Capítulo 9.

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Por el camino a mi apartamento me percato de una varias cosas, entre ellas el olor que desprendo. Parecía que acababa de salir de los ríos donde nacen los orcos de Mordor, donde seguidamente me hicieron entrenar con toneladas de queso al lado, acumulando ese desagradable olor que desprende cuando hace calor. Solo me venía bien llegar a la ducha y darme un buen baño donde estuviera más de tres horas limpiándome. Tentador, desde luego, pero no podía permitirme el lujo de no pagar la extensa factura de la luz que dejaría a su paso.

Justo cuando parecía que todo iba mejor, empezó a llover caudalosamente; lo único que pude hacer fue refugiarme debajo de algún balcón, o seguir andando hacia mi hogar. Al ver que la lluvia seguía sin amainar decidí ir a una parada de autobús y sentarme allí mismo. —Sí, finalmente pude encontrar una y quizás no en el momento exacto —El techo es casi invisible y la calle está casi abarrotada de personas que solo quieren cobijarse de la tormenta. Observo mi situación, y me empiezo a reír.

¿Qué loco no se ríe solo? Toda la gente que iba caminando murmuraba sobre mi risa sin aparente sentido. Llegué a escuchar algunos diálogos.

—Mamá, ¿de qué se ríe esa mujer?
—No te acerques por sin acaso, cariño, esa persona está loca —Le decía la madre a la hija.

—Esa señora ha perdido el juicio completamente, vámonos.

Realmente, nunca me ha gustado la crítica social, y como sigue sin conmoverme un pimiento, seguí riendo. Lo que realmente molesta es todo aquello que puede de una forma u otra afectar a la persona, como algún insulto, menosprecio o cualquier palabra. Lo malo es que de las palabras vivimos, son parte de nuestro ser.

—Ojalá pudiera reírme como tú.

La voz proveniente de al lado era de un joven, su cara estaba cubierta por su capucha negra, tenía las manos metidas en los bolsillos de la misma, y su tono de voz era apagado.

—¿Disculpa?

—Tu risa es símbolo de tu felicidad.

—Oh, no exactamente, realmente es por una serie de cosas que me han pasado a lo largo del día; precisamente no son muy buenas, pero al fin y al cabo, verle el lado positivo o gracioso no está mal.

—¿El lado positivo? Mi problema no tiene lado positivo, es el peor de todos, es... doloroso —Su voz sonaba quebrada, partida por muchos gritos y corrompida por algo serio.

—Puedo ayudarte si lo que necesitas es consuelo —Le dije muy calmada —, al fin y al cabo todos los problemas tienen solución, igual que los actos que cometas mal. La vida es tan solo error y aprendizaje.

—Eso es imposible, los actos no son enteramente perdonados, se graban en la mente y de ahí no se olvidan, a no ser que se tenga algún problema referente a la salud mental.

Las palabras del extraño tenían razón, las acciones se perdonan pero jamás se olvidan. Sólo quería animarle y no hacerle recordar nada, así que volqué el tema a lo positivo para no hurgar en la herida.

—Piensa que si olvidas los sucesos tu pasado conseguirá distanciarse de ti, y por mucho que intentes encontrarlo, no estarán en tu memoria. Puedes probar por sacar de esos actos algo bueno, algo nuevo que pasó en tu vida, usarlos para aprender lo bueno y lo malo, la moraleja de esto —Gesticulaba con paciencia —Creeme, de todo sacarás algo beneficioso, enseñanzas y, piensa que la cosa puede ponerse peor de lo que está. Al fin y al cabo hay siempre situaciones peores.

Me acerqué a su asiento de parada, quizás para que se sintiera mejor con mi presencia.
Para mi sorpresa, me abrazó sentado en su asiento, derramando lágrimas demasiado oscuras para decir que eran simples gotas. No pude ver su rostro, pero sus mejillas estaban hinchadas, probablemente de tanto llorar, y su piel muy pálida. Le ofrecí un pañuelo, y él dejó efectivamente lágrimas de color rojizo. Nos despedimos, porque la lluvia cesó, pero antes de irme me dio el pañuelo con el que sus lágrimas secó.

Llegando a mi casa, me encontré con que la calle había sido cortada —¡Justo cuando parecía estar mejor la cosa! —Y no solo no pude pasar por ahí, también mi cafetería estaba siendo vigilada por unos policías. Tenía que preguntar qué demonios estaba pasando, pero en un abrir y cerrar de ojos me dieron un buen golpe y caí en un profundo sueño.

Niebla (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora