Provincia de Río Negro, Argentina. 1978.

135K 3.4K 389
                                    

Obra registrada en safecreative.org bajo el número 1205281711426


Fue una fría mañana de otoño, de esas en las que el sol parece no haber salido jamás. En uno de los parques nacionales más grandes de Argentina, el ruido de varias bicicletas se acercaba a toda velocidad por el estrecho camino montañoso hasta la salida. El aire del bosque y el verdor lo inundaba todo, el bosque parecía tener vida. De repente, el último de los ciclistas se detuvo en medio de la nada.

-Oye Tomás ¿Que hacés? Hace mucho frío y tenemos que seguir la ruta- dijo Mateo, el ciclista que iba justo delante de él.

-No se, pero creo que escuché algo- dijo Tomás, mirando hacia la espesa vegetación.

-Claro que escuchaste algo, sabés que aquí hay muchos animales y esas cosas- dijo Mateo, acercándose a Tomás e instándolo a que siguiera el camino- Tenemos que continuar ahora, o no alcanzaremos a los demás.-

Mateo tenía razón, porque al darse cuenta, estaban los dos solos en medio del bosque.

-No entiendes. Yo no escuché a ningún animal, escuché a personas hablando, y luego un golpe. Como si algo se hubiese caído desde un árbol- Tomás seguía viendo hacia la vegetación, abstraído en sus pensamientos.

-Pudo haber sido un campista, en este parque hay muchos de esos. Y lo del ruido, pues debió ser una rama, o un animal. Anda, vamos- dijo Mateo, subiendo de nuevo a la bicicleta.

Tomás también subió a la suya, y continuaron el sendero. Habían pasado varios minutos, solo oyendo el chasquido de las piedras y el ruido de los animales, cuando Mateo habló.

-Después de salir de acá deberíamos ir a un bar, en serio el frío me está matando. ¿Qué te parece?-

Nadie respondió. Mateo miró hacia atrás, pero nadie lo seguía. Estaba sólo, y quién sabe desde cuándo. Se detuvo en seco y se bajó de la bicicleta. Los cientos de piedrecillas que formaban el camino crujían con el movimiento de los pies del hombre.

-¡Tomás!- gritó, pero no hubo respuesta.

'Este bobo, tendré que devolverme a buscarlo, seguro se perdió o se reventó una llanta' pensó Mateo.

Le dio vuelta a su bicicleta, la montó y emprendió la búsqueda de Tomás.

-¡Tomás! ¿Dónde andás?- gritó de nuevo, pero esta vez hubo una respuesta. Un grito, un grito espeluznante provino del bosque.

Los vellos de la nuca de Mateo se erizaron. Nunca había oído semejante ruido. Algo andaba mal, algo le había pasado a Tomás. El ciclista sintió miedo de adentrarse en el bosque, toparse con un puma o un jaguar, animales depredadores de la zona, le producía gran temor. Pero por buscar a su futuro cuñado perdido valía la pena aventurarse un poco.

Mateo y Tomás se conocían desde la secundaria, cuando participaron en un evento deportivo. Ellos pertenecían al mismo equipo de atletismo, así que se la llevaban muy bien. Con el paso de los años, su amistad fue creciendo hasta el punto en que Tomás comenzó a salir con la hermana de Mateo, lo cual el aceptó sin chistar, pues nadie se merecía a su hermana más que su mejor amigo. Ahora, él se hallaba en problemas, tal vez estaba mal herido.

Dejó la bicicleta en el camino, y de su bolso sacó un triángulo de color naranja fluorescente, indicando que había alguien herido cerca de ese lugar. Lo colocó al frente de la bicicleta, y se introdujo en el bosque.

Mateo podía ver su aliento caliente a través del aire, lleno de humedad y de niebla, pero eso no lo acobardó. Pensó que Tomás había caído por algún barranco, de tantos que habían en el camino de regreso. Debía rescatarlo.

-¡Tomás, hablame!- gritó Mateo con todas las fuerzas que le permitían sus cansados pulmones. El frío empezaba a causar efectos negativos en su salud. Tiritaba, el enorme bolso que tenía en su espalda no le proporcionaba nada de calor.

Otro grito, igual de terrorífico, llenó el silencio. Si Mateo no se equivocaba, y esperaba que si, el grito parecía venir de arriba, de los altísimos árboles que llenaban el bosque. Siguió buscando, y escuchó un último grito, que a pesar de ser sofocado por la lejanía, se oyó claramente: ¡Corre!

Mateo corrió hacia lo que pensaba era la salida hacia el camino, pero al toparse con más bosque, supo que estaba perdido.

'Está bien, supongamos que estoy perdido. Tengo un bolso con provisiones que me durarán por lo menos tres días, si un oso o algo así no me mata antes' pensó Mateo, mientras miraba a todos lados intentando ver un atisbo de claridad. Pero todo lo que alcanzaba a ver eran árboles, arbustos, tierra y niebla.

Corrió de nuevo, esta vez hacia el norte, según lo que él pensaba, pero de repente, un ruido seco provino detrás de él. Mateo se quedó paralizado. No podía voltear, pero tenía que hacerlo.

-Que no sea un puma, que no sea un puma- dijo Mateo mientras se daba la vuelta. Y tenía la razón.

El horror se apoderó de Mateo al ver el cuerpo de Tomás, tirado en el suelo, con cortes profundos en todo su cuerpo, dejando mostrar algunos órganos internos. Tomás estaba muerto, eso era indudable. Y había caído de un árbol. Mateo alzó la vista, y pudo ver como algo saltaba de un árbol al otro con gran facilidad, para alcanzarlo.

Mateo soltó el bolso y corrió, con todas sus fuerzas, esta vez para salvar su vida. Tomás estaba muerto, y él era un imbécil por meterse en el bosque a buscarlo. Seguía corriendo, pero sentía que esa cosa que estaba en el árbol seguía detrás de él.

Tropezó y cayó. Sintió un ardor en las manos y en las rodillas, y al verlas notó que se había hecho varios rasguños, de donde ligeras gotas de sangre comenzaron a salir. Pero no podía detenerse a sanarlos, debía correr, debía salir de ahí.

Llegó hasta un árbol, muy lejos de dónde había dejado a su bolso y el cadáver de Tomás. Y por primera vez en esa media hora, se sintió seguro. Su cuerpo estaba agotado, porque había salido con su grupo de ciclismo a las seis a.m; y ahora se arrepentía.

A pesar del frío intenso en esa mañana, las gotas de sudor corrían por su rostro en gran cantidad. Y luego, oyó un rugido, un sonido gutural, que provenía detrás de él.

Una fría mañana de otoño, dos ciclistas se quedaron atrás del resto, se internaron en la profundidad del bosque y no volvieron a salir jamás.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora