Capítulo 20 Final

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Intenté activar la ventana en busca de algún botón, pero no era necesario, ya que el chófer del gigantesco coche se levantó para abrirme la puerta, y así dejarme salir. Me levanté, y al verme, Zeus se percató de que el hacha seguía dentro, lo cual me lanzó una mirada distinta que al primer momento no pude distinguir.

-Esto, querida Clara, creo que te dejas tu metal dentro; ¿no crees que es un fallo bastante grueso?

Miré hacia atrás en respuesta a su insinuación de haber olvidado algo, y efectivamente era el arma. La cogí con aire de despreocupación para no dar tanta importancia al despiste; después de eso, el chófer se volvió a montar en el coche, dejándonos a las afueras del bosque rodeado francamente por setos de tres metros. Cuando se formó una humareda espesa, y solo quedó un rastro de huellas de ruedas de coche en dirección contraria de la que habíamos venido, Zeus se fue directamente al frente de unas de las partes de la pared natural, y con maña y astucia, abrió un hueco sin utilizar su lanza de longitud mediana. Me pregunté... ¿Cuántas veces habría abierto ese hueco tan disimulado para hacerlo casi perfecto? Supongo que después de todo, él ha matado a personas inocentes, es un asesino de bajo rango. Me ofreció que pasara primero, y así hice, con cuidado de que la capa y el vestido no se desgarraran, y afortunadamente así fue.

—Te ves más segura de lo que te conozco —Decía él mientras se incorporaba después de pasar por ese agujero —¿Ocurre algo?

—Nada en especial, solo que será la primera vez que esté ante el mismísimo Niebla viéndolo matar —Respondí soltando una sonrisa falsa que al parecer no distinguió, mientras caminábamos hacia el frente.

—¿Tan impresionante resulta verlo degollar personas? —Preguntó un poco confuso —¿No es mejor que él te enseñe, pero haciéndolo tú? —Me quedé mirándole atentamente, al parecer, sus palabras finalmente cobraban algo de sentido —A veces no entiendo al Asesino, es como si algunos actos no tuvieran sentido...

—Y no lo tienen todos, efectivamente —Contribuí a sus palabras —Incluso el más mínimo cerebro inteligente comprendería que sus acciones son inhóspitas. Creí que pensabas como todos.

—¿Como una panda de asesinos que solo matan por dinero en vez de por vocación? Yo mato, atravieso corazones, pero no estoy tan loco para vivir por ello.

Al oírle, sus palabras petrificaron mis pensamientos sobre él. ¿Este individuo pensaba igual que yo, en el tema de El Superior? Creía que absolutamente todos los integrantes eran como una banda de delincuentes sin cabeza porque nacieron sin ella.
Guardé silencio para asimilar que compartíamos ideas, y reflexioné en mi interior, con una cara que no se hacía notoria en ello. Parecía como si mi cerebro almacenase nueva información sobre él; aquí como en otra parte de estos días, aprendía otra lección de vida importante, no judgar por las apariencias.
Miré hacia arriba, solo en todo mi campo de visión podía apreciar a no tanto detalle las hojas de los árboles, sorprenderían a cualquiera de lo gigantes que se veían; yo sentí admiración.

—Y, ¿qué piensas sobre la organización? —Pregunté segura de que no me defraudaría su respuesta.

—En el poco tiempo que has estado, he visto que no deseas estar en ella, yo he abierto los ojos, y gracias a que tú me has ayudado inconscientemente. Somos una panda de locos... pero no podemos irnos, ya que Niebla nos mataría antes —Contestó apretando el puño izquierdo.

—¿Yo? ¿Es que... —Cambié rápidamente de pregunta —cómo sabes que pienso eso?

—Soy experto en el lenguaje corporal, además, yo te conozco, tienes un aire familiar a una chica que vi por la televisión hace uno año como detective —Repuso rematando con una sonrisa; entonces, él sabía que mi objetivo no era aprender a matar, sino investigar desde el principio... —Gracias.

La noche avanzaba rápido, ni me di cuenta de que ya pasaron alrededor de tres horas; esperaba a Ciel impaciente mientras andábamos con cautela entre los troncos viejos y robustos de los árboles, a la vez nos acompañaba una brisa leve y limpia, que solo traía un olor a hierba... y a sangre.

El primer grito de la noche surgió dolorido unos diez metros más de nosotros. Fuimos corriendo hacia el lugar del alarido, y allí estaba él. Lucía un traje negro que le hacía casi invisible. Avanzó despacio hacia a mi, me cogió del hombro, y lanzó palabras a Zeus de que fuera por su derecha, donde había más personas, entonces solo nos quedamos los dos solos, en la penumbra de la noche, alumbrados por las estrellas y la luna, que brillaban fuerte, como si me alentaran en hacer algo peligroso...

—¿Lista para aprender a manejar tu hacha? Es un arma difícil de dominar, pero se ve que tienes un alto potencial... —Empezó él la conversación, aun sin fijarse demasiado en mi rostro.

Giró su vista hacia su lado derecho, donde yo no estaba, y mi mente envió señales que enseguida ejecuté, y no renegué de ellas; pero antes me quité el vestido blanco y la capa, dejando al descubierto mi camiseta y pantalones cortos. En esos momentos de distracción, pude cogerle de su brazo derecho para ponerlo en el suelo, acto seguido aprisioné su izquierda con mi derecha, amenazando a cualquier movimiento en una muerte por arma blanca. Las rodillas las clavé en la hierba frondosa, una a cada lado de sus caderas. Él estaba prácticamente inmóvil, me sentía revitalizada.

—¿¿Qué demonios... está pasando?? —Preguntó incrédulo entre jadeos, casi sin aliento. Fijó su atención en mi cara, y más incredulidad se mostraba ante él —¿¿Tú eres...??

—¿Algún problema, hermano? ¿O debería llamarte asesino? —Dije con odio y valentía —¿Por qué no te mueves, y matas a todos, organizando tu mafia y masacrando, eh?

—...Clara... –Puso los ojos en blanco, no solo sentía su temor, también olía su derrota —¿...qué haces aquí?

—Pararte los pies; has asesinado a muchísima gente que no ha hecho nada a nadie, y menos a ti, solo por el hecho de querer entrar en el bosque. Incluso... —Me costó terminar la frase, así que suspiré primero —...mataste a papá y a mamá. Te querían, nos querían...

—¡Solo te querían a ti! —Dijo intentando forcejear, gritando a pleno pulmón —¡Te darían todas sus riquezas, y yo las quería para instrumento de tortura y para matar! ¡¡PARA MATARTE!! ¡Te convertiste en detective, y me pillarías en algún momento u otro, no podía permitirlo!

-—¿¡Y se puede saber por qué mataste a nuestros padres!? ¡Ellos te darían dinero también a ti! —Respondí con un tono más bajo para tranquilizar el ambiente, intentando buscar lógica a sus palabras.

—No... ellos me veían como un heredero sin futuro y sin remedio. A ti te veían como la perfecta, así que tú heredarías casi todo, y quise matarte, pero la silueta en el bosque de mamá me confundió, y los maté a ellos... Además, yo solo quería el dinero, quería lujos; lo que ahora poseo y tú no.

Su cuchillo rozó de una manera rápida y esquiva mi brazo izquierdo, pero aún sin poder liberarse enteramente, intentaba escaparse de toda atadura que hice con mi cuerpo para el suyo. Agarré mi hacha con mis manos, no quería llegar a esto... pero... pero...

—Que los nacidos en lujuria se conviertan en polvo —dije elevando el arma —y los nacidos en pecado lo destruyan todo.

Un grito sonó en ese lugar. No fue de mi boca. Fue de la suya. El hacha estaba clavada en su corazón. Saltó la sangre hacia mi cuello y mi cara. Lo había matado, lo había matado, lo había hecho... maté a mi hermano... No. Maté al mayor asesino del pueblo, posiblemente del mundo. Me puse en pie, saliendo de aquel nido de muerte para no pisarlo en mi vida. A la mañana siguiente entregué a la policía el informe de Ciel, fui recluida de nuevo en mi puesto, y nadie, nadie jamás en los años que pasaron supo qué o quién fue Niebla, nadie excepto yo...

¿...quién sabría, si aquello solo fue una leyenda?

FIN

Niebla (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora