Capítulo 17.

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Al salir del caro y largo coche aún con las ropas de gala, Zeus me condujo hacia la oxidada puerta, dando tres golpes con los nudillos como si se tratara de una especie de clave, me cedió el paso después de que él pusiera primero el pie en la habitación. Dándole a un interruptor, se encendió con dificultad una bombilla polvorienta y abandonada a la esquina de la sala; con su luz tenue, alumbró paredes y suelos de azulejos azules y negros, también una decoración muy escasa, donde al final se encontraba un escritorio no muy nuevo (diría que sería como de hace cuatro años), con tres sillas de madera, donde se podían apreciar mordidas de termitas y unos respaldos no muy higiénicos. Solo se me ocurrió descartar la idea de que esa organización fuera tan rica, como parecía darse a entender.

—¡Bienvenida a la oficina central! —Dijo mi acompañante elevando los brazos al cielo, expresando una sonrisa de oreja a oreja y un tono bastante alegre —¡Aquí es donde reside nuestra base secreta!

—De presupuesto parece que andáis cojos... pero aún así sigo sin creerme que esta sea la base, por alguna parte tiene que aparecer una trampilla o... —Buscando entre lo menos obvio, encontré un interruptor igual que el de la luz, pero ¿Para qué dos interruptores en una habitación tan pequeña? Apretándolo, sonó un ruido molesto cerca de mi. Al darme la vuelta, pude ver que se trataba de un amplio mecanismo que abría una trampilla. Me acerqué, y pude comprobar que se trataba de una disimulada escalera, al parecer de metal, por la cual Zeus me invitó descender con un simple gesto de su cabeza.
Bajamos hasta que la luz se convirtió en oscuridad para nuestros ojos, no obstante, se encendieron a nuestros pasos luces blancas redondas desde el techo, tan rápidamente como se apagaban a un paso más lejano que estábamos de la puerta. Se alumbró al fondo del largo y lujoso pasillo negro un escritorio de color caoba, acompañado esta vez de tres sillas al mismo nivel de lujuria que todo el sótano.
Al llegar allí descubrí por las paredes un sin fin de armas letales, tanto como de cuerpo a cuerpo como de distancia. La tecnología tampoco se quedaba atrás; desde el más nuevo artilugio hasta el mejor ordenador del mundo relucían en mesas bajas.
La silla de detrás del escritorio puesta hacia atrás llamaba mucho la atención. ¿Acaso...?

—Traigo a un nuevo miembro para G.A.R.C.A.N, señor —Dijo Zeus, respondiendo al silencio de la sala —Realmente, es una integrante.
La butaca que antes estaba hacia atrás ahora se volvió lentamente, dejando al descubierto un traje blanco bastante elegante que encendía un poco el ambiente oscuro. Se trataba de un hombre quien lo portaba, su pelo blanco llamaba la atención, aunque resaltaba con sus ojos rojos de pupilas grandes en la cara joven que se podía apreciar. En su mano derecha tenía una muleta que no parecía necesitar, figuraba ser de decoración, o un simple complemento de ricos. Se levantó entonces de su asiento apoyándose en la nombrada antes (al parecer con esa utilidad), y levantó la cabeza al inquieto de Zeus con su mano izquierda, apretándole la barbilla, no sabía bien porqué, y es que el rostro del desconocido no expresaba nada, pero estaba claro que el odio se apoderó del peliblanco al oírle.

—Señor ella era la que entraba en la organización, discúlpeme... —Cogiendo el hombre un puñal cercano con rapidez y destreza, amenazó a mi compañero de una muerte rápida y dolorosa —Por favor señor, le ruego clemencia...

El peliblanco desconocido dejó de incomodar con el arma, soltándola por fin en su escritorio, haciendo que se relajara un poco la situación tan intimidatoria.

—¿Quién es ella? ¿Una mujer cualquiera de la calle que se cuela en el restaurante? —Preguntó mostrando su voz por primera vez... —¿Por alguna razón, me trajiste a una experimentada en inexperiencia?

Se tocó con su mano izquierda la oreja del mismo lado... ¿por qué me resultaba tan familiar aquel hombre peliblanco, que tenía esas cejas no tan alegres negras? ¿Quién era, quién podría ser, quién, quién? Su pierna izquierda empezó a dar golpecitos pequeños a la mesa, de lo nervioso que estaba... extrañamente, a quien me sonaban esas costumbres tan peculiares era a...

—Le aseguro, que es una muy buena elección. Sabe usar bien las armas, por el camino ha contado técnicas letales, que cualquier hombre envidiaría.

—Bien, puede convencerme mañana cuando vayamos a asesinar a los curiosos del bosque Luxort norte —Con sus gestos expresó su afirmación, y después su cara se volvió a la mía —¿Cuál es tu nombre, muchacha?

Estaba dispuesta a responder, pero Zeus se interpuso a mi comentario.

—Se llama Clara. Clara, éste es Niebla, tu nuevo jefe.

¿¿¡QUÉÉÉ!?? ¿¿¡ESE ES NIEBLA!?? Pero es imposible, ¿cómo podría ser alguien como él, una persona con poca movilidad el asesino? me lanzó una mirada fugaz, tocándose otra vez la oreja y volteando hacia su lado esquivando mi mirada...

¿¿NIEBLA... ES MI HERMANO CIEL??

Niebla (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora