecía.
Apagó la televisión, y tomó un bolígrafo junto con un pequeño cuaderno azul, y sin más comenzó a escribir en él.

Viernes 06 de Febrero.
Nuevamente comienzan a aparecer los mensajes en la televisión, esta será la tercera búsqueda del mes, y no estoy preparado. Con anterioridad pude eludir un poco a La Orden, pero ahora no podré. Escapar no es una opción, y someterme al interrogatorio o peor, a las pruebas, será firmar mi sentencia de muerte.
Si esto es lo último que escribiré, entonces

Dejó el libro a un lado y se cubrió el rostro con frustración, luego de unos segundos lo tomó y fue directo a las primeras hojas.

Sábado 25 de Febrero del 2042.
Me llamo Jack Connor, soy un Alterado, sé que me arriesgo completamente al escribir esto, mis padres podrían encontrarlo y entregarme a La Orden, pero no puedo más, de alguna manera tengo que desahogarme.
Siguió con otras páginas.

Desde hace meses que descubrí mi alteración, y aún no sé qué es. Lo poco que hay en Internet sobre las alteraciones no habla sobre lo que me ocurre, así que yo trataré de explicarlo.
Mi don es la Omnisciencia, o así la llamo, tengo la capacidad de utilizar mis ojos de manera inexplicable, puedo ver a través de los ojos de las demás personas, puedo observar a través de objetos sólidos, e incluso puedo ver más allá. Podría saber lo que está pasando en el parque del centro a través de un anciano, ver si alguien está siendo atacado a kilómetros de aquí, incluso podría detectar un cáncer terminal en la comodidad de mi sofá.

Pero portar la Omnisciencia es peligroso, no sé hasta donde puedo dejar de ver, una ves probé observar que estaba ocurriendo en Canadá, y mis ojos comenzaron a arder durante casi dos horas. Desde ahí ya no abuso, además si utilizó mi alteración mucho y muy seguido, cabe la posibilidad de que el gobierno me encuentre. Pero aún sabiendo esto... ¿Porqué sigo haciéndolo? ¿Porqué no intento escapar? ¿Qué pasará si me encuentran? ¿Me matarán? ¿Experimentarán conmigo? O la duda que me atormenta cada noche... ¿Soy el último Alterado?

Dejó de escribir después de pensar las cosas, su paranoia crecía, y no podía hacer nada al respecto, así que simplemente se recostó en su sofá, cerró sus ojos, y con la capacidad de su mente, comenzó a visualizar lo que quería ver.

La imagen mostró, a una bella chica rubia, cepillando su cabello mientras veía la televisión. Gwen, su vecina, una o dos veces por semana observaba lo que ella hacía. Claro que su morbosidad nunca escaló a los límites de verla dormir o en un momento íntimo como a la hora de bañarse.
Solo veía su belleza y su naturalidad, muy pocas veces se había atrevido a hablarle, tanto por miedo al rechazo, como a que la encontraran de alguna manera implicada con alguien como él, dejó de ver una vez que ella se levantó de su cama.
De igual manera él se levantó y se encaminó hacia su cocina, cuando llamaron a la puerta. Nervioso se acercó a la mirilla, pero ésta estaba realmente sucia y algo dañada, nuevamente tocaron.

—Soy Gwen, tu vecina de a lado —escuchó su voz tras la puerta, casi le da un infarto en aquel momento.
Respiró profundamente y abrió la puerta—. Hola —dijo ella con la sonrisa más perfecta que en su vida hubiera visto.

—Ho-hola —respondió intentando pobremente menguar sus emociones.

—Lamento molestarte a esta hora pero, quería ver si tenías un poco de azúcar que pudieras darme.

—No-no es problema, no estaba haciendo nada y... no, no tengo azúcar —desvió la mirada.

—Bueno, gracias —comenzó a alejarse de su puerta.

—¡Espera! —ella se giró algo alarmada. Rápido llegó hasta una pequeña mochila que había dejado encima de una mesa de centro, buscó en sus bolsillos y encontró unos pequeños sobres de azúcar. Caminó y se los dio—. Recordé el desayuno.

—Muchas gracias, ¿Jack, verdad?

—Sí, ese soy yo.

—Bueno Jack, nos vemos mañana —finalmente entró en su departamento. Cerró la puerta y nuevamente se tumbó en su sofá mientras cerraba sus ojos con cierta frustración, no solo por su inesperada visita, sino que la sola idea de pensar que la búsqueda de Alterados se acercaba, muy pronto se quedaría sin opciones, escapar sería lo más difícil que en su vida haría, y acaptar su funesto destino no era algo que estuviera en sus planes, largó un gran y pesado suspiro.

Más allá del hecho de ser cazado vivo y que ellos hicieran cualquier cosa con él, no era particularmente lo que lo mantenía somnoliento todas las noches, tal vez era que no podía más con aquella soledad que tanto lo perturbaba, y que la única y posible solución para ella, estuviera a dos puertas de su hogar... dejó de pensar y se dispuso a dormir, sin pensar que aquel sería la noche que su vida cambiaría por completo.

Mientras tanto, en unos edificios lejanos, tres figuras humanas lo observaban detenidamente desde las alturas, reposaban silentes y vigilantes, casi como las gárgolas de una catedral.

—¿Es él?— preguntó una de las figuras.

—Sí... es él —respondió la figura de en medio.

—¿Estás seguro? —volvió a preguntar la última de ellas, poniéndose de pie.

—Estoy seguro, al fin lo encontramos—dijo al momento en el que sus ojos cafés se pintaban de un rojo intenso.






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En la multimedia Jack y su "Onmisciencia"

Primer capítulo de Alterados

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ALTERADOS: El Origen De Los Defensores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora