XXIX

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El silencio reinó en Grimmauld Place. Levanté la cabeza, muggles miraban televisión y hablaban entre ellos detrás de los ventanales, ajenos a nuestra realidad. ¡Ojalá pudiera ser como ellos!

Miré a Draco, que cayó de rodillas sobre el pavimento frío; me acerqué a él y le tendí la mano. La tomó sin decir nada y le di un pequeño tirón para que pudiese ponerse en pie. Intenté leer su expresión , pero estaba vacía.

Di media vuelta y entré a la casa, dejando atrás las penosas miradas de los Weasley. Me dirigí directamente a la pequeña habitación en la que me habían ubicado. Y empecé a juntar mis cosas en un baúl. Draco no tardó en llegar a dónde yo estaba.

— ¿Qué haces?

Lo ignoré y seguí juntando cosas. Las manos me temblaban porque, al parecer, estaba al borde de algún tipo de brote psicótico. Me tomó de los hombros e hizo que me sentara en la cama.

— ¿Qué te sucede _____?  — preguntó con el mismo tono neutro.

Cuando mi cuerpo tocó la cama, pude sentir todo, me dolían los huesos. Definitivamente no estaba física ni mentalmente preparada para una batalla. Cerré los ojos con fuerza, flashbacks que no podía distinguir con claridad hacían que me latiese la sien. Un sonido estridente parecía emitirse desde El Centro de mi cabeza. 

— Tenemos que salir de aquí, no pod...

Cuando lo miré, no era la misma persona, tenía la misma mirada que los muggles que iban en tren un lunes por la mañana. Como si la vida fuese lo peor que le estaba pasando.  ¿Y que podía esperar? Acababan de darle una maldita marca tenebrosa.

— No podemos seguir aquí, nos encontrarán. — dije, casi en un susurro.

El solo asintió. ¿No iba a preguntar a dónde íbamos? 

— Draco...

Se dio la vuelta y lo tomé del brazo.

Se veía mal. No físicamente, podía verlo en sus ojos. No emitía emociones.

Me acerqué y le toqué el rostro. Yo sentía unas ganas terribles de llorar. Me dolía más lo que le estaba sucediendo a él, que mis propios problemas.

Me acerqué para besarlo, y giró la cabeza.

No llores _____, sé fuerte.

Me alejé lentamente. Y seguí metiendo cosas en el baúl. Ahora con más calma, escuché sus pasos al salir de la habitación. Apoyé las dos manos sobre el baúl abierto y agaché la cabeza.

No tardó en volver con todo preparado. Salimos sin dar explicaciones. Sin avisar.

Caminamos bajo la fría noche por lo que parecieron horas, en silencio.

— Deberíamos pasar la noche en el caldero chorreante, y luego en la mañana seguir.

No dijo nada, sólo nos dirigimos allí.

Cuando llegamos, estaba atestado de gente, bebiendo y disfrutando de la música. Nosotros, sucios y cansados, nos dirigimos al encargado. Antes de que alguna palabra salga de mi boca, el se adelantó.

— Quiero una habitación.

— ¿Doble?

— Simple.

El encargado le pasó la llave y el se dirigió hacia el pasillo que llevaba a los cuartos. Perdiéndose en la multitud. Mientras yo me quedaba parada, muda.

No sabía que me produjo el escuchar su voz luego de tantas horas en silencio.  No sonaba feliz. No sonaba triste. Sonaba como antes, cuando me odiaba.

— ¿Para la señorita? — me sacó de mis pensamientos la voz del hombre.

— Una habitación, por favor.

Vida mágica. (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora