Capítulo 7.

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Me fui alejando de la morada con un paso apurado; debía informar del caso a la comisaría de policía más cercana para ponerles al tanto de la situación. Aunque tenía mis pequeñas dudas, porque nada me aseguraba que creerían todo lo que pude recopilar durante el día, o la insensatez de los supuestos "refuerzos".
Volviendo a los hechos, parezco no poder encontrarle sentido a esta camisa de once varas. ¿Cómo me conoce tanto? o si quiera ¿cómo sabía de mi existencia? Me vuelvo a preguntar la misma duda una y otra vez. Una de mis opciones es que supiese quién es Niebla, lo que podría darle unas supuestas pistas de quién soy yo. Pero esas piezas no deberían encajar, y para que lo hiciesen el asesino tendría que conocerme, así hablarle a ella de mí, y empezar a investigar para matarme sin motivo aparente, como dijo en su casa delante de los oficiales. Aunque ella misma recitó que estaba influenciada por el asesino para hacerlo.
Termino guardando un silencio sepulcral con el que solo consigo oír mi respiración y mis pisadas.
He llegado a un punto en el que no me importa nada más que la información que de alguna u otra forma me implica. Por eso sería bueno que estén a manos de un profesional. Solo quiero llegar cuanto antes.
Aligeré el paso al ver que tenía bosque a mis lados; aunque no fuera de noche tenía que mantenerme alerta. Después del episodio anterior me he quedado exhausta.
Una estatua de mármol mal cuidado en la que se representa un hombre y un perro me llama la atención. ¿Cómo es que no la había visto antes? Quizá las prisas por que la mujer me contestara me habían dejado ciega.
Me paré en seco, y miré el enorme manuscrito de la placa, en el cual se leía:

"Humiko", al lado de Josep, conoció el mundo de las montañas y del agua que cae rodando por las peñas abajo, rugidora como el diablo, preso de las zarzas y fría como la mano de las vírgenes muertas. "Humiko", sin apartarse de su amo mendigo y trotamundos, supo del sol y de la lluvia, aprendió el canto de las alondras y del minúsculo aguzanieves, se instruyó en las artes del verso y de la orientación, y vivió feliz durante toda su juventud.

Pero un día... Como en fábulas desgraciadas, un día Josep, que era ya muy viejo, se quedó dormido y ya no se despertó más".
No tenía más que añadir, la lectura tan solo estaba advirtiendo la vida y la muerte. Si a todos nos llega por igual, debería de ser más rápida con los asesinos.

Al salir de ese lugar apartado de la civilización intenté hacer parar varios taxis ya que en esa zona no se encontraban paradas de autobuses, pero no se el por qué de mi suerte que cuando los llamaba, no me atendían, como si no existiera. Puede que fuera porque mi ropa era oscura y se camuflaba con el paisaje. La cosa se me complicó cuando me detuve a ver lo que me quedaba para llegar, pues desgraciadamente un coche que iba a toda mecha me salpicó del charco de barro que se encontraba a mi lado, desafortunadamente. Al final tuve que ir andando hacia mi destino.
Ya allí abrí rápidamente la puerta como si se tratase de un portazo- Esto exclamó al guardia que estaba sentado cómodamente en su puesto.
Realmente no se que le asombró más; mi moño despeinado, mi ropa llena de barro o mi actitud furiosa e intranquila.
Puse mis manos sobre la mesa de madera, donde detrás estaba sentado el hombre que me miraba con una expresión curiosa, esperando tal vez que le soltase un disparate.
Clavé mis ojos en los suyos y sin parpadear le dije:

—Necesito ver al jefe.
—¿Es urgente? —Dijo con ese aire despreocupado que toman los poco interesados.
—Sí, lo es.
—¿Clasificación?
—Información confidencial.

Sin apartar la mirada de mí, presionó un botón gris del teléfono inalámbrico que yacía encima de su escritorio.
—"Jota Ele", hay una mujer ansiosa de contarle algo interesante. No creo que dejarla entrar sea algo prudente, pero parece que promete.
Sus palabras tuvieron que enfurecerme, por lo que no pude contenerme después de todo lo que habñia pasado y le grité:
—¡Es información del asesino Niebla!

De la ranura del micrófono salió otra voz más ronca de otro hombre.
—Déjela que pase, agente. Cualquier pista será bienvenida al cuerpo policial.

No quise actuar como una niña pequeña para dejarle bien claro que tenía permiso para pasar al hombre que me había negado la entrada, así que simplemente le guiñé un ojo y me fui detrás de la puerta que ponía "Jefe".

Niebla (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora