Capítulo 15.

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Aún estaba en el estacionamiento, secandome las lágrimas que había derramado al ver la escena tan horripilante que había ocurrido en los baños del salón de fiestas, cuando Sonia me apartó de su conquista reciente para interrogarme. El tal Víctor siguió de largo hacia su camioneta, había entendido el mensaje tan poco sutil de la rubia de que quería hablar a solas conmigo.

-¿Por qué viste el cuerpo?- me exigió. Se notaba claramente el enojo en su rostro pálido y hermoso- Eso es algo que no todos pueden soportar, y a pesar de que te conozco desde hace sólo tres días siento que no debiste hacer eso Rosita.-

Una enorme ola de aprecio hacia Sonia llenó mi cuerpo. Era la mujer más agradable del mundo entero, ya la quería como a una hermana. La miré a sus ojos verdiazules y sonreí, y ella también lo hizo.

-Lo se Sonia, lo siento tanto. Se que no debí entrar, pero sentí que era mi responsabilidad saber qué había ocurrido.- dije, en voz baja.

-No señorita, tu responsabilidad es sobrellevar una editorial. No ver cadáveres, eso le toca a los policías.- Me dijo a manera de regaño, pero bromeando- Ni yo entré a verlos, y a leguas se nota que soy más fuerte de estómago (y de lágrimas) que tú.-

-Sonia, no te preocupes, voy a estar bien.- mentí. No iba a estar bien, porque no solo era la escena tan sangrienta lo que me tenía así, sino que tenía una gran sospecha de que un ser sobrenatural sediento de sangre era el culpable de eso.

La incertidumbre era una sensación que no me agradaba en lo absoluto, y ahora la sentía. Que los Bolívar no estuvieran seguros de que había sido Ariel el asesino del pobre Gabriel me hacía sentir confundida, dubitativa. Si no había sido él, entonces ¿quién lo había hecho? ¿Acaso había otro vampiro cazando ilegalmente en la ciudad?

Los nervios reemplazaron a la confusión. Si eso era cierto, los Bolívar debían saberlo y hacer que ese vampiro se detuviera antes que matara a otra persona más.

Sonia me miró perpleja mientras estaba abstraída en mis pensamientos, mirando hacia el salón de fiestas, como esperando que algo saliera de allí. Aunque la verdad, sabía exactamente qué quería ver salir de ese sitio.

-Rosa, ¿estás bien?- me dijo, mientras movía una mano frente a mi cara, intentando sacarme del trance pensativo en el que me encontraba.

-¿Qué? Ah si, estoy bien- respondí, mientras agitaba levemente la cabeza- ¿Me decías algo?-

-¡Si! Te decía que vayamos a la camioneta. Víctor nos llevará a comprar algo de comer y luego a casa, ya que no trajimos el auto.- me explicó.

Me quedé paralizada, pensando en el auto de Sonia. ¿Qué le iba a decir? ¿Con qué cara le iba a explicar que su auto ya no existía? Es más, me sentía nerviosa de pensar cómo Lucía y Héctor se habrían deshecho de él. Sonia me tomó por el brazo y practicamente me arrastró hacia la camioneta.

-Estás rara, Rosa. No se que te pasó, pero desde esta mañana te noto diferente.- dijo Sonia, mientras Víctor ponía en marcha el auto.

Por supuesto que estaba diferente. Me había enterado de la manera menos delicada posible que unas criaturas que pensaba solo existían en los libros y las películas de horror eran reales. Siempre me imaginaba a los vampiros como unos seres horribles, matando a diestra y siniestra sin piedad alguna. Pero los Bolívar eran diferentes, no se les notaba ese rastro de maldad que yo suponía que tenían todos los vampiros. Bueno, al menos es lo que yo pensaba de ellos.

-No te preocupes Sonia, es que tuve una pesadilla. No pude dormir bien, eso es todo.- contesté, con un tono algo convincente.

-Lo que necesitas es un buen desayuno.- dijo Víctor, que no había dicho ni pío durante el rato que estábamos los tres en el auto, que ya estaba más cerca del pueblo que ahora era mi hogar.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora