XXIII

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    Salí con el baúl por la puerta principal. Me volteé a mirar una vez más la casa en la que había pasado toda mi infancia, podría ser la ultima vez que puedo hacerlo.

    Suspiré pesadamente para luego disponerme a seguir mi camino cuando las hojas de los árboles empezaron a murmurar por el repentino viento que las azotaba. Dos calles mas abajo pude distinguir una sombra negra que bajaba del cielo.

    Mierda, mortífagos.

    Corrí a esconderme detrás del auto que estaba aparcado en frente a la casa de la señora Figgs, con un poco más de tiempo le hubiese pedido que me dejara entrar.

    Pude distinguir perfectamente a Greyback, y los que lo acompañaban parecían ser simplemente carroñeros, o mortífagos que yo no conocía. Tocaron la puerta de la casa y Vernon abrió; luego de lo que pareció ser una pequeña discusión en la que mi padre simplemente levantaba los brazos, Petunia y mi hermano aparecieron también en la puerta detrás de mi padre. Vi como los tomaron a la fuerza y les obligaron a beber algo de un pequeño frasco. Probablemente veritaserum. Claro que no iban a decir que eran los Dursley y que conocían a Harry, ni si quiera ellos se conocían a sí mismos....

    Un empujón de frustración por parte de Greyback hizo que Vernon cayera de espaldas  para luego perderse en el cielo con los demás mientras Dursley y Petunia se ponían en cuclillas a ayudarlo, llenos de miedo. No comprendían nada de lo que sucedía. De repente quise cruzar corriendo a ayudarlos, a decirles que todo iba a estar bien. Pero era mejor así.

#

— Una habitación simple.

— Habitación 11, si gustas comer algo se lo puedes pedir a la de la limpieza. — asentí levemente — ah, y cuidado con el espejo.

— Claro, gracias. — le agradecí a Tom, el administrador de El Caldero Chorreante, que tenía un particular aprecio por Harry. ¿Y quién no?

    Me pasé una semana en el caldero, intentando trazar un plan para ver qué hacer con mi vida. Las clases ya habrían acabado y decidí finalmente tomar valor e ir a la casa de los Weasleys, donde seguramente estaría Harry y podría intentar solucionar las cosas. No era algo que quería hacer, sino que sentía que no me quedaba otra opción.

    Leía un libro sobre Quidditch cuando escuché un barullo exagerado en el piso inferior, que correspondía al bar, e incluso pude distinguir algunos vasos rotos. Me levanté de un salto de la cama en la que estaba cómodamente recostada, pero antes de llegar a la puerta ésta prácticamente salió volando. Tomé automáticamente mi varita y la levanté, a la defensiva. No podía ver nada porque una nube de polvo cubría toda la habitación.

    Antes de poder lanzar cualquier hechizo, sentí otra varita en mi cuello; rápidamente antes de que se aclare la vista, me metí la varita en el bolsillo del sweater para que no me la quitaran. Intenté agarrar con las manos el brazo que me sujetaba pero apenas podía respirar, entonces me di cuenta de que la persona estaba ejerciendo una fuerza cada vez mayor. El polvo se estaba disipando y me soltaron de repente, caí al piso de rodillas llevándome las manos a la garganta, inhalando por la boca exageradamente.

    Cuando levanté la vista distinguí a Bellatrix, acompañada de Colagusano y cómo no, Greyback. La pura monarquía mortífaga.

— Fuimos a visitar a tus queridos papis, y queridos tíos de Potter. — empezó Bella.

— ¿Qué les hicieron? — miré al suelo, intentando fingir.

— No hicimos nada porque no estaban. ¿A dónde fueron? — escupió Greyback.

— No lo sé.

— Crucio.

    Sentí como el dolor partía de la punta de mis dedos, subía por mis brazos y se extendía hasta mi espina dorsal.

— No sé nada, ellos nunca nos quisieron, pensaban que éramos fenómenos. Probablemente huyeron. — dije con lo poco que me quedaba de aire.

    Un líquido bajaba sobre mis labios y recién cuando vi las gotas caer al sucio suelo de madera de pino, me di cuenta que la nariz me sangraba demasiado. ¡Qué debil era! un cruciatus y mi cuerpo ya estaba colapsando.

    Lo que parecieron ser horas de preguntas y torturas terminaron mientras todos estaban en silencio. Yo estaba tirada en el piso, las últimas preguntas que  me hacían eran sobre Harry, pero ni si quería podría responderlas. Sentía verdadero dolor, desprendiéndose de mis huesos y subiendo hasta mi cabeza. Hasta parpadear dolía.

— Mátala. — distiguí la única voz femenina.

— No. — creo que es colagusano — Le pertenece al señor tenebroso.

    Lo único que podía hacer era mirar un punto fijo, mientras sentía como la sangre proveniente de mi nariz y de mis oídos resbalaba por mi cara. Tenía la boca seca, como si nunca hubiese probado el agua.

    Bella volvió a hablar.

— Llévenla a Malfoy Manor.

    Me tomaron del brazo y luego mi cuerpo se volvió mas ligero, como si todo se dividiera en pequeñas partículas flotando en el aire. Cerré los ojos.

    Cuando volví a abrirlos, me encontraba en algo muy parecido a un calabozo, solo que no parecía construido para eso. ¿Volví a cerrar los ojos con pesadez, cuanto tiempo había pasado? Pude oler sangre, llevé los dedos a mi rostro, era sangre seca. Mí sangre.

    Una luz brillante me cegó por completo, tal vez no era tan fuerte, pero había estado en ese lugar sin luz por quién sabe cuánto tiempo. O tal vez ya morí y estaba yendo al cielo de los magos.

— ¿_____?

    Sí, definitivamente ya morí.

— ¿Draco? ¿Estoy muerta?

— No. Estás en mi casa, que es casi lo mismo.

— No puedo moverme.

— Voy a sacarte de aquí.

Vida mágica. (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora