Capítulo 8

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—Así que ustedes son las nuevas vecinas del Nico. —habló él Edgar después de un rato.

Ambas asentimos con la cabeza, él Nicolás sólo iba mirando por la ventana. Él amable del Edgar nos ofreció a llevarnos a la U, total, íbamos hacia la misma dirección. El camino, como suponía, fue en silencio, de vez en cuando él Edgar intentaba hacer una talla o sacar un tema de conversación.

Los minutos pasaban, y el ambiente cada vez se ponía más tenso, podía sentir como la Génesis saltaría del auto de tanta presión. El Edgar estacionó el auto, para después sacar las llaves.

—Le llegamos chiquillos. —Nos sonrió por el espejo 

[.....]

—Aún no supero que, justo él tenga que ser nuestro vecino. —se dejó caer en el pasto. 

—¿Tú creí que yo sí? —me senté junto a ella. —yisusito me está castigando. 

—Por hacer que se eche un ramo. —mordió su pan. Rodé los ojos mientras tomaba mi jugo. 

—Es que como tan yeeeeta, de todos los minos ricos que hay en el word, él tenía que ser mi vecino, ese saco de wea. 

  —Haber, taaaan feo no está. —la miré con una ceja en alto. —¿Qué? Sí sabi que es verdad. 

—Tay mal del gato. —me recosté sobre el pasto. —prefiero comer mierda, a que decir que está rico.

  —No escupas al cielo, que después te llegará en tú fea cara. —se estiró junto a mí. —hablando de minos ricos. ¿Cachaste a su amigo? 

—Cuál de los mil que tiene. 

—El te barbita, ese weon. 

—¿Él Jaime? —la miré. Asintió con la cabeza. —Meh. 

—¿Qué estereotipo de mino rico tení vo weon? —me miró.

—Cualquiera ajeno a ese weon. —Se rió mientras negaba con la cabeza. 

[...]

—Día culiao penca. —suspiró la Génesis enojada.

Asentí con la cabeza mientras abría la puerta de nuestra casa.

—¿Tenían que comprar esta casa? —gritó él Nicólas desde su ventana.

—Si no te gusta te vai. —le grité de vuelta. La China entró ignorando nuestra discusión.

Sólo me miró, iba a contestar pero cerró la ventana de un golpe, cariñoso este weon.

Entré cerrando la puerta con la patita, tiré mi bolso junto con el de la China.

—Oye. —apareció por la cocina. —tenemos que comprar mercadería.

—¿No hay nada para comer? —la miré.

—Una manzana de vela ¿Sirve? —la miró. La sostenía entre sus gorditos dedos.

Rodé los ojos con una pequeña sonrisa.

—¿Puedo ir a mear y después vamos a comprar? —la miré.

—Te autorizo. —volvió a entrar a la cocina.

[...Tres horas después...]

—No puedo más, me duelen los brazitos. —dejó las bolsas en el piso mientras movía sus brazos.

—Menos mal que yo soy la de los brazos de pollo. —dejé las bolsas junto a las de ella.

Miró el cielo mientras suspiraba. —no quiero imaginar cuando compremos los muebles.

—Soy bob el constructor, no tienes nada que temer. —le giñé un ojo. Sonrió mientras negaba con la cabeza. —ya, toma las más livianas yo me llevo las otras.

Nos volvimos a repartir las bolsas, la Génesis llevaba las más livianas e iba de los más feliz caminando ahora. Suspiré mientras tomaba las demás bolsas, ahora se me rompen los brazos conchetumare.

Caminamos en silencio, la Génesis de de vez en cuando soltaba un cahuin que le contaron sobre el Andrés.

—Weon, súperalo. —me reí. —deja de hablar sobre ese saco de wea.

—Puta la wea, es que me gusta pelar a la gente. —se río.

—¡Buena chiquillas! —se nos acercó él Jaime. ¿Qué hace este weon por acá?

La China, lo miró con una media sonrisa mientras lo saludaba, yo sólo moví mi cabeza en forma de saludo. Detrás de él apareció el Edgar junto con el otro, que por cierto no me sabía su nombre.

—Déjame ayudarte. —habló él Jaime mientras tomaba las bolsas de la Génesis. Linda la wea, ayudan a la mina que lleva puro confort y weas livianas.

—Yo te ayudo. —me miró el Edgar.

—Gracias. —le sonreí mientras le pasaba un par de bolsas.

—Como esos brazitos aguantan este peso. —me miró mientras acomodaba las bolsas.

Me reí mientras tomaba las bolsas que faltaban.

—¿Pa dónde van? —preguntó él Jaime.

—Viven al lado del Nico. —contestó él Edgar.

Él Jaime miró con una ceja en alto y una sonrisa de lado. Empezamos a caminar, la Génesis iba al lado del Jaime hablando y riéndose, mientras que con él Edgar y su amigo los mirábamos.

—Estos weones no la hacen piola. —dijimos al unísono.

Rodamos los ojos mientras soltábamos algunas risas, risa culia contagiosa de este weon.

—¿Cómo se llama tu amigo? —susurré mirándolo hacia arriba. No le llegaba ni al codo al weon.

—Nicolás, pero le dicen Naiko pa diferenciarlo del otro saco de wea. —murmuró mirándome.

Asentí con la cabeza. El camino se había hecho corto entre las conversaciones que salían de repente.

Abrí la puerta cediéndole la pasada a los cabros, dejaron las bolsas en la única mesa que teníamos, en la cocina.

—Gracias por ayudarnos. —los miré mientras me apoyaba en el marco se la puerta.

—No pasa na', nos vemos mañana. —se despidieron con la manito mientras caminaban hacia la casa del saco de wea.

A penas la puerta se cerró la China pegó un grito de ardilla.

—¡Conchesumadre rico! —se dejó caer en el sillón.
   

Buenas decisiones (Nicolás y tú) [Terminada]Where stories live. Discover now