Capítulo 8.

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—Cierre la puerta, señorita.

Le hice caso sin la necesidad de dudar de él. Era de madera de roble con pomo de caoba, sin duda una comisaría con un toque rústico, vintage sin contar la lámpara que colgaba del techo, donde se hacía notar el oro y las pequeñas cuentas de cristales.
Quién lo iba a decir; el entorno no conjuntaba conmigo —o más bien, yo no era parte del entorno — aún seguía manchada de barro y con el cabello despeinado. Tengo asumido desde muy pequeña que el aspecto importaba, que había que cuidarlo ya que representa cada parte del ser de cada persona.

Bueno, había veces en las que la regla no era cierta, y sabía que hasta que no llegase a mi departamento no podría cambiarla.

El hombre me invitó a tomar asiento frente a él en una silla verde, justo en medio de la alfombra del mismo color esmeralda en un tono más oscuro.
Me senté admirando un cuadro de tres personas pequeño a la izquierda del escritorio. Después giré mi mirada hacia el hombre. Desde luego, no sabría si sus pintas de cowboy estarían permitidas en la comisaría.
—Por favor, no me llame "señorita". Si quiere nombrarme por un sustituto a mi nombre, dígame "señora" —Le dije sin rodeos.
El hombre me ofreció un pañuelo negro para limpiarme un poco y lo acepté con mucho gusto.
—Perdone, señora, mi intención no era ofenderla —Contestó de buena manera.
—No se preocupe —Sonreí restándole hierro al asunto, dándole el pañuelo —, ese es un detalle de minúscula importancia.

Cogí de mi bolsillo izquierdo del pantalón un papel doblado cuatro veces. Lo desdoblé, y lo puse encima del escritorio para que el jefe policial lo leyese.
—¿Qué es esto? —Preguntó sin mirar siquiera.
—Mis investigaciones de Niebla.
—¿Investigaciones?
Cogió el papel con todas las anotaciones, y empezó a ojearlo.
—He hallado mis propias conclusiones del asesino. —Dije acomodándome en la silla —Lo primero de todo y lo más principal es saber que sólo ataca cuando se produce el anochecer hasta que está amaneciendo.
Es lógico que una noche sin niebla, nuestro individuo no pueda asesinar a nadie porque su identidad depende de esta. No obstante, puede atacar cuando la niebla se encuentre en el ambiente —El hombre parecía estar concentrado en mis apuntes, aunque no me miraba demasiado —. En el puesto número dos, he averiguado que puede usar las amenazas como trampas que conllevarían a más muertes.

—Últimamente se estuvo manifestando en los medios de TV, es cierto. Pero ¿por qué amenazas? —Intervino él.
—Porque sin eso Niebla no mantendría la presión y el terror social, el miedo la muerte.
Simplemente, fíjese. Los asesinatos provocados tiene a la gente acongojada; no salen de casa, no festejan por la noche y sobre todo, la mitad de la población hace como que no viviera en sus casas, o por lo menos aún no lo hacen.
—¿Qué quiere decir?
—Niebla puede decidir atacar por la noche mientras las personas duermen. Y todo eso sería porque el bosque está desolado.
—Eso supondría una reducción del pueblo a gran cantidad.
—Mucho me temo que así será.
—Entonces, ¿Qué podemos hacer, según usted? —Dijo soltando el papel.
Temía soltar esas palabras que tenía pensadas desde el principio, pero sentía esa inexplicable necesidad, aunque con ello me jugase la reputación.
—No sé usted, pero yo voy a trabajar como pueda en solitario.
Me miró de arriba a abajo, y se puso las gafas de culo de botella que realmente me resultaban familiares delante de unos ojos marrones alegres y cansados.

—¿Clara? —Dijo asombrado —¿Eres tú?
Reconocí su rostro enseguida, él era mi compañero de universidad, nadie menos que...
—¿Gabriel? ¡Oh Dios mío, claro que es usted! —Dije manteniendo la formalidad.

—¿Qué haces aquí Clara? ¿Por qué investigas tú sola el caso Niebla?
—Sé que puedo hallar quién es ese despiadado asesino.
—Pero tú estás excluida de la investigación según los reportes, no tendrías que estar reuniendo datos sobre él. Además, si vas trabajando sola cual lobo solitario, como siempre, puede llevarte a una muerte súbita.
—¿Y cuando no he hecho algo sola? Tú mismo lo has dicho. Ya sé que estoy excluida, pero voy a inspeccionar hasta saber quién es, reunir todas las pruebas y todo lo que necesite.
—Alto ahí. Es tu gusto hacer las cosas de manera individual, pero hacer lo que va en contra de la ley, es delito.
—¿Delito? —Cogí el papel y lo doblé metiéndolo otra vez en mi bolsillo —¿Es delito investigar por el bien del pueblo? ¿Es delito reunir información hasta encontrar el paradero del asesino? —Pregunté ofendida.
—Si no tienes una justificación que lo permita sí lo es, y no quiero arrestarte ni ponerte una sanción grave, así que te lo pido, no invites a la policía a andar detrás de ti.

Me levanté de cuajo, agarré los extremos de la mesa de Gabriel, y le dije:
—Soy yo la que irá detrás de Niebla, así que si la policía no lo acepta, que se joda.

Salí de allí airada por lo que acababa de suceder. Me daba exactamente igual, iría detrás de Niebla costara lo que costara, aunque pillarle fuese lo último que hiciera.

Niebla (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora