Capítulo 28.

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Pasaba mi mirada a cada uno de los integrantes de aquella familia de vampiros, ignorante de lo que acababa de decir. Habían más misterios en aquel mundo sobrenatural de los que podía contar. Vampiros sedientos de sangre bebiendo sangre de brujos para poder pasar las protecciones de las casas humanas... Era tan loco el asunto que si alguien más me hubiese contado esto, lo habría creído loco.

-No... De... ¿De qué están hablando? ¿Es malo beber sangre de brujo? ¿Qué hace?- pregunté, mientyras caminaba lentamente hacia los espectaculares sofás color miel que contrastaban con el suelo de madera.

Los Bolívar me siguieron, caminando de esa manera tan grácil que daba la impresión de que flotaban. Lucía y Héctor se sentaron frente a mi, mientras que Cristóbal lo hizo a mi lado, donde me tomó suavemente de la mano con las suyas, de una temperatura bastante más baja que las mías.

-Rosa, aún hay tantas cosas que no sabes...- dijo Cristóbal, mirandome de forma compasiva.

-Exacto, y hago un esfuerzo enorme por entender qué es lo que sucede. Ahora mi vida y posiblemente la de mi amiga están en riesgo, y tengo que saberlo todo. Unos asesinos están sueltos por el pueblo, y hasta que ustedes o yo no hagamos algo, no se va a detener.- dije, exasperada.

-Bien...- carraspeó Héctor, con su voz ronca- El asunto es que hace más o menos ochocientos años, las comunidades de brujos y los vampiros hicieron un pacto, el cual consistía en no matarse el uno al otro. Nuestras especies habían estado en continuas guerras antes de ese pacto. Fueron tantas, que por poco desaparecieron de la faz de la Tierra, hasta que una bruja y un vampiro sensatos decidieron acabar con todas esas estupideces por los territorios y las cacerías. Luego del pacto, vampiros y brujos se convirtieron en neutrales. Nosotros no atacaríamos a ninguno de su especie y viceversa, pero si por alguna causa ese pacto se rompiera, estamos jodidos.-

-¡Héctor!- gritó Lucía, molesta.

Le hice un gesto a la mujer con la mano de que todo estaba bien. Sabía que Héctor era un tipo despreocupado, y la forma en la que había resumido la asombrosa historia del pacto entre los vampiros y las brujas me causó gracia... Hasta que me di cuenta de lo que había pasado.

-El pacto sigue en pie hoy en día ¿verdad?- dije, asustada. Temí por la vida de mis salvadores.

Los tres me miraron, pero luego bajaron la mirada. Algo no andaba bien, y esta vez no pude aguantar más ignorancia. Exploté.

-¡Ya diganme de una vez!-

Los Bolívar se sobresaltaron por mi respuesta ante su incómodo e inquietante silencio, y luego Lucía reanudó la conversación.

-Bueno... Puede haber una pequeña fractura en el pacto.- contó - Ariel no ha matado a un brujo, pero está bebiendo sangre de él.-

-Pero no es válido si se trata de un nigromante.- interrumpió Cristóbal- Ese brujo mató a una persona, y según las leyes de las brujas, la magia con sangre humana está prohibida. Por eso es que los nigromantes se van del aquelarre.-

-Pero ellos no saben que hay un nigromante en el pueblo. Si lo supieran, la reina de esta zona se habría encargado de expulsarlo.- dijo Lucía, preocupada.

-Si lo saben.- dije, luego de un rato de haber permanecido en silencio- Bueno, Sonia lo sabe. Luego de contarselo, pudo ver al brujo en la entrada de la carretera a la montaña. No hay duda que está cooperando con Ariel, pero no se por qué.-

Al parecer, ninguno lo sabía. No existía razón alguna por la que un nigromante trabajara con un vampiro, e incluso le dejara beber de su sangre, cosa que no sabía cual función tenía. Me dio hambre, pero en una casa donde vivían personas que no habían comido algo desde hace siglos, ¿Dónde podría haber comida? De estar en casa, Sonia me habría hecho una deliciosa cena, pero ahora que estaba molesta conmigo, no querría ni hablarme. Eso me lastimaba terriblemente.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora