Capítulo 24.

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La llamarada que había sentido durante los minutos junto a Cristóbal se apagaron con un balde de agua fría del tamaño del Atlántico. Sonia yacía de pie, mostrando una sonrisa de total satisfacción, mientras yo estaba paralizada por la sorpresa. La bruja se encontró con un vampiro.

-¿¡Cuándo me ibas a decir la verdad!?- exclamó Sonia, saliendo al balcón de mi habitación. 

Tal vez el pueblo siempre tuviera bajas temperaturas, pero en ese momento mi cuerpo se hallaba grados bajo cero. Mi garganta, antes liberada del nudo tan cerrado debido a la cercanía peligrosa de aquel vampiro de cabellos oscuros y mirada petrificante, se tensó nuevamente, tanto que me dolía. Pasaron unos minutos antes que me diera cuenta que tenía apretada con todas mis fuerzas la mano de Cristóbal, que solté al instante. Él no se inmutó, permanecía inmóvil, mirando a la rubia que en esos momentos se encontraba justo frente a él, observándolo con una mezcla entre maravilla y extrañeza.

-Por supuesto, ¿Cómo no pude darme cuenta antes?- dijo, llevandose una mano a la frente -Tú... eres un...-

-Un vampiro. Si, lo soy.- dijo Cristóbal, con una voz monótona. Su cara era inexpresiva, quizás para no aumentar la tensión del momento.

La cara de la rubia se iluminó. Abrió la boca en señal de sorpresa, y acto seguido, comenzó a reir. Ese era uno de los momentos menos indicados para reirse, pero así era Sonia, tan impredecible como el clima del pueblo.

-¡Un vampiro!- dijo, entre risas.

Cristóbal, al parecer por lo sucedido, no tenía intención alguna de ocultarle su secreto a Sonia. Más bien, entre su monótona afirmación, pude distinguir un rastro de liberación. Cristóbal se había sentido bien al contarle uno de los misterios más increíbles de la humanidad. Aunque, siendo Sonia lo que era, no lo encontraba nada raro. O bueno, si. Lo encontraba sumamente raro. Que ya se supiera la verdad no me había hecho sentir mejor. Debía existir alguna manera de que esto no estuviera sucediendo.

Por supuesto que la había.

-Encántala.- le dije a Cristóbal a viva voz. No me incomodó que Sonia me escuchara, pues de todas formas lo olvidaría en cuanto ese vampiro posara la oscuridad de sus ojos azules sobre los aguamarina de Sonia.

-¿Qué?- preguntó el hombre, volteando su cara imperturbable hacia mi. Esta vez, sus cejas medio pobladas se fruncieron ligeramente- ¿En serio quieres que lo haga?-

-¿Hacer qué?- inquirió la rubia, que se había puesto frente a ambos, pasando su mirada de Cristóbal a mi. Quería que Sonia mirara hacia otro lado, pues la intensidad de sus ojos me dolía.

Me sentía mal por haberle mentido a mi amiga, y aún peor por no contarle al hombre del que estaba enamorándome lo sucedido en el patio de la casa de Sonia. Estaba entre la espada y la pared, casi literalmente. Algo debía hacer, y que Cristóbal la hiciera olvidar todo arreglaría el aprieto en el que me hallaba metida.

-¡Ahora!- exclamé, y Cristóbal, como autómata, tomó a la rubia por los hombros y le buscó la mirada que en esos momentos estaba clavada en mi rostro, pasmado por lo que iba a suceder.

-Sonia, mírame.- dijo él, con su voz tranquilizadora, profunda y firme. Supe que estaba lanzando su  hechizo embriagador, cuando los ojos de Sonia se encontraron con los suyos, y en seguida se abrieron de par en par.

-Todo está bien...- decía él, mientras Sonia estaba inmóvil, al igual que yo. Sentía que más bien era yo quien estaba siendo encantada -No ha pasado nada... Olvida lo que viste... No hay vampiros...-

De repente, Sonia comenzó a reir a carcajadas. Le dio varios golpes a manera de broma a Cristóbal en el brazo, haciendo que él se mostrara confundido.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora