Capítulo 19.

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Era mío, mío y de nadie más. Podía sentir su presencia en mi alma, en lo más profundo de mi ser. Si pudiera, estaría unida a sus labios de por vida y jamás sentiría calor, frío, hambre, sed o cansancio; porque estando a su lado, en ese beso eterno, estaba más viva que nunca antes. La pequeña chispa de calor que había sentido al principio se había convertido en una llamarada que inundaba todo mi cuerpo, desde el más largo de mi cabellos hasta la punta de los dedos de mis pies.

No sabía si estaba comenzando a enamorarme de Cristóbal, pero el torbellino de emociones que santía en torno a él lo indicaba claramente, como una luz de neón en un cartel: Era amor... o algo así.

Pero, siendo una persona racional y pensante, no podía quedarme unida a sus labios para siempre... Es más ¿Por qué demonios me estaba besando con él? ¿Qué me pasaba?

-Esto no está bien...- dije, apartandome por primera vez de sus labios helados como nieve. Abrí los ojos y noté que él aún los mantenía cerrados.

Intentó buscar mis labios nuevamente, pero yo lo esquivé, y fue ahí cuando decidió abrirlos.

-¿Que pasa?- preguntó, mirandome de manera nerviosa. Noté un ligero temblor en su mandíbula, como si le costara decir esas dos palabras.

-Cristóbal... No puedo. No podemos hacer esto, eres mi jefe y eso va en contra de las normas. Lo siento de verdad, pero debo irme.- le dije, cortando totalmente el lazo que habíamos formado hacía unos instantes. Me alejé en dirección al deportivo azul, un auto que me recordaría a Cristóbal para siempre.

Yo tenía razón, eso que acabábamos de hacer estaba mal, a pesar de que en mi cabeza había un debate decidiendo que si lo que dirían los demás importaba. Cuando estaba junto a él, la parte ganadora era el 'qué importa, nos amamos y eso es de verdad'; pero no podía arriesgar mi reputación y mi cargo por un romance con el jefe, que además era nada más y nada menos que un vampiro, algo que se suponía que no existía en este mundo.

Di varios pasos, mientras sacudía la cabeza fuertemente tratando de volver a mi personalidad habitual, en esos instantes mi mente no funcionaba bien. Aún estaba inundada por el calor delos besos de Cristóbal, que a pesar de ser helados, me estremecieron como nunca antes algunos labios lo habían hecho. Ni siquiera los de Ángel, que eran tan tibios y suaves, me habían causado ese aturdimiento que sentía.

-¡Rosa!- exclamó una voz profunda, la de Cristóbal. Ahora podría reconocer esa voz hasta en China- ¡No te vayas!-

Su voz me hizo detener en seco, justo cuando estaba a punto de introducir la llave en la cerradura del auto para abrir la puerta. Cerré los ojos y suspiré, para luego darme la vuelta y encontrarme con que Cristóbal estaba muy cerca de mi, otra vez.

-No hagas eso, podrían descubrir que te transportas de un lugar a otro.- dije, mirandolo a los ojos, aunque a los cinco minutos tuve que bajar la mirada. Su cara pálida y perfecta me aturdía aún.

El hombre se rió un poco, mostrando sus dientes relucientes, mientras miraba todas las expresiones que hacía.

-Yo no me transporto. Sólo voy más rápido de lo normal, además que los humanos están tan ocupados con sus propios asuntos que no se darían cuenta de un borrón.-

-Ehh... Yo lo noté. Ayer.- dije, subiendo la mirada de nuevo a su cara. Ya me sentía lo suficientemente valiente como para poder mirarlo, el aturdimiento había cesado, y me sentía más segura de ese modo.

-Es que ayer estabas pendiente de eso y nada más. Es obvio que lo notaras porque te iban a...-

-No digas la palabra con 'm', te lo pido.- dije, asustándome un poco. La noticia de que el psicópata inmortal no se iba a detener hasta beber mi sangre porque le atraía como la miel a las moscas era más que suficiente como para recordar de nuevo los hechos de la madrugada.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora